Immortal She

Somewhere Across The Sea Of Time

¿No habían pensado quizás, que la caja de pandora no era más que una alegoría de la mente humana?, dicen que caos y hecatombes salieron de ella, pero no precisamente que el cerebro no se utiliza todo al mismo tiempo, ¿Qué pasa si es así? Y si ¿Es a esa hecatombe a lo que se refiere? Revelar aquello que tú propia mente decide ignorar. Norah era pandora, tratando de mantener cerrada la caja, pero debió abrirla o estallaría.

Iker detuvo el auto en el estacionamiento, había empezado a llover, llamó repetidas veces al número de Summer, tras varios intentos fallidos la frustración lo hizo maldecir a gritos, escondió su cabeza contra el volante, jadeó tratando de respirar, volvió a erguir su espalda y limpio su rostro con brusquedad, corroboró en el espejo retrovisor que no quedasen señales de su dolor, tomó el álbum de fotografías y salió del vehículo, la sensación de la lluvia lo invitaba a quebrarse, pero resistió, apretó el botón de la alarma y caminó a paso soberbio hasta el mesón de la recepción.

- Buenas tardes, vengo a ver a Norah - Comentó con su usual abulia a la recepcionista

- Al fondo, por el pasillo de la derecha - Indicó con amabilidad la mujer

- ¿Su oficina no es la de aquí? - Iker señaló una puerta cercana

- ¿Es usted Iker Sartré?

- Sí, ¿Porqué?

- Ella lo está esperando, al fondo, por el pasillo a la derecha, por favor

- Bien.

Iker hizo una muesca desinteresada y reanudó su andar. Tras cruzar la puerta del pasillo de la derecha todo se volvió lúgubre, la luz baja hacía más macabro el silencio que inundaba el pabellón. De todas las puertas de acero, una estaba abierta, por ese umbral una fría luz se extendía por el pasillo, dio pasos más lentos acercándose al umbral y echó un vistazo, la habitación le pareció extrañamente familiar y su cabeza bombeó dolorosa al punto de obligarlo a cerrar los ojos.

- Adelante - La voz de Norah lo invitó

- ¿A quién irritaste para que te desterraran a esta pocilga? - El azabache se detuvo a un costado de la poltrona frente al escritorio de Norah - ¿Y tú quien carajos eres?

- Hola Iker - El hombre de semblante tranquilo le sonrió con un grado de condescendencia

- Él es Marco, mi mano derecha - Comentó Norah y el hombre saludó desde su esquina con un movimiento de cabeza, Iker que no le dedicó siquiera un gesto, se sentó enfrentando a la castaña

- ¿Tiene que estar presente?, digo, esto es personal ¿No? - Iker solicitó masajeando su sien

- ¿Te duele la cabeza? - Indagó Norah al verlo y anotó en la libreta frente a ella - Puedo darte algo para eso

- Yo también, ¿Olvidas que soy Médico igual que tú?

- No, pero sé que eres reacio a tomar tu medicación

- ¿Porqué carajos me hablas así?, estás extraña, ¿Me analizas ahora?

- Lo siento, no he tenido un buen día - La expresión en el rostro de Norah era inusual, ni un solo esbozo de sonrisa, ni una broma, incluso su tono entusiasta fue reemplazado por una voz tétrica y de secos modos

- No me digas - Iker dejó sobre el enorme escritorio el álbum de fotos y se recostó en su silla - ¿También Alain está desaparecido?

- No... - Norah apuntó en su libreta

- ¡Entonces no sabes una mierda de tener un jodido mal día! - Luego de esa liberación con una alza en la voz de Iker, los ojos caoba de Norah dieron un fugaz vistazo a su colega que permanecía de pie en el fondo de la oscura sala, la lluvia caía incesante, el día monocromático era una oda a aquel color que él amaba con desquicio, tomó un largo respiro para luego exhalar lentamente todo el aire de sus pulmones, los azules ojos seguían las trayectorias de algunas gotas que se arrastraban por el cristal de la ventana, al tiempo que sus dedos daban golpes coordinados con el segundero del antiguo reloj de pared que se exhibía en el centro y lo alto del muro que daba sentido a la oficina, como el Dios que era y que juzgaba imperante a sus súbditos - Lo siento, nada de esto es tu culpa yo...