Luna 🌙

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Mi cuerpo empezó a caer, pues la adrenalina había desaparecido, no había comido en días, ni bebido mucha agua, ni siquiera había tomado un poco de sol.

- Peter, ayúdame... - escuché la voz de Edmund.

Desperté en una habitación la cuál no era donde había estado al inicio, en ella tenía un balcón con las ventanas abiertas,  los rayos del atardecer acariciaban mi rostro junto con la brisa del mar, un aroma a sal me indicaba que estábamos cerca de la playa, la cama era grande, sus sábanas eran suaves y sedosas de color rojo vino, el piso era de madera obscura, frente a la cama había una chimenea encendida con un sillón de piel café, un librero algo desordenado y a unos metros de distancia de este se encontraba un escritorio de caoba, repleto de hojas y algunos libros, en la silla del escritorio se encontraba Edmund.

- ¿Cómo te sientes? - preguntó Edmund con una mirada de preocupación.

- Bien... Estoy algo mareada -.

- Te traje esto para cuando despertarás, supongo estás hambrienta - señaló la bandeja que se encontraba a mi lado en la mesa de estar, en ella había una jarra de agua, uvas, fresas, queso, una pierna de pavo, pan y peras.

Asentí y de inmediato empecé a comer, tome la pierna de pavo y le di grandes mordidas, luego tomaba el pan con un poco de queso y lo devoraba, tome unas cuantas uvas con la mano, sin embargo, antes de comerlas, sentí que no había sido nada cortes y mucho menos civilizada al tragar todos los aperitivos que me habían ofrecido. Mire a Edmund apenada, sentia como la grasa del pavo estaba en mis labios y mejillas con migajas de pan pegadas a ellas, el solo soltó una carcajada y me limpio mis mejillas con una servilleta de tela blanca.

- Después de que termines, sería bueno que tomaras una ducha y posteriormente irte a dormir- me sonrió mientras me observaba comer (ahora de forma civilizada y no como un cerdo).

Al terminar de devorar todo lo que había en la bandeja, Edmund me indico dónde estaba su baño, este estaba dentro de la habitación, al abrir la puerta de madera, observé que en medio del gran salón de baño se encontraba una tina de mármol.

- Ya la preparé, el agua estaba muy caliente, supongo que ahora debe estar tibia - sonrió mientras metía su mano al agua de la tina para corroborar que el agua estuviera a la temperatura adecuada.

- Ga- Gracias Ed... - Agaché la mirada

- Te estaré esperando afuera, si necesitas algo, solo gritame y aquí me tendrás - acariciaba mi cabello con delicadeza, al voltear a verlo note que su rostro empezó a ponerse del color de un tomate. - No por qué quiera verte... Ósea si eres una mujer hermosa, pero no me refería a que iba a entrar y verte... Mejor... Trata de no llamarme... Estaré afuera - salió huyendo del cuarto de baño.

Ese gesto me causo mucha ternura, me metí a la tina, el agua estaba tibia suspiré e incline mi cabeza hacia atrás para sumergir mi cabello, tome una barra de jabón y la pasé por todo mi cuerpo y cabello, y después, con cepillo mediano, intenté quitarme la tierra que tenía en las uñas; me sentía cada vez más limpia y cómoda, al finalizar ese agradable momento salí de la bañera, a un lado de la ventana se encontraba ropa limpia, era un vestido de terciopelo color azul cielo, me lo puse y con un listón color dorado agarre mi cabello en una coleta.

Al salir del cuarto de baño, en el sillón que se encontraba a un lado de la chimenea estaba esperando Edmund, estaba dormido, así que me pose frente a el y le acaricie sus mejilla con cuidado, admirando su rostro pálido, ruborizado.

- Te ves hermosa - susurro mientras me miraba algo somnoliento.

- Gracias, realmente necesitaba ese baño - sonreí tratando de ocultar mi rostro, pues sentía como me hervía la sangre de nervios, suponiendo que mi rostro se ponía rojo.

𝐒𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐟𝐮𝐢𝐬𝐭𝐞 𝐭𝐮́.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora