Capítulo Nueve.

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El menjurje llena una gran botella, el joven Quentin con una gran sonrisa socorre a su amigo con todo lo que necesita para su larga travesía escondiéndose del diablo.

Scissa se despide del par, iba a darle un beso a su esposo de toda la vida, pero sin querer el libro cae de su mano con la cinta húmeda del lago donde anduvieron, recupera Jenna su cuerpo y antes de darle el beso pone su mano en su pecho.

― ¿Qué acaba de pasar otra vez? ― cuestiona Jenna con los ojos llenos de lágrimas.

Andrew con desilusión la ve atentamente, tras una corta despedida donde Jenna yace confusa ante la nueva información parten a la casa de la joven después de despedirse de nuevo como Jenna, le da un gran sorpresa a Luci porque conoce a una Scissa diferente.

Caminan entre las personas con naturalidad, menos Andrew, que para ser quien tiene perfectamente metida la idea de que lucen como personas distintas camina con nervios viendo a todos aquellos que cargan con bolsas o trotan por la avenida.

Mientras ella está encantada volviendo a la normalidad, se siente como si no supiera nada de las antiguas vidas que está ahora segura de que ha vivido después de haber visto cómo Scissa la gobernaba y controlaba demonios dentro de una cueva en japón. Puede negarlo y pensar que está loca, pero no tras tener las pruebas de oro grabadas en las cabezas de los dos hombres y en la integrante que se unió, aquella que sacó de un capullo.

―Eh, calma, pasemos una tarde agradable y vayamos a comer para después ir por las provisiones. ¿Te parece? ―su voz es muy suave al hablarle, este la ve con una mirada desorientada, pero sonríe al verla feliz y tranquila, agarra con fuerza su mano y caminan a un paso lento. ―Te invito de la mejor comida que hayas probado. ―susurra con una sonrisa picarona e inocente al mismo tiempo. Andrew mete su mano al bolsillo buscando dinero, pero recuerda que olvidó llevar dinero del que guarda. ―Yo invito.

― ¿Traes dinero? Si no, puedo conseguir ahora mismo. ―dice con inocencia alzando ambas cejas, las cicatrices de su rostro se estiran un poco, parece ser que la Scissa que ha conocido le emociona ver a su alma gemela porque siente en el interior cómo una chispa que la hace sonreír enternecida. Esa sonrisa le debilita las piernas al hombre alto y pelinegro.

―Sí, bueno, tengo mi tarjeta de crédito, podemos ir a recoger al cajero del banco. ―asiente suavemente, dan la vuelta en la cuadra, a casi dos cuadras se encuentra el pequeño banco de dos pisos, al llegar a cajero mete la tarjeta, saca un poco más de mil dólares. ―Haremos las compras y pasaremos a mi casa por más cosas. ―dice bajo, salen del lugar, un par de personas los ven, tal vez porque nunca han vistos sus caras en el pueblo tamaño hormiga.

―No tendrás qué gastar en nosotros, hay mucho dinero de mi parte, esto de haber vivido mucho te deja tus medios. Cuando logré enterarme de todo de nuevo busqué joyas y dinero que dejamos enterrados en Australia, luego el tártaro me hizo el favor de surtirme durante meses mucho dinero para mantenerme esperándote. ―dice sin verla agarrando su mano firmemente, con su pulgar le masajea el dorso.

―No importa, hay mucho dinero en mi cuenta bancaria, por el momento. ―le sonríe cálidamente hacia él, tras unos minutos caminando lo lleva hasta un pequeño restaurante de comida rápida donde sirven ciertas especialidades caseras, hay un estofado de liebre que la ha cautivado, en el momento que se sientan y les sirven un platón con el aroma familiar Andrew casi llora, su sonrisa se ensancha tanto que sus ojos se ocultan y sus mejillas duelen.

Al probarlo gime extasiado, es tan similar al de ella, es como si sus manos lo hubieran hecho. Tiene el sabor más elaborado, pero aún así recuerda cómo su mujer cortaba las calabazas, sacaba las cebollas de la tierra al igual que las zanahorias, cortaba los tomates más rojos y arrancaba el laurel, recuerda cómo llegaba con la caza de liebres y su mujercita sonreía en grande al ver que su estofado iba a tener más que verduras. Le cortaba algunos pimientos y chiles para más sabor mientras ella meneaba la leña en esa vieja bombacha de siglos atrás ya que no quería quemar sus faldas. Le echaba vino tinto para que fuese prolongado su sabor, o le echaba del vino blanco con aceituna para que nos llenáramos.

― ¿Por qué esa sonrisa? ―le pregunta la pequeña chica con curiosidad, este en su felicidad no haya más que tratar de transmitírselo, al momento que se mete una cucharada a la boca toca su mano, mastica lentamente mientras en su cabeza pasa un recuerdo, ella sirviendo el estofado con la finta exquisita en platones tallados de madera, sentándose a comer en tronco tallado como mesa, igual unos asientos de troncos, todos tallados y cómodos, Andrew habla con emoción de cómo tuvo qué pelear con unos zorros por las liebres y ansiaba llevarse bien con los animales para poder cazar con tranquilidad.

―Mañana iré a pescar al lago, trataré de sacar un bagre o varios peces para poder cocinar algo más, un caldo de pescado. ―dice Andrew mientras se limpia el sudor con un pedazo de camisa rota, la comida ha estado tan buena que lo hizo sudar.

―Y yo me iré en busca de hiervas a surtirme, necesito yerbabuena, pimienta, cúrcuma y necesito ajo y jengibre. Será un día entretenido, antes de que te vayas necesito que me traigas algunos baldes de agua del pozo. ­―dice apuntándolo, este asiente acercando el tronco a ella para abrazarla y darle miles de besos.

Los ojos de ella recuperan vida, sus mejillas se ponen rosas.

―Es demasiado raro recordar nuestras vidas juntos cuando has pensado mucho tiempo que apenas inicias una. ―relame sus labios dejando el plato a un lado con muy poca comida. ―Me emociona, me intriga y me asusta, Andrew, todo esto me pone muy sentimental, estamos en peligro y estamos tratando de huir de algo más grande que unas personas, me siento en un mundo desconocido ahora, es como si nunca hubiera vivido en la realidad...― sus ojos se cristalizan una vez más en el día. ―por favor, no me dejes sola en estos momentos, por nada del mundo. ―pide al borde del llanto, eso toca el corazón de Andrew. Como en el recuerdo, acerca la silla a ella y la abraza.

―Por nada en este mundo te dejaré, aunque tenga qué jugármela de amo de los cielos y de la tierra, no te volveré a dejar y esta vez prometo que ni la muerte nos separará. 

* * *

Hello, espero les guste, he tardado un chingo, pero algunas cosas no procesan, allloveevaxoxo

La Maldad: Andy BiersackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora