Capítulo Cinco.

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―Vi el espejo y me encontraba diferente, estábamos en un gran salón que era parte de un teatro, me hablaste bonito, me dijiste: Siempre serás mi luz en este agujero negro, siempre serás el motivo por el que vivo y el motivo por el que muero... ―susurro repitiendo el momento en mi cabeza. ―Tú...tú me haces sentirme vivo, aunque tenga una estaca en mi pecho, una bala en mis entrañas o esté ardiendo en las llamas. Comencé a recordar esos sucesos, era como estar ahí... Tuvimos un hijo que nos asesinó por ¿...la casa? ―digo con dudas, asiente riendo con una mueca.

―Ejek siempre fue muy codicioso, teníamos mucho qué heredar y no quiso que fuéramos justos y darle a cada quien lo que se merecía, aún teníamos ocho hijos más. Cinco mujeres, tres hombres y Ejek. Éramos alemanes. En nuestra vejez decidimos dar nuestras más valiosas cosas a nuestros otros hijos porque él no lo merecía, no lo dejamos sin nada, le dimos la casa y demás, pero fue malagradecido. ―dice encogiéndose de hombros.

―Vi como nos creyeron vampiros, también vi como nos quemaron por ser "brujos", fue... demasiado rápido. ―comienzo a limpiar mis uñas pensativa.

―Seis veces fuimos asesinados y en cuatro de esas veces fueron rápidas, dos de ellas fueron largas y dolorosas. Las peores. ―musita afectado por los recuerdos.

― ¿Por qué me mataron en el teatro? ―pregunto confundida al recordar al que me disparó.

―Éramos ricos, amados por todos, habíamos hecho obras exitosas y demás... Nos hicimos ricos porque empezamos escribiendo obras, luego íbamos buscando quién nos patrocinara la actuación, hasta que Rodolfo Valentino en su fama se enamoró de nuestra obra y pagó lo necesario para que se realizara y la compró, por último. Murió en el año '26, no pudimos verlo, en el año '22 fuiste asesinada, me volví loco y no pude ocultar lo que podía hacer, me suicidé con la misma arma con la que fuiste asesinada. Quien disparó era el dueño del teatro, lo iban a embargar y cuando fuera del gobierno lo íbamos a comprar, se rehusó a pagar facturas y se rehusó a que lo quisiéramos comprar así que erradicó su último problema. Nosotros. ―tuerzo mi boca y asiento entendiéndolo. Lo veo unos segundos.

―Sentí muy bonito, Andrew... ―murmuro sonriendo, tomo asiento a su lado para empezar a curarlo, sonríe sin mostrar los dientes, podría verse un gesto poco emocional, pero le llega la felicidad a los ojos, mi sonrisa no se va de mi cara, saco un algodón y lo remojo en alcohol, en su herida con sangre seca lo presiono con cuidado, trata de no hacer una mueca mientras limpio su rostro, pero falla y cierra fuertemente los ojos. ―Lo siento.

― ¿Te digo algo? ―pregunta tenso, sesea de dolor. Asiento. ―Siempre he sido fuerte, pero el alcohol es mi debilidad. Hace mucho tiempo estábamos discutiendo porque solté a las liebres que íbamos a cocinar porque... ―ríe cerrando los ojos. ―porque no paraban de saltar por toda la jaula, estaban tan agitadas y saltaban por las rejas y me sentía enfermo, me dolía la cabeza así que las dejé ir y en cuanto salieron huyendo supe porqué estaban tan agitadas, había un maldito perro salvaje en la zona, estaba gruñendo por los animales y en vez de ir por ellos se me echó encima, me dio varias mordidas y me rasguñó el cuerpo, siendo muy torpe con ellos aproveché para tratar de matarlo, llegaste tú y lo controlaste, se fue super rápido. Luego en la habitación me estabas curando, pude aguantar las mordidas del perro, pero el alcohol que me echabas con violencia me hizo llorar. ―río imaginándome la situación, luego me pregunto el por qué estaba enojada si él estaba herido. Sonríe. ―Por las liebres, Jenna. ―dice con gracia.

― ¡Oh sí! ―exclamo riendo.

―Luego era lo único que teníamos esa semana porque aún no salía la cosecha, quedaban las únicas verduras que usábamos para el caldo o el asado, lo bueno es que eres la mejor... ―susurra viéndome embelesado. ―Guisados de verduras, una increíble sopa de berenjena y entre más. ―musita sonriendo, termino de limpiar su herida que no notó después de varias palabras, le pongo una pinzas de cinta para que la herida que estaba un poco abierta no le entre polvo o bacterias.

La Maldad: Andy BiersackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora