24- Sanar

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Enzo Fernández

Ya hacía más de un mes desde el día en que todos llegamos preocupados al hospital tras el llamado de Nico.

Hacía más de un mes que Bian había perdido al bebé que tenía en la panza. Y también había perdido la capacidad de ver correctamente las caras de los demás.

Si bien tuvo un avance y los médicos estaban seguros de que con más terapia la prosopagnosia iba a desaparecer, ella se sentía agobiada y era completamente entendible, más aún cuando después del incidente a Julián le pintó hacerse el pobrecito y manipularla para que lo perdone.

Se reconciliaron a menos de una semana del problema y apenas ella aceptó perdonarlo a el pareció empezar a chuparle un huevo todo nuevamente.

Era un idiota y eso lo tengo claro, si yo estuviera en su lugar jamás la descuidaria. Y aunque no estoy en su lugar, estoy con ella siempre que puedo.

Tomé mí celular y la llamé. No tardó mucho en atender.

-Hola pupu.
-¿Cómo estás Bian?
-Acá ando- suspiró -¿Vos qué onda?
-Bien, por salir para tu casa.
-¿Eh? ¿Para acá venís?
-Obvio chanchi, te llevo helado.

No podía verla pero imaginé su sonrisa ante mis palabras.

-Bueno, te espero.

Me despedí y corté la llamada mientras llamaba al ascensor.

Salí del edificio y caminé una cuadra hasta la heladería que estaba cerca de mí departamento, ella ama los helados que sirven ahí. Pedí sus sabores favoritos y al salir llamé un taxi.

Al llegar al departamento de Bian toqué tres veces con pequeñas pausas intermedias, cómo solía hacer para que ella supiera que soy yo, a los pocos segundos me abrió.

Desde aquel dia sus ojos ya no brillan de la misma manera y las bolsas debajo de estás crecen cada vez más. Me mata verla así.

Alcé mí mano mostrando la pulsera que llevo en la muñeca y ella sonrió un poco.

Cuando más frustrada estaba por no reconocer los rostros de nadie decidí comprarnos unas pulseras rojas a juego, siempre que voy a su casa le muestro la pulsera para que esté segura de que soy yo.

-Hola Enzo.
-Hola linda.

No miento si digo que estoy cada día más loco por ella. No soporto ver lo triste que está.

Me dejó pasar y yo dejé el helado sobre la mesa.

Ella suspiró y se acercó a mí.

Las palabras sobran, logramos tener una conexión que nos permite hablar sin hacerlo.

Me miró unos segundos y dió unos pasos más hacia mí. Cerró los ojos y apoyó su frente en mí pecho. Al instante mis brazos la envolvieron de forma cálida y protectora.

-No sé que hacer- susurró.

Sabía que se refiere a Julián.

-Dejalo Bianca.

Se separó un poco y me miró con una sonrisa nostálgica.

-No puedo- su voz era cada vez más débil.
-Obvio que podes.

Negó con la cabeza mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

-No Enzo, si lo dejo voy a estar sola.

La miré serio y sorprendido.

-¿Sola? ¿Y yo que onda? ¿No existo?
-No es lo mismo Enzo, Juli es mí novio.

Asentí dejando salir una risa seca y mirando para otro lado.

<Julián su novio, yo solo su amigo, claramente>

Reprimi decir algo que pudiera herirla pero me alejé de ella a paso firme. Agarré el helado y me fui hasta la cocina, lo metí en el freezer y volví a la sala.

-¿Hace cuanto no dormís más de cinco horas?- le pregunté serio.
-No duermo de corrido ni tres horas Enzo- sonrió sarcástica.

Ya casi no me decía pupu, sabía que ni para ser cariñosa tenía energías suficientes.

-Vamos a dormir entonces- le dije acercando mí cuerpo al suyo.
-No sé, viniste para pasar un rato y no da que no te de bola por estar dormida.

Puse mis manos a cada lado de su cintura y le di mí mejor sonrisa.

-Siempre es un lindo plan dormir con vos.

Ella también sonrió un poco y puedo jurar que es la sonrisa más genuina que le vi en el último mes.

-Dale, andá a ponerte algo para dormir cómoda.

Se puso de puntas de pie para darme un beso en el cachete y después se fue hasta su pieza.

Suspiré viéndola entrar por la puerta y dejarla entreabierta.

Me saqué las zapatillas y las dejé al lado de la entrada. Al ser verano había ido a su casa con un short de la selección y una musculosa negra, bastante cómodo para dormir.

-Ya podes venir- la escuché avisar desde su habitación.

Caminé hasta ésta y entré. Sonreí como nunca ante la imagen que tenía enfrente.

-¿Que haces con eso?- me reí.
-La tenía guardada, no te emociones, me la puse porque es re cómoda.
-Ah o sea que ya la usaste antes.

Ella miró para otro lado haciendose la tonta.

Me acerqué y me senté en la cama.

-A ver date vuelta- pedí.

Ella se giró dejándome ver el "Fernández 13" en su espalda. Llevaba aquella camiseta de river que le di hace un tiempo.

-No podes ser más hermosa.

Volvió a darse vuelta y me miró mordiendose el labio mientras hacía montañita con su mano.

-Dejá de mentir.
-Nunca miento.

Se acostó en la cama y yo me gire a mirarla.

-¿Te jode si me saco la remera?
-No- cerró sus ojos.

Me saqué la musculosa y me acosté a su lado. En menos de dos segundos ella se acomodó con la cabeza en mí pecho.

Uno de mis brazos la abrazó por la cintura y con el otro le acaricié el cachete que no tenía apollado en mí torso.

-Dormite chanchi.
-Como no me voy a dormir con semejante almohada.

Y así, en menos de cinco minutos, Bianca se durmió. Y no despertó hasta ocho horas después.

Había faltado a un compromiso con un viejo amigo, pero la verdad nada podía importarme menos. Solo me importa que ella esté bien.

Si Tu Marido No Te Quiere (Enzo, Julián y vos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora