Parte 7 Eve

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Despierto horas más tarde, arañando mi camino de salida de la bruma del Vicodin. Está oscuro, pero mi cuarto está iluminado con una tenue luz amarilla. Si lo miro bien, podría estar en un restaurante romántico. En una cita realmente mala.

La primera cosa que veo es a Solo, mirando con intensidad el iPad que utilizan, en lugar de un portapapeles médico pasado de moda. No es la concentración de alguien tratando de encontrarle sentido a algo que no entiende. Es la concentración de un chico confirmando algo que ya sospechaba.

Él me escucha moverme. El iPad está de vuelta en la ranura al pie de mi cama y me está sonriendo. Encubriéndose. Luciendo inocente.

Pienso: «Chico extraño que ni siquiera conozco, ¿no crees que no hay nada más sospechoso que una mirada inocente?»

Antes de que pueda decir nada, Solo se desliza por la puerta. Segundos después una enfermera llega. Nunca la he visto antes, así que pienso que debe de ser del turno de la noche.

Cierro mis ojos, pretendiendo dormir. No estoy con ánimos de hablar.

Ella revisa el vendaje de mi pierna. Es un gran vendaje. Gentilmente empieza a cortar las cintas, la gasa y la malla de presión. No duele, pero tampoco me hace feliz.

―¡Oh, por dios!―dice.

Ha dejado la carne al desnudo y su primer pensamiento es invocar a una deidad.

Me arriesgo a entreabrir un ojo para ver qué horror ha presenciado.

No me está mirando a la cara. Está viendo mi pierna. Y no está horrorizada, exactamente.

Está sorprendida. Está impresionada. Está viendo algo que nunca esperó ver y no puede creer que sea real.

Tengo miedo de mirar, porque sé que algo debe de estar muy mal.

O, posiblemente, muy bien.

Eve & AdamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora