Prólogo.

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Las explosiones aturdían mis oídos en mi forma de lobo, así que tuve que transformarme de nuevo para evitar que siguieran sangrando.

Mis rodillas colapsaron e intenté con todas mis fuerzas levantarme para correr a ayudar o para alejarme del lugar. Aun no lo tenía claro. De hecho, no tenía claro nada.

A mi alrededor, el más puro caos reinaba.

La gente corría asustada mientras que otros pocos lobos se encontraban tratando de sacar personas de debajo de los escombros. Cortinas de humo y fuego, gritos y lamentos envolvían el atardecer.

Mi hogar, o al menos el que había sido mi hogar por los últimos dos años, se encontraba en pedazos.

La primera explosión fue la causante de que el castillo del Continente Central volara por los aires y me dejara en un lamentable estado físico a pesar de que no estaba dentro.

-¡Anahí!

El aturdimiento y el leve mareo que sentía me impedía identificar el portador de la voz, pero reconocería ese aroma en cualquier lugar y en cualquier momento. ¿Por qué estaba aquí?

Los brazos fuertes de Jack me levantaron tiernamente y revisaron mi cabeza. Dolor y el olor a sangre me desconcertaron. Quizá la visión roja en mis ojos no era un efecto de la explosión como había pensado en un principio.

-Mierda, parece profunda. – Murmuró mientras hacía presión. – Aguanta, debemos irnos de aquí. En cuanto estemos a cubierto, te curaré.

Cerré fuertemente mis ojos y me aferré a las solapas de su traje mientras el movimiento de su cuerpo me mareaba.

-Tío Karel...

-Estoy seguro de que está bien. – Dijo con urgencia. – Por el momento debo llevarte a un lugar seguro para...

Entonces otra explosión nos sorprendió demasiado cerca y volví a salir disparada por los aires. Mi viaje terminó en el tronco de un árbol.

El aire abandonó mis pulmones y estaba bastante segura de que me rompí algunas costillas. Aterricé con fuerza sobre la tierra y tomé unos segundos para intentar respirar de nuevo.

Cuatro palabras me hicieron levantar la cabeza hacia el lugar por donde varios lobos se encontraban huyendo.

-¡Majestad! ¡Majestad! ¡El rey ha muerto!

No.

A pesar del dolor, me apoyé en el árbol que había detenido mi vuelo y me levanté lentamente. Tuve que hacer una pausa para escupir un poco de sangre y tratar de mover las piernas para volver al Castillo. O lo que quedaba del castillo.

No di ni un par de pasos cuando terminé de nuevo en el suelo. Aunque quisiera, la adrenalina que me había mantenido en pie parecía que desaparecía rápidamente de mi sistema.

-¡Anahí! ¡Carajo! ¡¿Dónde estás?!

También reconocería esa voz a pesar de estar a un paso del borde de la inconsciencia.

-¡Hermano! – Grité entre mis labios sangrantes. – ¡Hermano!

Pude distinguir su figura corriendo hacia mis tristes intentos de comunicación; por supuesto, siendo el hermano mayor y sobreprotector que era, Hale exudaba preocupación y ansiedad. Sospechaba que su compañera tendría que ser una buena terapeuta porque este macho necesitaría ayuda especial después de crecer conmigo.

-¡Joder, Anahí! Gracias a nuestra Gran Madre que te he encontrado. – Dijo tocando m rostro suavemente.

-¿Hermanos?- Escupí en medio de un ataque de tos sangriento.

Probando el destino del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora