Un Hombre Y Un Piano

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La música, la misma que puede ser generada por cosas que no nos imaginamos. La misma música que nos motiva, nos da inspiración, tristeza, felicidad, ira y nos hace sentir amor.

_ Profesor Ludwin ¿Puedo ir al baño? -dijo una chica que estaba al fondo de la clase.
_ Adelante Hermione ¿Alguien más que desee ponerse de pie e ir al baño? Así no tendrán que interrumpir la clase para pedirlo. - casi instantáneamente tres personas más levantaron la mano. - Bien, adelante, seguiré sin vosostros, tendrais que poneros al día después. -dijo el profesor frunciendo el seño y señalando la salida como señal de que les otorgaba el permiso para salir.

Una brisa veraniega hace que un arbol golpee suavemente la ventana, como si las palabras acerca de la música hicieran que el aire quisiera entrar a escuchar.

_ Quiero que durante el tiempo que estén libres busquen algunas composiciones de grandes artistas como Beethoven, Mozart, Paganini, etc -un timbre señalando el final de las clases suena, seguido de eso al unísono el sonido de estudiantes guardar sus cuadernos y ponerse de pie.

Mi vida quizá ha pasado por mucho, pero ¿Es la pasión lo que me sigue moviendo? ¿La música me habla? Yo ya no escucho nada. No entiendo porque sigo aquí ¿Es porque quiero enseñarles a los demás la pasión y el como un corazón puede vibrar con las notas de un piano?

_ No olviden sus tareas para la siguiente clase, va a ser la última vez que nos veremos en este año así que hacedlo de la mejor manera. Pueden irse, buenas tardes. -dijo el profesor mientras se sentaba en la silla que acompañaba su escritorio.

_ Hasta luego profesor, cuídese. -dijo uno de sus alumnos al salir, un par más repitieron la acción y usaron unas palabras parecidas.

Esto solo es un salón vacío, pero quizás en este salón hay algo, algo que me atrae a el todas las mañanas y me hace doler todas las tardes cuando tengo que dejarlo, quizás ni siquiera sea el salón, si no más bien lo que significa para algunos, puede que sean las sonrisas de esos chicos cuando tienen un momento libre para bromear, puede que mañana ya no regrese, pero sin duda lo voy a recordar.

_Profesor Ludwin, puedo hablar con usted? -dijo un hombre alto que lo miraba desde la entrada de el salón.

_ Si claro director Carlos ¿En qué puedo ayudarle mi estimado compañero? - le preguntó el profesor aún permaneciendo sentado y guardando sus cosas.

_ No es nada, solo me preocupa tu estado de ánimo profesor Ludwin, he recibido algunas "quejas" acerca de tu comportamiento últimamente - le dijo el director mientras entraba al aula para apoyarse en el escritorio.

_ Así que es eso. No he faltado el respeto a mis alumnos y mucho menos a alguno de los profesores - dijo el profesor mientras apartaba la mirada y la dirigía a la ventana donde yacía el árbol que danzaba al ritmo del viento.

_ No, no, me malinterpretas Ludwin, no me refiero a tu humor como algo malo. Quiero decir, algunos alumnos comparten la preocupación de los profesores, sabes que te acompañamos en tu dolor y si quieres puedes tomar unos días libres, ya te lo había ofrecido. No es fácil asimilar una perdida, por eso creo que deberías faltar un día o dos. -dijo el director con una leve sonrisa en su rostro, no lo suficiente para interpretarse como felicidad ni tampoco tan pequeña para que fuera una cara seria.

_ Se lo agradezco Carlos, estoy bien, no sé a que se refieren esas personas que usted dice y me parece inapropiado que especulen sobre mi estado de ánimo. Ahora, si me disculpa, hoy tengo un compromiso y prometí llegar temprano a casa. - dijo el profesor mientras guardaba sus cosas y se ponía de pie. - Buenas tardes Don Carlos, muchas gracias por tan agradable conversación.

El profesor salió dejando al director sin poder poner resistencia ante esta acción.

Mientras caminaba por los pasillos con su maletin en la mano derecha y con un paso firme, como si estuviera dejando atrás una carga, mientras su corazón bombeaba, él solo podía escuchar sus pasos yendo en contra tiempo.

Se sintió una fresca brisa que le acarició el rostro y le levantó el cabello, un viento de verano mientras un sentimiento de invierno lo invadía, entró a su auto.

En la salida, se escuchaban murmuros, como cuando ves las luces de una ciudad y esas luces con cada parpadeo dijeran una palabra, miles de estrellas parpadeando, pero solo eran estudiantes, riendo despreocupados, saliendo de clases, jugando con sus amigos.

Por la calle, el sonido de los carros eran molestos, pero después de un rato de estar entre ellos te acostumbras y te das cuenta de que también aportas a crear un denso ambiente, sonidos fuertes.

El sentimiento de pisar el suelo cuando llegas a tu casa era diferente, ya no se sentía como se siente, ya no era ese sentimiento placentero de estar por fin en tu hogar, era más como sentirte un impostor, un habitante de un lugar que te rechaza, el sonido de la bisagra de la puerta y ese horrendo rechinido es más fuerte de lo normal, más fuerte porque le damos más importancia.

Una puerta se cierra y a su vez, un maletín cae al suelo, hoy no hay nadie en casa, nadie ha recibido al profesor que ni siquiera se siente cómodo en ese sitio, hoy nadie se preocupa tanto por el Ludwin solo ese sentimiento de que el mundo no se detiene por nada, casi como una estampida. En un momento corres junto a todos mientras pasas por encima de quienes caen sin fijarte si quiera en quien fue el que cayó, no te fijas si está herido, si necesita ayuda, solo quieres que no estorbe porque podrías ser tu y luego... Eres tú.

En el fondo de la habitación, una habitación desordenada, donde hay vidrios en el suelo, donde no hay vida, un piano brilla junto a una ventana, una ventana cerrada y no brilla el piano, brillan los recuerdos que trae, en algunos momentos guardamos recuerdos felices que luego se convierten en su contrario, luego solo son sentimientos tristes de pensar en porque no disfrutaste más el momento, el momento donde fuiste feliz.

El profesor se sienta en el taburete, aún con su gabardina puesta, puesto que este lugar ya dejó de ser su hogar, el mundo ya no lo acobija, se siente como una prisión, debe haber algo más afuera, algo que lo libere.

Un sonido suave, de un piano siendo acariciado, quizás por última vez, un sonido triste de un piano qué llora porque el artista qué lo toca se siente perdido, porque el profesor ya no se siente él mismo ¿Qué te hizo tanto daño? ¿Por qué estás llorando?

Un silencio que presiona, una cuerda floja que se balancea, un cuerpo sin vida que cuelga sobre sus últimos instantes, las notas del piano que aún resuenan en ese pecho vacío, una noche fría, de un cálido verano, se ha perdido un humano, una persona. Un hombre y su piano.

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