Edmund frunció el entrecejo y lo observó alejarse. Se encogió de hombros y volvio a centrarse o, más bien, a buscar a Gabrielle con la mirada. Ella estaba bailando con Dimitri. Eso estaba bien, al menos significaba que él se encontraba cada vez mas cerca de salir de esa situación en la que se había metido y que, si las cosas seguían ese curso, pronto ya no tendría por qué preocuparse. Ya no tendría que verse obligado a pasar tiempo con ella, o a ser blanco de sus gélidas miradas o a reírse de ella cada vez que se ruborizaba a causa de algo que el le decía…en síntesis, su relación iba a volver a ser exactamente como antes, es decir: no habría tal. Él se llevó la copa a la boca y bebió un trago generoso mientras asimilaba eso. Entonces decidió que quería salir afuera. Y así lo hizo. Se deslizó entre la multitud y salió por la puerta principal. Por un segundo pensó que tal vez lo mejor era irse, pero por otro, sentía curiosidad. Así que, empezó a seguir un sendero que sin dudas llevaba al jardín. Recorrió el lugar con la mirada y se imaginó a una lady Gabrielle sentada en el banco cercano leyendo o tomando el te.
-¿Qué haces aquí, querido? Por un momento creí que te habías marchado –alguien habló a sus espaldas y Edmund se giró, asustado.
Lady Stevenson lo mirada curvando sus rojos labios en una sonrisa coqueta y divertida a la vez. Edmund puso los ojos en blanco sin poderlo evitar. ¿Cómo se le ocurría seguirlo hasta alli? Definitivamente esa mujer no estaba en sus cabales.-¿No se da cuenta de lo imprudente que es que usted venga junto a mí? –le dijo sin miramientos. No estaba de humor como para suavizar sus palabras.
Ella lo miró sorprendida y apretó los labios de manera instantánea.
-¿Y ese tono de voz? –preguntó- ¿acaso te molesta mi presencia, Edmund?
-Sí, me molesta. Y mucho, valga decirlo –replicó él con exasperación.
Ella abrió la boca y lo miró con las cejas muy arqueadas.
-¿Qué has dicho?
Edmund se pasó una mano por los cabellos y solto una exhalación.
-Mira, Agnes, lo estuve pensando mucho y creo que no debemos seguir con esto. Es incorrecto.
-No…Edmund, no puedes estar hablando en serio. –dijo ella negando con la cabeza y viéndose, de repente, vulnerable.
-Lo digo muy en serio. Sabes que es lo mejor. Debemos dejar esto antes de que se salga de control.
-Tú sabes que tengo todo lo que necesitas, cariño. puedo darte todo el amor y la comprensión, lo sabes.
Edmund no quería decirle algo que pudiera lastimarla, porque al fin y al cabo, ella no tenía la culpa de nada.
-No lo hagas mas difícil, Agnes. Ya, mejor, déjalo así. No es el momento ni el lugar para hablar de esto.
-Pero yo te necesito, Edmund –ella se acercó a él en un movimiento impulsivo y lo sostuvo de las manos, mirándolo con ojos implorantes.
-no, no me necesitas, Agnes. Solo te has acostumbrado a estar conmigo. Pero eres una mujer hermosa, increíblemente hermosa. Encontrarás un sustituto para mí en menos tiempo de lo que te imaginas –el se permitió sonreir a pesar de que las expresiones de ella no se lo hiciera nada fácil- de verdad, no te agobies.
-¿y tu? ¿ya has encontrado una sustituta para mi? –pregunto ella con ironia y evidente resentimiento- se trata de la hija del marques de Hasting, ¿cierto?
Edmund soltó una exhalación y se deshizo de su agarre.
-No, no tiene nada que ver con ella. Nunca sentí nada por ti. Nuestra relación estaba basada en el deseo, nada más.
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¿Y si fueras tú?
Romansa2DA. ENTREGA DE LA BILOGÍA: "SERENDIPIA" Desde que Edmund Campbell, conde de Somerset, la vio en aquella mascarada, decidió que descubriría quién era la dama del antifaz rojo. Y como si se tratara de alguna jugada del destino, desde aquel momento c...