IX: Un regalo de la casa de las muñecas.

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En un parpadeo, como si despertara otra vez, me encontraba sentado en uno de los muebles del pasillo...

—¿Qué...? —jamás pensé que estaría tan agradecido de poder respirar.

—Podrá engañarse a sí misma y poder toda culpa negar, pero lo que con sus manos jugó sin inocencia terminó por destruir la nobleza, y a la verdad no hay escape —"Él" estaba delante de mí, dándome la espalda—; y como en el principio, corromper lo que es puro, sólo traerá desolación.

No sé si pueda seguir soportándolo... —: ¿Qué es todo esto? —sólo quiero saber... —¿Dónde está Eliana...?

Mirar a la muñeca que cargo me dice mucho y la vez nada de dónde... ¿Por qué... siento este frío en el pecho?

—¡Señor Salazar, ya está listo, puede pasar! —Francisco me llamó.

Ya no sé qué querer, las respuestas que busco ya...

—Se te ha dado conforme has pedido —dijo "Él" —. Ahora ve, termina el compromiso.

Ahora me doy cuenta de que el patio estaba arruinado, ahora sí parece al de una casa abandonada.

No sé por qué me estoy levantando, pero ya sé que no tengo otra opción, debo ir y ver... pero debo preguntar —: ¿Podré irme...?

—Una vez hallas terminado, sí, tendrás esa opción. Sólo debes saber que no hay vuelta a atrás, a menos que así lo haga tu mirada.

—¿Dón...? —ni siquiera me dio tiempo a preguntar, desapareció sin más.

No sé lo que me espera detrás de esta puerta, pero no soltaré esta muñeca pase lo que pase. Si no encuentro a Eliana, ella será lo único que podrá servirme para evidenciar de que estuve aquí...

Fui a la puerta del cuarto, viendo que estaba entreabierta y apenas era visible un rayo de luz desde dentro. Sin entrar, la abrí por completo y pude ver que Francisco estaba debajo de una lámpara, y a su lado había algo cubierto con una sábana, algo de su tamaño.

—Voy a darle, ahora sí, el toque final, y quiero que usted sea testigo —Pude ver que en sus manos había un frasco —. Sólo tenga cuidado y por favor, no vaya a tocar nada.

Una vez di el primer paso dentro, justo al lado de la puerta vi un pedazo de madera, el cual empujé con mis pies de forma que sobresaliera de la esquina a modo de cuña pues... no me gustan las sorpresas.

El cuarto era muy oscuro, no podía ver mucho a lo que había alrededor a excepción de Francisco y lo que sea que tenga al lado. No daba la impresión de ser un cuarto muy grande y lo que más había en el ambiente era un olor metálico.

—¿Es esta la última muñeca que me comentaste? —le pregunté tratando de mantener mi tono común.

—La última hasta ahora, como se trata de una de mis más ambiciosas creaciones, han pasado varios intentos, pero creo que por fin podré darla por terminada esta vez. —Lo notaba muy emocionado.

El suelo era de cerámica, cosa que lo diferencia a los anteriores; blanco, pero sin reflejo...

—Y... —me siento totalmente incómodo —me supongo que debe ser la mejor de todas ¿no?

—¡Oh, jo, jo! Sin duda alguna —Una vez estaba lo suficientemente cerca, Francisco quitó la sábana y pude ver, tragando saliva, que se trataba de... —. Admira, la muñeca perfecta.

—Dios santo... —no sé si era la muñeca en mis manos lo que comenzó a temblar, pues había (lo que espero sea) una figura de una mujer, una réplica humana vestida de novia, pero que lo que aprisionó mi mirada era la ausencia de ojos en...

La casa de las muñecasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora