VIII: Peligroso como el invierno en mar.

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Caminé por el pasillo buscando de nuevo la puerta por donde entré, pero desde la distancia aprecié lo obvio. Aunque me distraje inmediatamente al ver que algo había cambiado en el patio...

—¿Por qué...? —escuché a alguien llorar.

Pude ver sólo a dos personas... "Él" estaba en frente de un hombre que lloraba en la banca donde estaban los jóvenes de hace rato. "Él" no decía nada, sólo estaba de pie, observando cómo el otro apenas podía pronunciar palabras.

Otra cosa, aparte de las personas, había cambiado el entorno, el patio de la casa se veía más descuidado, como el de una casa con los primeros signos de abandono, y el cielo ahora se estaba oscureciendo, como el que había cuando llegué a la casa.

No era mi intención acercarme, por lo que comencé a rodearlos en el pasillo y tratar de ver qué había más allá, no sé, como encontrar la cocina. Pero nada, había una puerta que no pude abrir...

—Lo sabías, tú lo sabías bien... —las palabras de aquel hombre eran apenas comprensibles — ¿por qué...?

Viéndolo desde este otro lado, me doy cuenta de que "Él" tenía una expresión condescendiente, no se le notaba indiferente al llanto de este sujeto que... se veía muy familiar.

—¿Qué es peor? —pero de repente escuché su voz a mi lado, "Él" ahora estaba aquí, en un parpadeo cambió de lugar — ¿Lo que hace un monstruo o quien hace uno?

Creo que... —: Para hacer a un monstruo, hay que ser peor que uno. ¿Por qué me lo preguntas? — ¿Cuál es su problema...?

—Tú... ¡Tú...! —ahora me percato que el hombre que estaba en el patio tenía una muñeca en sus manos.

Esta vez sí me le acerqué un poco, me di cuenta de que era la que vi en el cuarto de verano, pero estaba limpia...

—Disculpa... —le dije, pero no recibí respuesta alguna.

La forma en la que lloraba era semejante a la que verías en un velorio, un dolor inconmensurable había en el corazón de este sujeto. Y al intentar pisar el suelo del patio para ir a él, la muñeca de Eliana se movió, hizo una sacudida considerablemente fuerte, lo suficiente como para hacerme considerar seguir avanzando.

Otra vez, pude escuchar unos gritos encajonados, que no eran comprensibles, provenir de ella.

—¿Eliana...? —esta vez la acerqué a mi oído, pero no llegué a escuchar algo otra vez.

Le di la vuelta para tratar de examinarla y volvió a moverse, esta vez para atrás. Fue así que me di cuenta de un patrón, y es que la muñeca sólo tiene esa reacción cuando mira al hombre que está en la banca...

"¿Qué significará esto?" —Era lo que me repetía una y otra vez conforme mis pasos me dirigían a ese hombre.

A modo de experimento, tomé la muñeca en una posición en la que sólo me viera mientras me acercaba a él, sólo para intentar voltearla una vez estuviera a sólo un paso.

Pero apenas esos ojos reflejaron a aquel hombre... —: ¡No! —gritó, y por sí misma se volteó colocándose en mi pecho, temblando.

La tomé y la miré de cerca, estaba seguro de que había escuchado la voz de —: ¡Eliana! —pero recordé al hombre detrás; intenté volver a verlo, pero...

Desapareció, dejando solamente a la muñeca en la banca donde estaba, aunque se podía escuchar su llanto en los alrededores. En ese momento, otra vez, una espesa niebla negra comenzó a invadir el lugar.

—Es hora de que veas una verdad... —Dijo "Él", caminando poco a poco por el pasillo a nuestro alrededor.

La niebla no tardó mucho en rodear el sitio donde estaba, hasta dejar solamente visible el banco con la muñeca. No creo que debía intuir algo, simplemente no vi como si hubiera otra opción más allá de acercarme a esa muñeca y levantarla...

La casa de las muñecasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora