2.

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—¿Entonces?— Richard se apoyó del marco de la puerta, cruzándose de brazos.

—Voy a hablar con él— Adam suspiró desde la cama, terminando de cambiarse.

—¿Necesitas que te acompañe?— Richard bajo sus brazos y se acercó para darle un beso en los labios.

—No, yo- voy a estar bien— ladeo su sonrisa, poniéndose de pie para irse.

—Llámame cualquier cosa.

—Sí, gracias.

...

—¿Adam?— Richard abrió la puerta de su departamento y vio a Adam enojado. Parecía estar discutiendo con alguien en el pasillo, por lo que se asomó para escuchar la discusión.

¿¿Qué tiene él que no tenga yo??— Gavin gritó, dolido.

Tenía el rostro golpeado con moretones recientes. Richard había visto ese tipo de golpes antes: seguramente se los había ganado en una pelea, borracho.

De hecho, ahora mismo parecía estarlo.

Baja la puta voz...

Soy mejor que ese hijo de puta, no importa sí es atractivo como la mierda— susurró, acercándose a su rostro —¡Mírale la puta cara! No es para ti, en cuanto él sepa que-

¿Y tú si?— Adam le preguntó, con amargura.

Richard se acercó a ellos para intervenir, pero Gavin no lo miraba a la cara. Como si él no estuviese allí. De alguna manera eso lo molesto. El rostro de Adam seguía desenfocado, pero ¿El de Gavin no? Podía ver la cicatriz de su nariz arrugarse en su expresión de enojo.

—El acoso es un delito, ¿Sabe, señor Reed? Puede ir a prisión por esto— mencionó Richard. Pero para sorpresa de él, Gavin soltó una risita.

—¿Acoso?, ¿En serio, Adam?— Gavin se cruzó de brazos, alzando una ceja —, ¿Qué le dijiste a este idiota de mí?

La ceja de Richard hizo tic ante el despectivo. Ese hombre, de alguna manera, se las arreglo para sacarlo de su centro: teme a la furia de una persona calma, dicen.

Richard apoyó su mano en el hombro de Gavin y ejerció presión para obligar a mirarlo. Entonces sus miradas chocaron: los ojos de Gavin parecían cansados y llenos de ira. Pareció tensarse por el tacto, pero no mostró reacción.

—Deja de molestar a Adam, ustedes terminaron hace mucho. Te gusté o no, tienes que continuar con tu vida.

Gavin lo escuchó, pero parecía aburrido, mirando la mano en su hombro.

No me toques— Gavin abofeteó su mano y miró a Adam —¿Terminamos hace mucho tiempo, Adam? ¿Eso le dijiste?

Richard miró a Adam, pero este apartó la mirada. Gavin se rio una vez más viendo al otro buscando explicaciones. E iba a tener la decencia de explicar por qué era tan gracioso, pero su celular comenzó a sonar. Vio la pantalla de su celular y luego los miro a ellos.

Que les den, hijos de puta.

Y sin más se marchó. Su voz y la del celular se escucharon hasta que se perdieron en el ascensor. Richard miró a Adam.

—¿A qué se refería con...?

—Estoy cansado, Rich. ¿Podemos... podemos hablar de esto más tarde?— preguntó, estrechándose en sus brazos.

—Sí, claro. Ven, entremos al departamento.

...

Richard pensó que jamás volvería a verlo. Como a esas personas que ves una que otra vez en la vida y luego desaparecen, pero al parecer este no sería el caso. Porque semanas después, un sábado por la tarde, Gavin toco la puerta de su departamento.

Richard le abrió la puerta, apoyándose del marco con una expresión de "¿En serio?" dibujada en la cara. Gavin sostenía dos cajas entre sus brazos, con un cigarro entre sus labios que inundaba de olor a cigarrillo en todo el pasillo.

—¿Qué haces aquí?— le preguntó, siguiendo el movimiento de Gavin. Este dejo las cajas en el suelo y lo miró, como si no le importase en lo más mínimo lo que le dijese —No puedes fumar dentro.

—No te preocupes, solo vengo a traerle las cosas al comemierda de Adam— respondió después de largar el humo de su cigarrillo.

Richard arrugó el rostro, asqueado.

—Es mi departamento. Deberías avisarme antes de venir, ten un poco de decencia— Richard se puso recto y cruzó sus brazos, mirando a Gavin por debajo de su nariz.

—¿Qué?— Gavin soltó una risita, cruzándose de brazos —¿Tú también quieres mi número?

Richard rodó los ojos, Gavin se dio la vuelta para buscar el resto de las cajas en el ascensor y camino, casi desfilando, por los pasillos con sus pantalones apretados. Tenía puesto una remera blanca que marcaba sus músculos y unos jeans azules. Se veía bien, bueno, mejor que las últimas veces. Por lo menos ahora no tenía los moretones de golpes en su rostro.

Gavin dio vuelta su cabeza para verlo desde el ascensor y sus miradas se chocaron.

¿Vas a ayudarme con esto o vas a quedarte viéndome el culo toda la puta tarde?

Richard suspiró y fue a ayudarle a traer las cajas. No eran muchas ni tampoco pesadas, pero las venas y los músculos en los brazos de Gavin se marcaban de todas formas. Le dio un poco de calor, casi se arrepentía de usar su jersey negro. En... otoño.

Gavin dejó la última caja apilada sobre las otras y apagó su cigarrillo contra una de estas, dejándole un círculo negro.

Dile a ese hijo de puta que el resto se lo tire a la basura— sonrió con su cara de comemierda y tiro la colilla al suelo.

Eres un idiota...

Al parecer Gavin no se esperaba eso de él. Su sonrisa se borró por completo y fue remplazada por una expresión dura. Lo tomó del jersey y atrajo hacia él.

—Ya veremos quién es el idiota, marica.

Su sonrisa regresó y lo soltó, le dio la espalda y levantó su dedo medio de camino al ascensor. Las puertas del ascensor se cerraron y Richard suspiró, miró las cajas y soltó una risita con el recuerdo fresco del hombre más bajo haciendo puntas de pie para alcanzarlo.

—¿Ahora que hago con todo esto?— se preguntó en voz alta —, ni siquiera pude decirle que Adam ya no vive aquí.

Casa de cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora