En la pequeña casa con muchísimas cosas más para sobrevivir y entretenerse se encuentran ambos, Jenna prepara una ensalada con queso, Andrew se encuentra encerrando en un círculo la vivienda para poder ocultarla con la magia.
De camino a su escondite Andrew sintió una fuerza que no tardó en mostrar como si le hubiesen dado el regalo deseado, a la mitad del camino se echó de rodillas sobre el suelo y enterró las manos en la tierra haciendo crecer maleza sobre ellas.
Algo tan magnífico para él significaba que parte de ella estaba volviendo, intentó aparecer algo en sus manos y a duras penas logró materializar un encendedor logrando que una gran sonrisa pintase su cara.
Ahora al menos podían vivir como en un hogar, aunque escondido de la sociedad y de cada persona mala que quiere llevarlos a la perdición. Como siempre ha sido en la mayoría de sus vidas.
—Es difícil mantener el orden cuando el lugar es... ―dice Jenna al verlo entrar con la mirada perdida, para cuando ve sus manos rojas sosteniendo un encendedor. ― ¿Todo bien?
―Yo...
― ¡Estás sangrando! ―exclama preocupada acercándose a él para observar su nariz, un hilo de sangre corre por su puente hasta la barbilla para gorgotear al piso.
Cuando sus manos tocan su rostro pasa la magia, la ve a ella intermitentemente, ve a Jenna y Scissa en la misma posición preocupada por él, su estatura le da la oportunidad de poder observarla y detallarla.
No es el único, Jenna lo ve atentamente intentando ver el problema, pero no luce ninguna contusión, no tarda en observarlo de manera diferente, sus bellos ojos azules expresan esas emociones que jamás ha visto en la vida real. Extrañamente ve su rostro sin cicatrices de la misma manera que él, intermitentemente.
El cabello profundamente negro, ojos azules, piel lisa, mandíbula marcada, la dureza de una persona expresada en pura miel, suelta su fuerte agarre que ejercía sobre sus mejillas lentamente, suaviza su mirada.
El amor no provoca ansiedad ni preocupación, sino una explosión de serotonina y emoción.
Cada segundo, nota algunos lunares esparcidos por su rostro que no recordaba, relaja sus dedos para pasarlos por los relieves de su piel, esas cicatrices han sido dolorosas, no tanto como la pérdida de su esposa e hijos.
Andrew pone sus manos en la espalda baja de Jenna dejando caer lo que traía en la mano, cada vez se ven más cerca, más detalles hasta que no pueden mantener sus ojos abiertos. La respiración se mezcla y se funden en un beso, en el beso más espeso que han podido experimentar, donde cada detalle de sus labios se siente, es como si sus almas bailaran.
Sube sus manos y se envuelven en ella para abrazarla y pegarla lo más posible de él, chispas corren por sus dedos, su corazón corre demasiado rápido, quiere impregnarse de ella cuando ella solo puede sentirse en casa bajo sus brazos.
Un gemido contento sale entre el beso de parte de ella, algo que enciende en llamas el corazón de Andrew y no quiere parar profundizando el beso, sujetándola cada vez más fuerte.
Suelta su rostro para agarrarse de su cuello donde él la carga como mucho tiempo lo hizo.
―Te amo, Scissa. ―dice sobre sus labios con el corazón latiendo a cada palabra de una manera alocada, su esencia siendo repartido entre ambos en un ambiente endulzado por ellos.
―Yo... Yo siento que te conozco de toda la vida, q-que he estado aquí de hace años cuando hace tres días no tenía idea de nada...― dice Jenna respirando pesadamente sobre su boca, abre los ojos al mismo tiempo que él para ver esa ilusión brillando en sus iris dilatadas.
―Te esperaré el tiempo que necesites, incluso te esperaría otra vida más con el simple hecho de volver a verte completa. Eres un ángel Jenna y sé que Scissa vive dentro de ti, son ustedes, eres tú el amor de mi vida. ―su voz es rápida, con emociones y necesidad, necesidad de volver a juntar sus labios.
―Lamento que esto no salga como quieres, Andrew, pero siento en mí un fuego que me consume, me gustaría que fuese de otra manera, pero siento que consume quien soy. ―siente remordimiento al contar eso, no quiere lastimarlo.
― ¿Quieres hablar al respecto? ―suspira preocupado de cómo sonó.
― ¿Podría ser en otra ocasión? Yo quiero... besarte otra vez. ―se vuelve a estirar para llegar a sus labios con su ayuda.
(...)
El nuevo hogar está en un silencio sepulcral, todo está ordenado y a pesar de no haber nadie se percibe su familiaridad, un silbido rompe con el orden, lo hace temblar a pesar de su tenue ruido.
En todo el pueblo los perros comienzan por ladrar, rompiendo la paz del lugar entero, algunas personas salen de su casa para saber qué es lo que molesta a sus mascotas, pero solo siente el aire gélido y los colores azulados y amarillentos de un frío atardecer.
Jenna y Andrew no lo notan, estos se encuentran en los géiseres en medio de la nada, comiendo y viendo el sol bajar, entre ellos hay una neblina más espesa que la de los géiseres, esa neblina de un sueño.
Tras los besos que se dieron era como volver a unir dos piezas con un corte perfecto, recuperando el sentido entre años de inconsciencia.
Era perfecto, la manera más hermosa de volver a su destino, pero detrás de las sonrisas tontas y las miradas consecuentes entre ellos nacía el hedor de la furia, de la maldad.
Se están acercando.
[En algún lugar a las afueras]
—Arde...— dice con dolor una gruesa voz, lastimada por los últimos alaridos que dio en lo profundo de las llamas.
—Las primeras veces en el tiempo congelado suele pasar. —dice otra voz, igual de lastimada, rasposa y como lo dice, sabia. Un viejo que ha recorrido lo imposible.
Su apariencia es tal cual su voz, su cuerpo cadavérico se está pelando, piel chamuscada dejan ver huesos negros tan brillantes como la obsidiana pulida.
—Conocía el dolor, pero nunca pensé que acá arriba era peor. —vuelve a hablar la primera voz, regularizándose, respirando como si el aire le quemara en sus nuevos pulmones que están carbonizados, inservibles, pero por una mágica razón se expanden y contraen con un crujido asqueroso.
— ¿Peor? Aquí es campo libre. —escupe sangre a cada palabra el más sabio, de rodillas con los dedos enterrados en la tierra húmeda y engusanada. —Hay más entradas a los infiernos caóticos y calmados como el vacío puro.
— ¿Hay una entrada al paraíso? —pregunta con sorna el chico de huesos grises.
—Es peor para nosotros si la encontramos, y no por el amo. —termina de decir el de huesos negros. —Hay dioses, dioses que son peores que satanás.
Ambos logran pararse casi al mismo tiempo, su cuerpo cada vez cruje menos, sanando en un dolor inhumano y agonizante.
—Venimos a cumplir con nuestra misión. —suelta el de los huesos negros exhalando cenizas con un gruñido animal. Tensa los músculos y una toga negra sube por sus pies cubriendo su cuerpo.
—Scissa. —suspira el inexperto.
—Y Xantus. —completa el sabio.
***
Hola.
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La Maldad: Andy Biersack
FanfictionJenna tenía una vida en lo que cabe normal, trataba de ignorar todos los sucesos porque en la iglesia le repetían. "El diablo siempre te hará temer, pero no debes de ceder" Hacía su máximo intento, pero sencillamente llegó un punto donde no pudo seg...