Capítulo 21

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Ren Jianlun miró con odio a Cao Yuchen, aquellas palabras habían molestado al mayor y lo demostró al soltarle una sonora cachetada. Cao Yuchen abrió los ojos, pero tan solo tragó saliva.

—Fuera todo el mundo—bramó a los hombres que había en aquella sala. Cao Yuchen no deseaba temblar, aunque cada vez le costaba más. Odiaba ese sentimiento. Sentirse débil al lado de ese hombre. Para cuando todos los hombres salieron de allí, Ren Jianlun le miró.

—Ya has dado tu espectáculo enfrente de mis hombres, ¿Estás contento por ello? ¿Ya has saciado tus ganas de ser el centro de atención? ¿De creerte algo que no es?—le preguntó hundiendo cada vez al Cao.

—No deseaba dar ningún espectáculo, menos ser el centro de atención y, no pienso, sé que nosotros estamos destinados—habló siendo capaz de mirarle a los ojos. Algo que enfadó al Ren.

—¡Tú y yo no tenemos nada! ¡¿Acaso no lo entiendes?! ¡Lo que pasó aquel día fue un error! ¡Un error mío!—gritó agarrando al menor por los hombros.

—¡¿Un error?! ¡Reclamaste que nadie más podría tener algo conmigo! ¡Me marcaste con tu puto nombre en mi muslo!—le gritó.

—Fue tu culpa, tú estabas destrozado porque mi hermano se había casado, así que esa misma noche viniste a mi habitación y me rogaste pasar la noche conmigo. Tú te abriste de piernas, fuiste tú el que gimió como un loco y, fuiste tú el que me rogó, que te marcara—habló sin dejar de apretar los hombros de aquel chico.

—Te lo pedí, sí, te pedí que me dejaras chupetones en cualquier parte de mi cuerpo. No tu nombre en mi muslo con una navaja—siseó antes de mirarlo a los ojos y, Cao Yuchen juró ver en los ojos del Ren una mirada de satisfacción, algo que no duró mucho.

—Aunque mi nombre no estuviera, tú y yo seguimos sin estar “destinados”. Cómo según dices—le dijo antes de bajar sus manos.

—No estamos destinados por eso, lo estamos desde mucho antes, el día que te conocí, cuando te vi, juro por mi vida, que sentí algo que nunca antes había hecho, yo sé que tú también lo sentiste, pero estás tan cegado por tu orgullo, que lo niegas—le dijo antes de apartarse completamente del Ren. Algo que se le hizo difícil, pero lo hizo.

Estuvieron en silencio varios minutos, aunque Cao Yuchen en cada segundo se volvía más intranquilo. Ren Jianlun casi nunca se encontraba tan callado y, cuando ocurría, no era bueno.

—Cao Yuchen, ¿Sentiste algo diferente? ¿Único?—le preguntó con incredulidad—. Mientes. Si realmente hubieras sentido eso, no te hubieras enamorado de mi hermano, no me hubieras buscado cuando él te dejaba plantado y, mucho menos, haberte acostado conmigo cuando se casó—le escupió con amargura y dolor en los ojos.

En esos momentos, Cao Yuchen quiso decir algo, contradecir, pero sabía que era verdad. Ni el mismo lo entendía, en su momento estaba perdidamente enamorado de Ren Choi Min-Ki, pero sabía que su corazón le pertenecía a Ren Jianlun. Sin embargo, cuando conoció al primer Ren, este se mostró amable, servicial, le hizo reír y era muy buena persona, en cambio, el segundo se mostró con un aura dominante, apenas hablaba y siempre tuvo algo de que quejarse. Pero con el tiempo también lo conoció. Y se dio cuenta de que no era tan malo como aparentaba. Sin embargo, la realidad le llegó a sus pies, Ren Choi Min-Ki se había comprometido con una linda chica coreana. Cuando veía a aquella pareja se notaba la química, era amor puro, y supo que nunca había sobrepasado la barrera de amistad. La boda fue poco tiempo después y, el resto, ya se sabe. Pero sabe que también le hizo mucho daño a Jianlun y, el, a él.

—Jianlun, siento haberte molestado, pero lo mejor será que me vaya—fue lo único que le dijo antes de girar sobre sus talones.

—Cao, ¿Para qué has venido? ¿Para remover cosas del pasado? ¿O qué realmente?—le preguntó el chico.

—Por Wang Yibo—le dijo antes de volver a girarse y verlo a la cara.

—¿Por Wang Yibo? Cao Yuchen tienes contactos, muchos, hasta podría decir que casi los mismos que yo. Si fuera por ti, ya hubieras encontrado lo que deseas—le dijo creyéndolo aún menos.

—Tienes razón, pero mis contactos no son tan fiables como los tuyos, además, ninguno de ellos tiene respuestas para lo que pido—le explicó antes de meterse las manos al bolsillo. Ren Jianlun le miró, y escuchó el largo suspiro que salió de sus labios.

—Cao Yuchen te ayudaré, pero a cambio, me deberás un favor y, de los grandes—le dijo. Y Cao Yuchen quiso decirle que sí de una, pero él también tenía un poco de orgullo, así que se lo pensó por unos momentos, hasta que al final asintió.

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Ji Li volvió a mirar a su hermano, este le había contado lo sucedido y simplemente se comenzó a reír de él.

—No me lo puedo creer, Wang Zhou Cheng el temible, que lleva años siendo invitado a un simple baile y siempre se negaba, ha caído en los encantos de Liu Hai-Kuan—se carcajeó el menor, algo que molestó al contrario.

—Ji Li, déjame en paz—le ordenó con las mejillas rojas.

—Wang Zhou Cheng está enamorado—canturreó con una carcajada al final.

—¡Ji Li!—chilló el Wang antes de tirarle un cojín al menor, el cual se quejó con dramatismo. Ambos rieron y fueron felices por esos segundos. Pero algo, o más bien alguien, no les dejaba ese dulce saber de boca. Ellos estaban riendo, mientras que su hermano, no se sabía nada de él.

—¿Dónde estará Zhan?—preguntó Wang Zhou Cheng mirando por la ventana.

—No lo sé, pero quiero que esté completamente seguro—deseó Ji Li haciendo el mismo gesto.

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Wang Yibo se encontraba en la cafetería del hospital, aquel psicólogo por alguna extraña razón le generaba confianza. Pero seguía sin entender algunas cosas. Los cambios tan repentinos del Xiao, las miradas perdidas que le dedica de vez en cuando, sobre todo cuando le toca un tema realmente sensible. Recuerda cuando este escapó del psicólogo, con el medio que le enseñó, rogándole que no lo abandonara, cuando se fue y, este se autolesionó, como después de ir a casa de Cao Yuchen, terminó en una especie de trance, y se volvió a escapar, tantas cosas, que realmente no era capaz de entenderlo. Nada de eso tenía sentido.

—Aunque pensándolo bien, nada tiene sentido en mi día a día—se dijo asimismo antes de comenzar a reír. No era una sonrisa alegre, era una sonrisa de aliento. Se intentaba apoyar, pero le costaba.

Entre Sombras Y LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora