5.

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Azul,

Amarillo y...

Rojo.

Richard conoció la vida con esos colores. Por lo que descubrir un color nuevo se sintió para él como si la luz no hubiera entrado aún y necesitara tiempo para ajustar sus ojos y comprender lo que está sucediendo a su alrededor.

Puede sentir el calor del sol a través de la ventana, pero no sabes si es temprano o tarde en el día. Y luego, un pequeño y repentino rayo de sol atravesaba el prisma de su alma.

No podía encontrarle un nombre, pero sabía que ese nuevo color se lo debía a aquellos ojos grises. Como un relámpago golpeándolo de la nada, despierta una nueva manera de percibir. Y si hablamos de despertar, Richard despertaba todas las mañanas tensó, con la cabeza atónita después de soñar con la voz de Gavin.

Richard suspiró y se levantó para darse una ducha. A ver si así podría reducir la tensión. Hasta, quizás, el agua podría llevarse ese nuevo color, porque este comenzaba a colorear los tatuajes de ondas en su piel que subían por su muñeca hasta su hombro izquierdo y seguían por el camino de sus clavículas hasta el exterior de su corazón, pesando y presionando justo allí.

Bajo la lluvia de la ducha, Richard refregó su rostro y tiró su cabeza hacia atrás. "¿No es suficiente para ti?", recordó y cerró los ojos dejando caer el agua sobre él. "Me robaste a la persona que más amo, ¿también quieres humillarme frente a todos?". Una sensación de vergüenza y arrepentimiento picaban en su piel.

Giró la canilla de la ducha, cerrándola.

Richard suspiró, secando su cuerpo e intentando alejar esos recuerdos. Aun así, pensaba que Connor tenía razón. Quizás Gavin lo buscó, pero Richard no iba por ahí golpeando y usando la humillación como muestra de sí mismo. Bueno, se sentía avergonzado por alguna razón.

Realmente quería hacer las paces con Gavin y, no lo sé, ¿Volver a la normalidad?

¿Volver al azul...? 

...

El problema era la situación: Richard decidió disculparse, como si eso de alguna manera arreglaría algo. Pero Gavin era malditamente escurridizo, como ese rayito de sol, siempre se le escapaba de los dedos.

No es como si su relación hubiera cambiado. Por supuesto que no. Las miradas de odio mortal, las burlas y comentarios sarcásticos aún continuaba entre ellos. Pero esa rivalidad, peleas sin sentido ni piedad, ya no estaban.

Gavin parecía aburrido, y Richard agotado. Perseguía ese color, porque tan pronto como se fue lo que producía ese nuevo azul, los demás colores no tenían la suficiente luz. Y la habitación había vuelto a la oscuridad.

—¿Qué quieres?— le preguntó Gavin en la sala de interrogatorios, cruzándose de brazos. Ellos estaban solos allí —Me incómoda tu cara. Parece que tienes un maldito palo metido en el culo o, no lo sé.

Habían terminado con un interrogatorio de un sospechoso de asesinato de una mujer de treinta y un años. El jefe y amante de esta, llamado Oliver. Así que puede que Richard estuviese un poco cansado para devolverle el insulto con otro.

—Esa vez en el bar...

—Oh dios, no. ¿Escuchaste? ¡Ni se te ocurra!— Gavin frunció el ceño y negó con la cabeza rápidamente —Es más humillante si te disculpas. No necesito de sobaditas, no eres el primero que me da un puñetazo— el hombre bajo rodó los ojos. 

—No me refería a eso...— Nines negó, —El puñetazo te lo merecías.

—Gran hijo de puta— Gavin se apoyó de la mesa de interrogatorios, casi sentándose sobre ella —¿Entonces?— preguntó, curioso —, ¿De qué te estas disculpando?

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