Capítulo 28

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Damién Ivanov 

Abrí los ojos y traté de acostumbrarme a la luz que me incomodó en los mismos al instante. Tenía mucha sed, mi garganta dolía y sentía que no podía mover mis articulaciones, lo que me puso en alerta al instante. 

Miré todo a mi alrededor con confusión al no comprender dónde me encontraba y, al ver las paredes blancas, las máquinas conectadas a mí y la insipida habitación de hospital, comprendí que me encontraba recibiendo atención médica luego del disparo que había recibido por parte de Alek Vólkov. 

Reuniendo las pocas fuerzas que tenía e ignorando el dolor que sentía en el cuerpo, me levanté de la cama y como pude mantuve el equilibrio mientras me sentaba en la misma, necesitaba saber qué había ocurrido luego de aquello. 

Miré la vía que tenía en mi brazo y pensé en quitarmela, pero mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta siendo abierta de par en par. 

Levanté la mirada y me encontré con el rostro cansado y furioso de papá, levanté la comisura de los labios al verlo y él al notar que me encontraba despierto, me devolvió la sonrisa y noté un poco de alivio en su rostro. 

—No sabes el alivio que siento al saber que estás bien, Damién —llegó hasta donde me encontraba, me abrazó y dejó un suave beso en mi mejilla. 

Intenté contener las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos, pero se me hizo completamente imposible retenerlas por mucho tiempo, hacía meses que había anhelado finalmente poder estar abrazando a papá y salir del infierno al que fuí sometido a vivir durate esos días. 

Nos separamos de unos segundos y lo miré a los ojos sonriendo. 

—Tengo que estar bien, papá, no cualquiera ocupará tu lugar cuando no estés —le repetí lo que él siempre me decía y rió al escucharme. 

—Me alegra escucharte decir eso, pues tenemos asuntos pendientes con nuestros queridos vecinos —me recordó, lo que me hizo mirarlo con atención. 

—¿De qué hablas? —le pregunté confundido y él sonrió antes de separarse de mí y sentarse en el mueble que estaba frente a la cama de la habitación. 

—Alek Vólkov intentó acabar con la vida de mi primogenito y creeme que no me apetece dejarle pasar ese pequeño detalle —dijo con rabia y palidecí al instante. 

Si era cierto eso que decía, entonces buscaría vengarse de los Vólkov y en ese combo iría incluída Aleksandra. 

—Yo sí estoy dispuesto a dejar las cosas como están, sabes que está de por medio Aleksandra y por ella soy capaz de tolerar a su padre —le dije rápidamente ntentando hacerlo cambiar de opinón. 

Algo completamente imposible, teniendo en cuenta que cuando una idea se le venía a la mente a papá, era más fácil quitarle la cabeza que la idea. 

—No, sabes que eso ya no es posible, Alek sobrepasó los límites y debemos enseñarle una lección —me recordó con voz firme y allí comprendí lo que eso significaba. 

No, no, no. 

Sabía que hacerlo sería perder el amor de Aleksandra. 

Ella no me pondría a mí por encima de su familia, sabía que ellos eran lo más importante que tenía, por lo que me daba miedo pensar que en algún momento sus ojos me mirarían con odio en lugar de admiración y amor. 

Pero también sabía que era lo más correcto enseñarle una lección a Alek, pues no era la primera vez que hacía cosas en contra de nuestra familia y que nos quedabamos sin decir nada solo para evitar una pelea innecesaria con el consejo de la mafia. 

LA OBSESIÓN DEL DEMONIO RUSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora