— ¡Te dije una puta gaseosa! — Wanda gritó entre dientes.
— ¡Todas las bebidas aquí tienen alcohol! — el camarero se defendió.
Natalia se acercó a ella intentando tranquilizarla
— Wanda, no es gran cosa. No te vas a emborrachar con dos tragos. — bromeó.
Wanda la miró anonadada.
— ¡Me tomé medio vaso! — las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos.
Wanda envió el dinero hacía la mesa y salió corriendo del bar, Natalia siguiéndole el paso. See detuvo en la acera frente a la carretera tratando de parar un taxi
— ¡Wanda, espera! — se detuvo detrás ella. — ¿Qué pasa?
Natalia intentó tocar su hombro pero lo sacó.
— Nada. — respondió secamente, limpiando las lágrimas de mi rostro.
La miró, pudiendo ver la impotencia en su rostro.
— No sé lo que ocurre pero sea lo que sea solo déjame ayudarte.
— ¡No tienes ningún compromiso conmigo, Natalia, puedes irte! — Wanda señaló la entrada del bar.
Natalia suspiró.
— Prometí que te llevaría a tu casa.
Wanda blanqueó sus ojos dándole la espalda tratando de no explotar ante ella. Pero sus lágrimas ahora estaban incontrolables.
— Estás libre de tu promesa. Puedes irte. — su voz rota la delató, claramente ahora mucho menos se iría de allí.
— Yo nunca rompo una promesa.
Giró hacia ella y caminó quedando frente a frente con Natalia.
— No debes aferrarte a una estúpida promesa. Las promesas se rompen, son mentira. Nada es real. — Wanda soltó en su rostro con enojo.
Se odiaba por actuar de una forma tan impulsiva con alguien que tenía buenas intenciones con ella pero Wanda no la odiaba, se odiaba a si misma por ser tan débil.
— Quizá en tu mundo es así, pero en mi casa me enseñaron que cumplir con tu palabra es lo más importante. — Natalia insistió.
— Entonces no vas a sobrevivir a éste mundo de mierda.
Natalia frunció el ceño
— ¿De qué hablas ahora?
— A quien le importa. Sólo vete. — Wanda rogó.
— ¿Crees que te dejaré así sola? Estás llorando. No le haré eso a nadie. Mucho menos a tí.
Wanda río sin gracia.
— ¿Mucho menos a mi? — se burlé. — ¿Qué soy para ti? Me conociste hace tres minutos.
Ella parecía estar perdiendo la paciencia con Wanda, y eso justo lo que Wanda necesitaba. Que se alejara de ella, ni siquiera le importaba que se enojara, quizá no en ese momento, pero sabía que al día siguiente estaría arrepentida y querría morirse por tratarla así, pero ahora solo necesitaba llegar a casa.
— Te prometí llevarte a tu casa, sana y salva. Con Kate, a la hora que quisieras irte. Y ahora quieres irte, así que déjame cumplir la promesa.
La miró directo a los ojos, se sorbió la nariz y negó con ma cabeza.
— Eres demasiado buena, Natalia. — fué honesta. — Las buenas personas no duran.
Se dió la vuelta y paró a un taxi.
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Perfectamente Roto. | Wandanat. ©
Acak"Ella no buscaba la redención era sólo una adolescente con problemas de adicción. ¿Hasta dónde puede gobernar la ira de una mujer en busca de venganza?" Wanda Lehnsherr tenía trece años cuando murió su madre y se mudó de New York con su padre y sus...