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La cama se sentía más cómoda de lo usual. Estuvo dando vueltas dentro de la manta, buscando el punto que le mantuviera más caliente, hasta que su cerebro comenzó a despertarse. Abrió los ojos con la cara más perezosa que podía tener a esa hora, un gran bostezo saliendo indiscriminadamente de su boca mientras estiraba los brazos hacia arriba.

Tenía que levantarse, era lunes y si llegaba tarde otra vez... ¿lunes? ¿Cómo que ya era lunes si no recordaba haber terminado el domingo?

Se sentó de un tirón con la manta cayendo de su cuerpo y mostrando que se había puesto su ropa de pijama antes de acostarse. Se tocó el torso, confundido por cómo había terminado allí y porque no tenía ninguna memoria de la tarde anterior.

Giro la cabeza a un lado, y estuvo a un segundo de soltar un pequeño grito digno de una película de terror. Su reacción fue más de quedarse inmóvil, tragando saliva, conmocionado, sin poder apartar los ojos del chico que estaba sentado en la silla de su escritorio, mirándole de vuelta. Nunca le había visto, no lo conocía en lo absoluto; aun así, aquel chico emanaba un aire que resultaba ligeramente familiar. Luego de estar varios segundo en silencio, Jongho respiro profundo y hablo.

—¿Qué- qué haces aquí? —desde su punto de vista, era la pregunta más sensata que podía realizar.

El chico sonrió un poco, sin ofrecer ningún tipo de respuesta.

—¿Quién eres? ¿Qué haces en mi casa? ¿Cómo entra-

El chico se puso de pie mientras Jongho hablaba.  Su cabello rubio y su rostro de porcelana eran rasgos llamativos, por más que quisiera no podía apartar los ojos de su presencia. Se sentó en un espacio libre de la cama, no muy lejos de él, provocando que recogiera las piernas y se aferrarse a la manta con manos nerviosas.

—Estoy aquí porque tú me lo pediste, ¿recuerdas? —aquella voz era sorpresivamente diferente a la idea que se había hecho. Era profunda y grave sin llegar a sonar amenazante—. Mmm, no creo que lo recuerdes. Bueno. ¿Cómo está tu cabeza?

Jongho frunció el ceño. Su mano se movió a la zona mencionada, tocando hasta encontrarse con lo que parecía ser una venda puesta en la parte trasera. Un recuerdo vago y borroso cruzó su mente con la velocidad de un relámpago. La sensación de estar cayendo le traía un sabor metálico a la boca.

—¿Tú me...? —no logró pronunciar la palabra, no estaba seguro de que era lo que estaba tratando de decir. La sonrisa del chico se ensanchó.

—Ya no debería doler. Te la puedes quitar si quieres.

El reloj despertador en la mesita de noche provocó que ambos se sobresaltaran. Jongho lo detuvo con un manotazo. Eran las 7, hora de que se pusiera en marcha.

¿Cómo era posible que ir a la escuela siguiera siendo una prioridad para él cuando estaba en medio de una situación tan desconcertante? Encaró al chico para salir de las dudas de una vez por todas.

—¿Quién eres? —la pregunta, lejos que sonar intimidante, había salido con en un tono muy bajo. Tuvo una tardía realización de por qué no debía mirar a los ojos del extraño chico sentado en su cama.

Eran azules. Pero no cualquier tipo de azul; uno que sólo encontrarías en un pedazo de cielo despejado durante el crepúsculo. Una tonalidad que no se parecía a nada de lo que había visto en su vida. Algo en el fondo de su ser le decía que era capaz de mirar por horas y horas esos hermosos ojos.

El chico parpadeo, dándole a Jongho una oportunidad de apartar la vista de los hipnóticos ojos. Tragó saliva, cuestionando el último pensamiento que tuvo.

—Soy el hada protectora del bosque.

Ah.

Ah.

fairytale || jongsangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora