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Mione se movió por los vagones del tren buscando a sus hermanos. Ella había tardado un poco más en subir al estar charlando con los Señores Black y su hijo menor, Regulus. Fue aburrido porque le recordaban sobre el compromiso entre ambos y como tenía que comportarse. Finalmente después de sonrisas educadas y palabras llenas de cortesía, la dejaron ir.

Ahora estaba sola buscando a sus hermanos, completamente perdida en el séptimo vagón que revisaba.

Mione abrió un compartimento, mirando hacía dentro con curiosidad. Sus ojos chocando contra los de un niño de ojos color avellana que se parecía bastante a la versión pasada de Harry.

—¿Tempos? —ella desvío la mirada en dirección a la persona que la llamó.

Ella alzó el mentón y se enderezó en su lugar, mirando al niño con una mueca. No lo había visto desde que tenía nueve años en aquella fiesta de navidad.

Él había cambiado.

Ahora estaba un poco más alto, aunque era igual de delgado. Su cabello oscuro estaba más largo y era rizado de una manera hermosa, cayendo con gracia sobre sus hombros. Sus pomulos eran firmes y finos, labios carnosos y unos ojos grises impresionantes. Sirius Black era un preadolescente atractivo.

—Black. —saludó cortésmente.

Él chico le dio una mirada de cuerpo completo y le sonrió. Fue una sonrisa coqueta y burlona.

—Te ves bien, Tempos. —le dijo, guiñándole un ojo. —¿Te sentarás con nosotros?

Hermione lo miró incrédula. ¿Él idiota de verdad coqueteaba con la prometida de su hermano?

—¿Por qué lo haría? —ella preguntó de vuelta.

—¿Por qué no lo harías?

Hermione le dio una sonrisa fría. —¿No lo dije antes? No me junto con personas  tontas. 

Los ojos de Sirius brillaron ante la anticipación de una nueva pelea.

—¿Y cómo es que logras convivir contigo misma entonces, Tempos? —se burló, con su voz aristocrática que parecía exudar elegancia. —Quiero decir, para alguien que no pudo hablar correctamente sino hasta los siete años... No debes ser muy lista, ¿verdad?

La mirada de Hermione se endureció, brillando con una furia ardiente que normalmemte no se veía en ella. Al menos, no en esa vida. Sus cabellos de un castaño rojizo parecieron elevarse y destellar magia electrizante con su furia y ella se adentró al compartimento, dando unos pasos duros hacía Sirius.

—¡¿Cómo te atreves...?! —ella siseó, furiosa. ¿Cómo se atrevía ese gran idiota a burlarse de su problema? ¡No fue su culpa que hablar de una forma normal le costara tanto! Era su trauma el que no la dejaba, ¡no lo hizo por elección!

Sirius se inclinó hacía ella, mirándola con malicia.

—¿Toqué un punto sensible, gatita? —se burló, sonriendole de una forma que Mione odiaba. —¿Te molesta ser la Tempos menos... Inteligente?

Pero ella no se dejaría vencer por ese idiota. Claro que no. Su madre le había enseñado algo mejor que actuar como la Gryffindor imprudente que fue una vez, sobretodo cuando se trataba de Sirius que tenía el don de sacarla de quicio fácilmente. Su madre le había enseñado a dar golpes dónde más le dolía a la gente; a dar golpes para matar y acabar con tu oponente. Y eso es justamente lo que haría. Darle donde a Sirius más le dolía.

—No lo sé, —dijo con frialdad. —¿A ti no te molesta ser el Black más inadecuado? Oh, por supuesto que debe molestarte. —ella soltó una risa llena de malicia. —Quiero decir, hasta el momento, Regulus es mejor que tú en todo.

Hufflepuff House Tempos |Harry Potter|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora