25- Shock

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Bianca Otamendi

Me levanté de la cama para ir a agarrar el celular que sonaba en la mesa, hoy había decidido no ir a terapia, es uno de esos días en los que el dolor y el cansancio me ganan y no quiero hacer nada.

Agarré el celular en mis manos y vi quien llamaba, no voy a mentir, me decepcionó un poco ver qué no era Juli, pero que sea Enzo hizo que no me sintiera tan mal.

Presioné el botón verde y llevé el teléfono a mí oreja.

-Hola Bian.
-Hola Enzo.
-¿Por qué no fuiste a terapia?

Suspiré. ¿Cómo sabe que no fui?

-Me siento mal, no quería ir.
-En un toque voy para tu casa y hacemos algo para que te sientas mejor ¿Si?

El siempre intentaba que yo no esté mal, eso me sacó una pequeña sonrisa.

-Dale, te espero.

La realidad era que Enzo ya debería estar en Portugal, pero había pedido unas semanas más para estar conmigo acá en Argentina. Mí hermano lo había intentado pero le dijeron que ya con dejar a Enzo era mucho así que tuvo que irse. Julián había pedido igual unas semanas, la diferencia es que casi nunca viene a verme, solo me manda algún que otro mensaje.

Fui hasta la cocina a prepararme un té, siempre me calmaba cuando empezaba a pensar en todo lo que pasó y las dudas me invadían.

¿Debería haber perdonado a Julián?

¿Julián realmente me quiere?

¿Por qué Enzo hace todo lo que hace por mí?

Me refregue los ojos con las manos y puse la pava eléctrica a calentar.

Me senté en la silla de la cocina y cerré los ojos concentrandome solo en mí respiración.

Cuando el ruido de la pava me avisó que el agua ya estaba caliente me levanté y busqué mí taza favorita, una que me regaló Enzo cuando estábamos en Qatar, es alta y simula ser la camiseta de Messi.

Puse el saquito de té en la taza y eché el agua. Me había acostumbrado a tomarlo sin azúcar y ahora me gustaba más así.

Tomé una cucharita y mezclé para que el saquito liberara todo el sabor del te que había elegido.

Escurri el saquito y lo tiré a la basura, tomé la taza y empecé a caminar hasta el sillón.

Cuando me senté le di un sorbo y suspiré placenteramente cuando el líquido caliente pasó por mí garganta dándome una sensación de paz.

Esa sensación de paz fue interrumpida por el celular sonando nuevamente sobre la mesa. Me paré con la taza en la mano y fui a agarrarlo.

Fruncí las cejas al ver qué nuevamente era Enzo

<¿Ahora que pasó?> Pensé.

Le di otro sorbo al té y atendí la llamada.

-¿Hola?- pregunté.

Una voz femenina que claramente no era la de Enzo empezó a hablarme. Mis ojos se abrieron de par en par y de mí boca no salía nada, sentía que no podía tomar aire por mí nariz, el oxígeno no entraba.

Dejé de escuchar lo que la mujer decía, solo escuchaba un pitido en mis oídos. Incluso tampoco escuché el sonido de mí taza favorita romperse en mil pedazos cuando la solté sin darme cuenta.

-¿Señorita? ¿Está bien? ¿Que fue ese ruido?- preguntó preocupada la mujer.
-Yo... El... ¿Cómo pasó?- hablé como pude.

Sentí las lágrimas juntarse en mis ojos.

-Un nene en bicicleta se atravesó y para no atropellarlo el volanteo y el auto se dió vuelta- explicó.

No podía decir nada otra vez, estaba en shock.

-Está siendo trasladado al sanatorio Otamendi, si desea puede ir, la llamamos a usted porque es el último contacto con quién el señor se había comunicado.
-Si, voy... A pedir un taxi y voy.

La mujer se despidió y yo corrí a mí habitación para ponerme algo no fuera el pijama que había llevado puesto casi todos los días del último mes.

Agarré una remera negra y el short de Enzo, era lo que más a mano tenía. Me puse mis zapatillas y salí corriendo a agarrar las llaves del departamento.

Abrí y al salir cerré con llave, entre en el ascensor sin siquiera pensarlo y presioné el botón de planta baja.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron salí desesperada y abrí la puerta principal del edificio en busca de un taxi.

Habían dos parados en la esquina así que corrí y entré en uno.

-Buenas, al sanatorio Otamendi por favor.
-Perfecto- presionó el botón para que empiece a contar y arrancó.

Varios minutos después llegamos, le pagué y entré corriendo a preguntar por Enzo.

-Fernandez- le repetí a la recepcionista.
-¿Enzo?
-Si.
-Perfecto, está en revisiones en la parte de emergencia, aún no puede verlo.

Suspiré.

-¿Y dónde está la sala de emergencias?
-Doble en este pasillo, hasta el fondo, a la derecha, después hasta que la pared sea verde y vaya a dónde el cartel le indique.

La miré unos segundos como esperando que todo eso haya sido una broma. Al parecer no lo fue así que intenté seguir las indicaciones.

Al llegar a las paredes verdes vi un cartel gigante.

Urgencias --->
<--- Enfermería

Sonreí y doble hacia mia derecha. Al llegar a urgencias volví a preguntar por Enzo. Me dijeron que cuando salga de observación lo dejarían internado en la habitación diecinueve así que me dirigieron a ella.

Al llegar me senté y cerré mis ojos mientras movía mí pierna de arriba a abajo ansiosamente.

No sé cuántos minutos pasaron hasta que escuché voces y vi a Enzo entrar en una silla de ruedas que era llevada por un enfermero.

Al verme sonrió, pero yo simplemente no podía dejar de mirarlo sin hacer expresión alguna.

Mí corazón empezó a acelerarse y parpadee muchas veces, no entendía lo que estaba pasando.

Enzo me miraba confundido.

Por un segundo dejé de mirar a Enzo para ver al enfermero y en ese momento la respiración se me cortó y me di cuenta.

Desde que llegué al sanatorio le vi las caras a todos.

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Oaaaa

Si Tu Marido No Te Quiere (Enzo, Julián y vos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora