Capítulo 1

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Aleksandra Vólkov

Bajé las escaleras de dos en dos y caminé rápidamente hasta la cocina, consiguiéndome con varios de los empleados haciendo sus labores, los saludé a todos con una sonrisa amable y abrí la nevera intentando conseguir algo en particular.  

—¿Buscas algo, cariño? —la voz de María me hizo sobresaltarme en mi lugar.

Volteé rápidamente y asentí.

—Sí, ¿quedó pastel de chocolate? —pregunté y ella levantó una ceja.

—¿El de tu cumpleaños?

Asentí.

—No, Jasha me pidió la última rebanada que quedaba ayer, cariño —dijo refiriéndose a mi hermano pequeño y asentí, pues era de imaginármelo.

Pues dulce que veía dulce que se comía, por lo que no me extrañaba que siempre que podía se comía las golosinas que estaban en la nevera, incluyendo mi pastel de chocolate.

Aunque claro, no me pondría a pelear por algo como eso, María podía prepararme todos los que yo quisiera, así que decidí ignorar ese pequeño detalle y dejarlo pasar, por ahora.

—¿Y crees que puedas ayudarme a hacer otro? —le pregunté de vuelta con una sonrisa y rogándole al cielo que dijera que sí, pues lo necesitaba con urgencia.

—Sí, claro, ¿Te parece si lo hacemos en la noche? Tu papá traerá invitados en unas horas y estamos preparando todo para que no haya ningún error —comenzó a servir café en unas pequeñas tazas de porcelana y negué rápidamente.

Siempre que papá tenía reuniones en la casa sabía que era por asuntos importantes, pues se encerraba con sus socios en el despacho y de ahí no salía hasta que terminara de discutir todos los temas.

Lo sabía porque todos los fines de semana tenía esas reuniones en casa, sin mencionar que todos los empleados y cocineros se ponían manos a la obra para poder atender a los invitados los de la mejor manera.

Pero en esta ocasión necesitaba ese pastel lo más pronto posible y también que fuese María quién me ayudara a hacerlo, pues, aunque sabía cocinar, no me arriesgaría a hacer un desastre y entregarle algo a los vecinos feo y sin sabor.

Aún seguía dudando de mi talento en la cocina, pues la repostería me gustaba, pero aun así no me consideraba experta en la materia y sabía que me faltaba mucho por aprender, con la ayuda de María, claro.

—¿Y no lo pueden hacer los demás? Lo necesito para ya —junté mis manos como si estuviera rezando y ella me miró sonriendo porque no sabía decirme que no.

Los demás empleados nos miraban sonriendo, pues no era la primera vez que le pedía algo de esa manera a María, y, ella sin poder negarme nada, siempre buscaba la manera de complacerme en todo.  

—¿Tan urgente así es? —preguntó luego de unos minutos en silencio.

Asentí.

—Está bien, lo haré solo por ti —chillé emocionada y la abracé hasta que ella se separó y me miró a los ojos —Pero primero, ¿Para qué quieres el pastel y con tanta urgencia?

—¿Me prometes no decirle a papá? —le susurré y ella negó.

—No me puedes pedir eso, no si sé que es algo malo —me repitió lo mismo de siempre y la miré intentando convencerla, pero nada.

Resignada dejé caer mis hombros sabiendo que sí o sí debía decirle.

—Es un regalo para los vecinos que se acaban de mudar —murmuré intentando que los demás empleados no nos oyeran, pues estábamos en el mismo espacio y algunos de ellos muy cerca de nosotras.

LA OBSESIÓN DEL DEMONIO RUSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora