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La lluvia cesó cuando estaban en el sofá, diez minutos después de haber entrado a la casa. Jongho había buscado un par de toallas para los dos, porque está vez Yeosang no se había cambiado mágicamente la ropa. Estaba acurrucado en el asiento, su piel se veía más pálida de lo usual.

Jongho tuvo que dejar sus preocupaciones de lado para actuar de forma práctica, enfocándose en resolver cada situación correctamente. La alarma gigante que daba vueltas en su cabeza era pesada y molesta, pero sabía que no llegaría a nada si sólo intentaba callarla por la fuerza. Se cambio de ropa, puso una olla de ramen instantáneo a calentar, encendió la calefacción y por último le llevo una toalla al rubio.

Yeosang no se movió de su posición, le dirigió una mirada confundida al pelinegro.

—¿No estarás planeando quedarte así toda la tarde? —sabiendo que si sólo le daba la toalla sin más, Yeosang no sabría qué hacer con ella, se decidió a abrirla y rodearle el cuerpo hasta cubrirlo lo mejor que pudo—. No creo que te vayas a resfriar. Aunque, bueno... tampoco creía que fueras a desmayarte de la nada.

Le acomodo una parte de la toalla para que le cubriera el cabello y empezó a secárselo con cuidado. Ver a Yeosang en el patio, acostado e inmóvil bajo la cortina borrosa de agua, le había dejado una sensación desagradable. Se sentía vulnerable, quizá más que el propio Yeosang.

—¿Estás bien? ¿Puedes decirme que te paso?

Lo último que había salido de la boca del chico rubio había sido un "Lo siento" fuera de lugar. Jongho no encontraba un motivo para que tuviera que disculparse. Le ponía nervioso esa actitud silenciosa, era lo opuesto a la carismática forma de ser a la que estaba acostumbrado y estaba seguro de que no podía significar un buen presagio. Dejo que sus dedos hicieran formas en la cabellera oculta por la toalla, escuchando una gotera que caía al fondo del pasillo haciendo de música de fondo.

—Una vez me desmaye, en un partido de fútbol —comenzó a contar, con la mirada perdida—. Tenía once años. Era un partido muy importante, porque mis padres habían ido juntos a verme y yo quería impresionarlos. Estaba tan emocionado que no me fijé hacia donde estaba corriendo y me tropecé con otro chico. No me desmaye por eso; se me dobló el tobillo por el golpe y el entrenador dijo que lo mejor era que me quedara sentado para recuperarme. Cuando llegue a la banca y me enteré de que no podría volver a jugar, ahí si me desmaye.

Yeosang echo la cabeza hacia atrás, apoyándose en el pecho del pelinegro.

—¿Por qué?

—Hmmm, supongo que estaba demasiado triste era una excusa pobre. —en su defensa, durante su infancia había sido un niño que pocas veces se dejaba vencer por los sentimientos, los consideraba demasiado intensos para soportarlos sin salir perjudicado.

Los ojos de Yeosang parecían dos estrellas, le miraban con un resplandor singular.

—Yo... No estoy demasiado triste —las palabras que estaba expresando sonaban forzadas, se estaba obligando a decirlas—. ¿Recuerdas lo que te dije sobre la comida de las hadas?

Jongho asintió, dudoso.

—Las hadas no podemos quedarnos en lugares fríos. Nuestra energía se agota muy rápido y acabamos...

El ramen estaba hirviendo en la olla, haciendo que la tapa se levantara y cayera con un fuerte ruido.

—... muriendo.

Sus dedos, al contrario que los pensamientos coherentes en su cerebro, no dejaron de moverse. Asimilar esa información le produjo vértigo; tenía un nudo en la garganta y al mismo tiempo quería vomitar. Quito la toalla y dejó que sus manos se deslizaran por el cabello, bajando por el cuello y posándose en los hombros. Sus brazos encontraron la forma correcta y ahora estaba abrazando a Yeosang desde atrás, apretando un lado de la cara en el cabello rubio.

fairytale || jongsangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora