Capítulo 8

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(Maratón 2/14)

Aleksandra Vólkov

Meses después...

Respiré tan hondo como mis pulmones me lo permitieron, miré a los lados antes de tocar el timbre, esperé pacientemente hasta que a los pocos segundos la puerta se abrió y el rostro sonriente de Damién fue lo que me dió la bienvenida. 

Le sonreí de vuelta y entrelacé los dedos de mis manos intentando calmar los nervios que sentía en el momento. 

Había pasado toda la semana mentalizandome sobre ese encuentro, pero por lo visto a mi cerebro se le olvidó que debíamos actuar normal y no como lo estaba haciendo justo ahora, pasando pena por la jodida timidez. 

Porque aunque no era la primera vez que nos veíamos, yo aún sentía una profunda timidez al tenerlo frente a mí.

A eso unos le dicen enamoramiento y otros prefieren llamarlo idiotez. 

En mi caso, me inclinaba más por la segunda opción. 

Era algo estupido de mi parte teniendo en cuenta que hacía meses teníamos encuentros como esos, por lo que no debía reaccionar como una niña y acostumbrarme a su presencia, pero al parecer mi cerebro y cuerpo no se ponían de acuerdo para actuar en conjunto.

Yo quería actuar normal, mientras que mi cerebro opinaba que era mala idea hacerlo y se empeñaba en hacerme pasar vergüenza frente al niño que me gustaba.

—Te estaba esperando, muñequita, ¿Por qué te tardaste tanto en llegar? —se acercó hasta donde estaba y me estrechó entre sus brazos, logrando así que pudiera oír el latir de su corazón frénetico. 

—No podía salir de casa hasta que papá lo hiciera primero que yo  —reposé mi cabeza en su pecho y me quedé así durante unos cuantos segundos donde lo que quería era detener el tiempo para poder seguir disfrutando de esa maravillosa sensación.

Su perfume inundó mis fosas nasales y eso era algo que amaba con todo mi ser, pues se había convertido en mi olor favorito. 

Estar en los brazos de él era magnifico, lograba trasmitirme una calma impresionante y una seguridad que pensaba solo papá y mamá podían brindarme. 

Nos quedamos unos cuantos segundos así, hasta que recordé que nos encontrabamos en la entrada de su casa y que cualquiera nos podría ver. 

Me separé rápidamente y tomé distancia, sabía que estaba jugando con fuego y que nuestros encuentros solo lograría desatar el caos nuevamente, pues papá me había dejado muy en claro que no me quería ver cerca de él, orden que claramente no estaba acatando. 

Y, aunque prometí hacerle caso, estaba haciendo todo lo contrario, ya que cada que podía me veía con él a escondidas, pues su compañía era mi lugar seguro. 

Con Damién podía ser yo, llorar, reír, hacer idioteces, cantar, bailar y aún así él me seguía mirando con ojos de ternura, lo que me fascinaba, pues no a todo el mundo le agradaban esas facetas mías, al menos no a las personas que no forman parte de mi familia directa. 

—Te tengo una sorpresa, ¿Quieres verla? —preguntó con una sonrisa en el rostro y asentí emocionada. 

Entramos a la casa y sin esperar demasiado comenzamos a caminar hasta su habitación, subiendo las escaleras de dos en dos.

Miré a todos lados preguntandome donde estaban todos, pues la casa estaba aparentemente sola y apenas y se escuchaban nuestros pasos apresurados. 

No me preocupaba ser vista por nadie de su familia, pues ellos eran lo únicos que aprobaban nuestra amistad-relación y decían que eramos muy jovenes como para pensar en los errores del pasado, mismos que no tenían que afectarnos en lo absoluto ya que no teníamos culpa de ellos.

LA OBSESIÓN DEL DEMONIO RUSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora