Hufflepuff House Tempos |Harry Potter|

9

—Eres... Potter, ¿no? —Ron habló, mirando al chico. Una sonrisa amigable en los labios.

Se suponía que estaban en detención, pero a él ni siquiera le importaba. Estaba demasiado ocupado socializando como cumplir con la tarea que le fue asignada. Quiero decir, ¿Por qué pulir calderos si puedes charlar con las personas que podrían (o no) ser de utilidad para ti en un futuro?

James pareció sorprendido de que Ron le hablara. —Si.

Harry y Hermione compartieron una mirada, ambos en esquinas opuestas de la habitación. Los ojos de Harry brillaron como joyas, resplandeciendo como si fueran las más brillantes del lugar. Hermione, por otra parte, bueno, ella simplemente trató de no hacer evidente su disgusto. No funcionó mucho, a juzgar por la forma en que Sirius rodó los ojos al mirarla.

—¿Pensé que no me hablabas? —preguntó él niño de anteojos mirando a Ron interrogante.

Ron se encogió de hombros despreocupado. —Fue una peleíta tonta. ¿Por qué te dejaría de hablar por algo cómo eso? —él no pareció demasiado afectado por haberse peleado hace unos días. Probablemente ni siquiera le había importado pelearse, sin embargo, Hermione fue otra cosa. Ella arrugó la nariz con disgusto desde su lugar. Harry se río al verla, conociendo los pensamientos de su hermana con claridad—Como dice mio babbo, no nos amarguemos por tonterías. Además, ya te pegué en la cara. —continuó Ron, descartándolo con un movimiento de manos. —Eso fue suficiente para mí. No soy un chico rencoroso, pero...

—¿Pero...? —cuestionó James.

Sirius enarcó una ceja pareciendo curioso mientras barría el suelo con una escoba. No lo estaba haciendo muy bien en opinión de Harry, que era un experto en los quehaceres del hogar gracias a su pasado con los Dursley.

—Pero deberías tener cuidado con mi hermana, —aconsejó Ron. —ella golpea cuando menos te lo esperas.

—¿Qué tanto daño puede hacerme una niña? —James se burló.

—No lo sé, ¿te gustaría averiguarlo, Potter? —Hermione siseó, un destello de burla en su voz mientras lo miraba fríamente.

James alzó ambas manos en señal de rendición. No se iba a meter en problemas con una niña más pequeña que él, especialmente no mientras estuviera en detención con sus hermanos en ese momento y no cuando ella parecía tan decidida a lastimarlo si él seguía burlándose. Las brujas resentidas y cabreadas eran peligrosas, le había dicho una vez su padre. Y James no quería tentar a su suerte ahora.

Hermione comenzó a concentrarse nuevamente en su tarea de limpiar las mesas. Lo que sea. Todos esos idiotas podían irse a la mierda con su actitud.

Sí... Ella no estaba de muy buen humor ese día.

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La clase de pociones fue, indudablemente la clase favorita de Harry en esa vida.

Todas las cosas le parecían sencillas una vez que comenzaba a mezclar los ingredientes. Fue como cocinar y a Harry le gustaba cocinar. Por otra parte, la mayoría de las cosas que estaban enseñando fueron cosas que él (por razones obvias) ya sabía. Ahora bien, él sabía que resultaba fácil para él y para al menos uno de sus hermanos.

Hermione, como la cerebrito que era, era buena realizando pociones porque estas cosas ella ya se las sabía de memoria (aunque Harry no comprendía porque ella seguía estudiando como desquiciada de todos modos), pero Ron... oh, querido y gracioso Ron. Él era un tipo inteligente, de verdad. Harry lo sabía, lo podía asegurar con todo lo que tenía. Pero, así como era inteligente, Ron también era perezoso. No fue un secreto para nadie que Ron odiaba estudiar y que no lo hacía a menos que fuera realmente necesario (eso incluía solo los últimos días antes de un examen), incluso sus padres lo sabían. Y eso no lo hacía un idiota, no. Nunca. Pero sí lo hacía vago... y un estudiante promedio (lo que solía enfadar tanto a Hermione como a su madre), que casi rozaba lo mediocre. Ron simplemente fue Ron en clases, por lo que incluso si ya había pasado la materia del curso con anterioridad, ahora mismo estaba mirando confundido los ingredientes sobre la mesa y leyendo el libro de pociones.