Era tenebroso cómo las ramas se movían al son del silbido del viento, a la vez era relajante, pero mis nervios estaban crispados, una hora corriendo de una sombra que nunca dio la cara y aún así me aterrorizó todo el camino a casa.
Ni siquiera he podido llegar a casa, temiendo que supiera mi dirección seguí de largo, había sido una estupidez, vivo a las afueras del pueblo y más allá de mi casa eran árboles, árboles, árboles y rocas. Era el bosque más frondoso de Islandia, obviamente no lo pensé al momento de ver mi casa y pensar que estaba en más peligro si entraba.
Ahora me encuentro andando por los árboles, perdida y sin ganas de seguir, aquella sombra ya no me sigue, pero un miedo increíblemente insano continúa en mi cuerpo, a cada movimiento extraño pego un brinco de medio metro de alto.
A lo lejos veo una pared uniforme, no parece ser una casa. Avanzo con rapidez entre las ramas y troncos en el suelo, me encuentro con una zona sin árboles, una gran pared de piedra, un cerro para ser exactos. Hay musgo trepando de esta y humedad corriendo por ella.
Escucho pasos a lo lejos, asustada comienzo a subir, tomando con fuerza las rocas, aunque el musgo me impida mejor agarre, escucho murmullos ininteligibles viniendo de abajo, no volteo y continúo con la ardua tarea de escalar sin matarme. El frío viento empuja el cabello a mi rostro, escupo y muevo mi cabeza para alejarlo, cuando logro tener la vista despejada tomo una roca cercana, algo húmeda se cae haciéndome resbalar, pero no caigo. De donde cayó la roca sale un chorro de agua, no muy grande, pero bastante cómo una manguera entrecerrada, cae en mi rostro y eso es mi molestia. Trepo con rapidez hasta arriba. Veo abajo. Mala idea, vuelve a decir mi cerebro.
La sombra muestra su rostro, un hombre caucásico, ojos azules, una boca delgada y rosa y cabello negro como la noche, tiene una mandíbula firme y facciones muy marcadas, eso no es algo que digas que es aterrador, sin embargo, la mitad de su rostro está cicatrizado con líneas rectas, sangre brota de la parte superior izquierda sobre las cicatrices, seguramente por el golpe de la roca que dejé caer. Su cuerpo está cubierto por una toga de color vino, noto que bajo ella tiene el pecho lleno de tatuajes descubierto.
Sin esperar más doy vuelta para encontrarme con lo menos esperado, el musgo recorre todo un paisaje hasta volverlo tierra y césped, la enorme luna alumbra y me hace ver con más claridad todo, hay una bajada empinada que te lleva a un lago pequeño, a la lejanía se logra ver hielo sobre más pequeños estanques, hay colinas cubiertas de césped, a lo lejos se ve el vapor de aquellos géiseres que son famosos en Islandia, creo que el pueblo no sabe que subiendo el enorme cerro te puedes hallar esta belleza.
Corro al ver su mano sobresalir en la cima, me alejo y caigo por la bajada, a varios metros de caer me sostengo del césped, me pongo de pie, tomo otro camino, en vez de seguir recto me escabullo a la izquierda donde hay arbustos y empiezan árboles. No tantos como para no permitir ver más allá.
― ¡Jenna Asgar! ¡Para antes de que te atrapen los malvivientes del demonio! ―su voz exclama alto, hace eco en la cima, su voz es ronca y aterradora. Me quedo quieta observando cómo me ve con enojo, me dejó petrificada. Antes de volver a retomar mi camino se encuentra más cerca de lo esperado. Muevo fuertemente mis piernas, una se mete sobre la otra haciéndome tropezar y caer por la colina empinada. Sintiendo un dolor enorme en mi cabeza por todas las vueltas y los golpes trato de moverme, pero mi cuerpo adolorido no me lo facilita, ante el miedo vuelvo a estar presa y el poco amigable hombre toma mis piernas y mi espalda, me levanta al estilo nupcial.
Mi vista borrosa poco alcanza a verlo, está viendo el camino sin darme una mirada maquiavélica o de comprensión, tapo mis ojos y tallo mi rostro buscando claridad.
― ¿Qué quieres? Por favor suéltame. . . ―murmuro ida, viendo que ni mis dolencias, ni su actitud ceden me dejo llevar y enfoco mi mirada a donde me lleva.
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La Maldad: Andy Biersack
Fiksi PenggemarJenna tenía una vida en lo que cabe normal, trataba de ignorar todos los sucesos porque en la iglesia le repetían. "El diablo siempre te hará temer, pero no debes de ceder" Hacía su máximo intento, pero sencillamente llegó un punto donde no pudo seg...