Al día siguiente, Edmund recibió una nota de parte de la familia Stratford, mediante la cual fue invitado a cenar. Así que, a las seis de la tarde se encamino rumbo a la residencia de Hasting.
En vano habían sido sus intentos de serenarse la noche anterior y huelga decir que casi no había dormido nada. No podía dejar de pensar en Gabrielle y en la latente posibilidad de no poder casarse con ella. Le constaba que ella también lo amaba, de eso no tenía dudas, pero existía la posibilidad de que su madre lograra manipularla, como siempre lo había hecho, y convencerla de que el solo era un oportunista. Aun así, se aferraba a la idea de que ese tiempo que pasaron juntos, le había servido a ella para conocerlo un poco mejor y saber que él no era capaz de algo así. Esperaba que fuera así. Porque sino el golpe seria duro de afrontar. Como si no fuera ya suficiente con todo lo que sentía de golpe, sin saber cómo dirigir sus emociones y sin saber cómo proceder. Pero de algo estaba seguro, amaba a Gabrielle con todo su ser y lucharía por su amor hasta el final.
Le sorprendió la manera en la que fue recibido. Apenas hubo ingresado, la marquesa lo guio hasta la sala de estar donde ya se encontraba su esposo y Gabrielle. Ella lo había saludado con cordialidad. Hasta había sonreído, algo que no se hubiera podido imaginar ni de haberlo intentado. El marqués también lo saludó con muchísima más amabilidad de la que estaba acostumbrado así que él se sintió confundido de inmediato.
-Gracias por venir –dijo la marquesa cuando los cuatro estuvieron sentados. Gabrielle estaba sentada junto a su madre, y Edmund lo hizo junto al marques-. Yo sé que que tal vez le cueste disculpar mi actitud tan poco amable del día de ayer, pero le ruego que lo haga. Le pido que disculpe mi comportamiento y todo lo que he dicho. Ahora comprendo que debí darle la oportunidad de hablar y explicarse con tranquilidad, al fin y al cabo, lo conocemos, lord Campbell, sabemos que proviene de una buena familia y que es un buen muchacho. –la marquesa se permitió esbozar una sonrisa que lo descolocó aún más.
Edmund parpadeó un par de veces antes de hablar. Desvió la mirada hacia Gabrielle y vio que ella sonreía con cierta timidez. Se la veía emocionada, probablemente su madre ya le había mencionado que se disculparía con él o quizás lo estuviera haciendo a petición de ella.
-Bueno, acepto sus disculpas, lady Stratford. Comprendo que usted desconfiara de mí porque desea proteger a Gabrielle pero como se los dije ayer, yo amo a su hija y eso es lo que me impulsó a querer casarme con ella. No tengo intenciones ocultas ni mucho menos deseo aprovecharme de ella.
-Por mi parte, tiene todo mi apoyo, lord Campbell –dijo el marqués y Edmund notó de inmediato que él hablaba con sinceridad-. Nada me gustaría más que ver a mi hija casada y siendo feliz con el hombre que ama y que la ama.
Las palabras del marques le infundieron valor, además, nunca lo había visto así como si de verdad estuviera emocionado.
-Estuve hablando con mi hija –continuó la marquesa después de un momento de silencio-, ella sabe que todo lo que hago lo hago por ella y espero que usted también entienda eso, lord Campbell. Así que, yo estoy dispuesta a aprobar esta unión entre mi hija y usted pero con algunas condiciones. Gabrielle es mi única hija y bajo ningún motivo permitiré que salga herida o que su nombre quede manchado por alguna imprudencia.
Edmund asintió aunque frunció ligeramente el entrecejo. Ella continuó:
-Por lo tanto, Gabrielle ha accedido ya a mi primera condición.
Al escuchar esto, Edmund le dirigió una mirada de interrogación a Gabriele y ella le hizo una seña de que guardara la calma y que siguiera escuchando a su madre. Así lo hizo.
-¿Cuál es esa condición? –preguntó el con cautela.
-Deberán esperar que pasen tres meses antes de anunciar el compromiso y posteriormente contraer matrimonio.
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¿Y si fueras tú?
Romance2DA. ENTREGA DE LA BILOGÍA: "SERENDIPIA" Desde que Edmund Campbell, conde de Somerset, la vio en aquella mascarada, decidió que descubriría quién era la dama del antifaz rojo. Y como si se tratara de alguna jugada del destino, desde aquel momento c...