La princesa del Reino del Sur

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"Mi hermosa y dulce Helga,
No tienes idea de como me gustaría que nunca hubieses caído bajo mis garras"

-Athelred, 1750


De nueva cuenta, Athelred miraba el exterior desde la ventana de su habitación, estaba realmente maravillado por todo lo que veía, aunque fuesen las mismas cosas: Personas caminando, perros en la calle ladrando, caballos, mulas y carrozas por la calle, niños jugando por las calles. Todo para el era maravilloso, amaba el Reino a pesar de no poder ser parte de el y ayer solo tuvo una pequeña probada de la libertad que tanto anheló pero no fue la suficiente como para salir y conocer el Reino.
Athelred miraba todo con una pequeña sonrisa en su cara, pensando en como sería si tan solo el formase parte de la civilización, como un principe como sus hermanos hasta que su mente se vio interrumpida por su estomago, el cual, gritaba por comida.
Se levantó y se acercó a la puerta intentando escuchar si alguien se acercaba a abrirle la puerta pero no escuchó ni un solo paso.
- (Mierda...) Pensó.
Luchar sería un desperdicio, ya lo habia intentado antes y eso solo le traía más problemas. Suspiró y volvió a la ventana intentando olvidar el hambre. Sin embargo, vio como su padre y hermanos salían del castillo junto con varios escoltas, ahí supo que irían a otro Reino.
Quiso aprovechar esta oportunidad para salir de su habitación, así que, hizo una prueba con el pequeño hechizo que Alfred le enseñó el día anterior. Acercó su mano al picaporte, apretó con ligera fuerza y tras un pequeño sonido, el picaporte se derritió y la puerta se abrió.
Athelred estaba sorprendido, no creía que funcionaría pero no desaprovechó la oportunidad.
Salió y miró a los alrededores, sorprendentemente no habia nadie, ni siquiera la misma vieja criada que le gritaba y le abría la puerta cada vez que le daban el permiso para comer.
Abrió sus alas y voló hasta la cocina, era primera vez que volaba dentro del tan amplio castillo en el que vivía.
Llegó a la cocina y registró todo el lugar buscando algo que comer, encontrando bastante fruta la cual no pensó dos veces y se la comió.
Ahora se disponía a volver a su habitación, ni siquiera le llamaba la atención registrar todo el castillo porque pensaba que las habitaciones de su padre y hermanos eran como la suya.
Caminó por los pasillos hasta que pasó por una ventana enorme la cual en un principio pasó desapercibida pero luego retrocedió sus pasos al darse cuenta de lo que era. Se acercó sorprendido, todas aquellas partes que el no podía ver del Reino, se veían ahí, era espectacular. -Wow... Dijo sorprendido. Y ahí es cuando una idea pasó por su cabeza: Salir del castillo. Al principio dudó y retrocedió pero luego lo pensó, su padre, hermanos y personal del castillo no estaban, los guardías solo defendían la parte exterior del castillo y si salía a gran velocidad, sería confundido con ave gracias a sus enormes alas.
Además, en esas ocasiones en las que su padre se iba con sus hermanos, significa que tardaría hasta el día siguiente en regresar.
Y entonces, abrió la ventana, tomó impulso y salió volando a toda la velocidad posible.
Voló hasta llegar al bosque, donde decidió aterrizar.
Ese bosque estaba lleno de arboles y de flores de Bugambilia, también habían animales que Athelred solo habia visto en los libros de su habitación.
Caminó y caminó hasta que encontró un pequeño cendero el cual siguió. Mientras caminaba, escuchaba el canto de una mujer a lo lejos, lo que le despertó la curiosidad y le hizo ir a ver de quien era la voz.
Hasta que pudo ver la figura con más claridad, se trataba de una chica de más o menos su edad sentada en la orilla remojando sus pies en un estanque. Athelred fue acercandose poco a poco intentando no asustarla.
La chica era realmente hermosa a vista de Athelred, remojaba sus pies mientras cantaba y no le importaba mojar el lindo vestido de princesa que usaba.
De hecho, ese vestido eran justo como los que su hermana usaba, lo que le hacia pensar que esa chica era una princesa.
Cuando ya estaba lo suficientemente cerca, Athelered habló. -Oye...-
Y evidentemente, la chica se asustó.
-¡Alejate! ¡¿Quién eres tu?! La chica se levantó y le lanzó un hechizo a Athelred el cual por fortuna esquivó.
-E-espera, d-dejame- La chica seguía lanzando hechizos. -¡Voy a llamar a mis guardías si no me dices quien er-
-¡Soy un Ragnarsson! D-dejame explicarte, yo...- La chica se sorprendió. -¿Un Ragnarsson? ¿Cómo no te conozco? Athelred se alejó un poco. -Mi padre, el Rey William y mis hermanos me han mantenido oculto, es una larga historia... La chica bajó la guardía.
-¿Cuál es tu nombre?
-Mi nombre es Athelred... Y en ese momento la chica le creyó puesto que el nombre era idéntico al nombre de los otros dos principes que ya conocía. -Bien, te creo...
Dijo. -Soy Helga, princesa del Reino Eriksson. Y en ese momento Athelred recordó el Reino lejano que habia visto mientras volaba.
-¡Oh! Eres de ese Reino lejano del Sur, ¿cierto? Helga se confundió, ¿a caso el nunca había salido de su casa? -Sí, así es... Dijo. -Disculpa que te lo pregunte, nunca había salido del Castillo antes, aproveché que mi hermano y mi padre no están para salir. -Sí, sé que tu padre no está... Está en mi castillo, de hecho. Athelred se sorprendió.
-¡¿En serio?! Debería irme, si me ve aquí, el me va a matar... -No le diré nada, tranquilo... Vine aquí porque no soporto a tu hermano Athelwulf... No te ofendas pero es un cretino.
—No me ofendo... Dijo. —Te entiendo, sé lo molesto que es Athelwulf... Helga suspiró. —Pero tengo que aguantarlo... Ya sabes, me obligan a casarme con el... Athelred se sorprendió. —¡¿Tienes que casarte con el?! Mierda, creí que mi padre era malo pero no pensé que tanto... Helga se rio un poco por el comentario. —Bueno, las razones de porque quieren casarme con tu hermano son para que tu Reino y el mio sigan siendo aliados y para conseguir un heredero capaz de controlar la magia de la Creación y la magia de la Destrucción. Athelred se confundió por completo.
—¿Dices que hay más magia a parte de la Destrucción? Y ahora era Helga quien estaba confundida, ¿cómo no iba a saber eso? —¡Claro que la hay! Hay 4 tipos de magia: Creación, la cual es la de mi Reino, Destrucción, la de tu Reino, Transformación que pertenece al Reino Ivarksson del Este y la Manipulación que pertenece al Reino Sigurdsson, no puedo creer que no sepas est-
—¡¿Hay más Reinos?! Preguntó sorprendido. —¡Pues claro! Además de los Reinos que hay en nuestro país, hay más Reinos alrededor del continente, hay un Reino Ragnarsson en el Sur, otro en el Este y otro en el Norte y así sucesivamente con mi Reino y con el Ivarksson y el Sigurdsson. Athelred estaba sorprendido, a penas y se enteró que su familia tenía magia, su cabeza iba a explotar por tanta información. —No tenía ni idea... Ayer mi hermano me contó sobre la magia de la Destrucción y todo eso pero nunca me habia contado algo como que habían más Reinos y más magia... Helga sonrió por la ingenuidad de Athelred. —Sí, ya me di cuenta pero está bien, el te contará con más detalle más adelante seguramente... Dijo.
—Entonces, Athelred... ¿cierto? Cuentame sobre tí... ¿Eres parte de los cuatrillizos, no? De seguro debes llevarte bien con ellos... Athelred se rascó la cabeza nervioso. —N-no exactamente pero son mis hermanos mayores y debo soportarlos... Nunca he salido del Castillo a excepción de hoy, siempre quise conocer mi Reino y conocer cada rincón de el, solo he podido verlo desde la ventana de mi torre y se ve tan espectacular...
—¿Amas a tu gente? Athelred sonrió.
—¡Sí! Bueno, ellos no saben de mi existencia pero a pesar de no conocerlos... Yo los amo, Alfred y mi padre hacen muchos sacrificios por ellos, son realmente encantadores.
Helga estaba sorprendida por dentro, Athelred era tan inocente, veía la amabilidad de la gente a pesar de que probablemente ellos lo odiarían si lo conocieran, era un completo ingenuo y le causaba ternura. —¿Nunca has podido salir de tu Castillo, entonces? Preguntó con toda la intensión de que el siguiese hablando, definitivamente el era muy diferente a sus 4 hermanos, mientras que odiaba a Judith por lo egocentrica que era, a Athelwulf por avaricioso, egocentrico, egoísta y malicioso, a Aethelstan no lo odiaba pero no entendía porque era tan callado y en cuanto a Alfred, tampoco lo odiaba pero no le caía bien, en pocas palabras, Athelred era distinto.
—Nunca habia podido salir, siempre estuve encerrado en mi cuarto y de hecho, a pesar de que me han golpeado y hecho muchas cosas en ese lugar, es el único lugar donde no tengo que pedir permiso para estar adentro y ser yo mismo cuando mi padre no está ahí. Estoy feliz por haber salido del Reino y poder explorar un poco... Me gustaría ver más animales y hasta tocar el cespéd con mis pies, según los libros no se siente mal... Helga estaba sorprendida, Athelred contaba todo con la menor importancia, las personas que conocía contaban sus problemas con el mayor victimismo posible incluso si ellos eran los culpables, en cambio Athelred, contaba todo con menor importancia y como si se tratase de algo trivial nunca habia conocido a alguien así. —Mmm... Puedo ayudarte con eso pero no hoy... Miró al cielo. —Son las 10:30 am... ¿Qué te parece si vienes mañana a las 9 am? Tengo una idea divertida. Athelred sonrió emocionado. —¡Claro! Tendré que arreglarmelas pero aquí estaré... ¿Cuál dijiste que era tu nombre?
—Helga, Helga Eriksson del Sur. Athelred tomó la mano de la chica y la besó en agradecimiento.
—¡Gracias por ayudarme! Dijo. Helga sonrió. —No hay de que...
Y de repente empezaron a escucharse a lo lejos caballos y guardías buscando a Helga. —Ugh, genial... Dijo con molestía. —¿Qué pasa? Helga suspiró. —Debo irme, mi padre me mandó a buscar... Dijo.
—¿Te veo mañana? Sonrió. Athelred le devolvió la sonrisa. —¡Claro! Aquí estaré. Ambos estrecharon sus manos y Athelred se fue volando justo unos segundos antes de que los guardias llegasen y pudiesen verlo, luego se llevaron a Helga y la regresaron a su castillo.

Jewels (En correción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora