GUERRA FRÍA

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Desde que puse un pie en esa oficina, sentí una asquerosa santidad, una muy familiar, era la misma que irradiaba Miguel, Gabriel y todos los idiotas que terminan en «el». Era una sala ridículamente blanca y brillante, nada que ver con el rojo usual. Frente a mí, sentada en un trono de hielo, mirándome con su cuerpo tan seductor y vulgar, aun así, su belleza es tan venenosa, tan fría y dolorosa. T/N Agreste de Axias, esposa del idiota ciervo de afuera y madre del engendro de cabellos rosados, definitivamente, mi rival más formidable.

—Cuanto tiempo Samael, espero hayas tenido una recepción adecuada—La mujer frente a mí sonríe suavemente mientras su mirada se vuelve oscura.

—¿si con recepción adecuada te refieres a mandar a Vaghata apropósito? Entonces sí, fue adecuado para alguien como tú.

—Bien, con el tema del atentado, te doy esta carpeta donde se muestra la investigación realizada por mi gente—Tomo una carpeta muy delgada de sus manos, la miro con una ceja alzada por lo escaso de documentos que me entrega, es que acaso la carta que envió después del atentado en la que decía ser inocente resulto no ser tan auténtica.

—Espero una buena explicación del porqué de tan pocos documentos, son como máximo 5 hojas, acaso me quieres tomar el pelo.— Ella se rie y me mira como si estuviera a punto de explicarle algo a un niño, odio que se porte de forma tan arrogante.

—Hice que resumieran la información lo más posible porque usted nunca se toma el tiempo de leerlo todo, pero puedo explicarle ahora cualquier duda que tenga al respecto —Desde que estaba viva, ella y yo hemos tenido altercados que nos han dejado en una guerra fría.

—¿Quién resulto culpable?

—Jonathan Agreste.

—Tu hermano, ya veo y me puedes decir ¿cómo estás tan segura?

—Todas las generaciones después de mí siguen mis órdenes, solo aquellos antes y a la par de mi generación quedan fuera, después de una larga investigación, se encontró que mi hermano fue visto en su palacio el día del atentado, una vez sucedió, él ya no apareció en las cámaras de seguridad.

—Como seguramente te odia por matarlo, seguro lo hizo con el propósito de perjudicarte.

—exacto.

—Maldita sea, otra vez no me diste una razón válida para declararte la guerra.

—No todos tenemos lo que queremos—Dirigí mi mirada a ella, esta mujer es lo más cercano a una hermana para mí, yo nací para ser la estrella más brillante, el ángel más bello, el más poderoso y leal, pero, en cambio, su propósito es todo lo contrario, ella fue creada para causar dolor y para ello sufrió toda su vida.

—Lo sé bien, tú eres una prueba viviente de eso, ¿no es así?— Ella levanta la mirada bruscamente a medida que su sonrisa se deforma, toque un punto frágil, no me quiero imaginar el dolor que sufrió al descubrir la verdadera razón de su existir y el porqué se le arrebató toda felicidad de su vida.

Fue tan amada por dios que no permitió que nadie más la amara, de ese modo ella podría cumplir su propósito.

Ser jueza y verdugo de este círculo.

Eterna esclava de un destino que ella nunca pidió.

—Si, lo soy, soy la prueba viviente de qué dios es solo un niño que puede hacer y deshacer a su antojo, en fin, de que sirve ser amada, si mi propósito no era amar, sino dañar, ¿verdad? Tenía que sufrir para aprender a dañar a criaturas fallidas como tu hija— Me levante rápido y trate de golpearla, pero apenas mi mano quiso tocarla, me queme con su maldita santidad.

—A diferencia de ti, yo soy libre, maldita esclava —le dije riendo mientras veía mi mano regenerarse, ella solo me miro con pena.

—Lo dice quien debe obedecer su voluntad al igual que yo, no te equivoques Samael— Me tomo del rostro, sin poder evitarlo la mire a los ojos y solo pude sentir una frialdad que me congelaba por completo hasta robarme el aliento, sus manos empezaron a dejar marcas en mi rostro a causa de que su santidad me estaba rechazando— Ambos somos sus esclavos.

—¡SUÉLTAME!— Ella me soltó y yo solo pude sentir como mi rostro empezaba a regenerarse.

—Este lugar es mi reino y sigues mis reglas, así que más te vale que sea la última vez que tratas de darme órdenes—Ella escuchó la risa de Charlie proveniente de fuera de la sala, ella gira su cuello violentamente hacia la puerta— Trajiste a ese... MALDITO ENGENDRO—Me mira con enojo.

—¿Qué? ¿Te molesta que ella se coja a tu marido?— Ella gruñe y lanza una copa a mi rostro.

—¡YA DEBERÍAS SABER QUE TU ENGENDRO NO TIENE PERMITIDO VENIR AQUÍ POR ORDENES DE ÉL!—Ella está por salir cuando la detengo tomando su mano sin su permiso.

—Lo sé muy bien, pero no podía dejarla sola, con tu hermano suelto está en peligro— Ella frunce el ceño.

—¿Él está aquí?— Asiento. Su expresión muestra cierta debilidad, la única razón por la que deje que Charlie estuviera cerca de él es que puedo usarlo contra T/N, una cosa que me quedo claro es que estos dos enfermos se adoran demasiado el uno al otro, incluso si ella trata de enterrar esos sentimientos, su frío corazón aún se quema por él.

—Bien jugado Lucifer— Dijo ella mientras sus ojos se vuelven morados, sus ojos cambian de coloración, aunque no sé por qué. Ella suspira y niega.

—Ya conoció a Perséfone— Y por esas cuatro palabras ella explotó, sus ojos cambiaron a rojo, las venas se le saltaron y salió a toda prisa del lugar, ella lo último que quiere es que Alastor se entere de que ella tuvo una hija de él, una hija que le negó conocer por años.

Esa niña es razón suficiente para que Alastor pueda exigir ser parte de sus vidas, lo quiera o no, él tiene derecho a ser parte de su vida solo por ser el padre, además, T/N sabe que lo que Alastor hizo aquel día no fue su voluntad, sino la de dios.

Charlie cree estar casada con él, pero en realidad su matrimonio se anuló al mismo instante que se hizo válido, pues por orden divina, Alastor debe estar casado con T/N, además los matrimonios hechos en nombre de Erzulie son irrompibles.

Charlie es solo una esposa falsa, pues T/N sigue siendo su verdadera mujer.

Y Alastor sigue poseyendo el derecho a ser nombrado príncipe consorte de este círculo, además de ser un duque celestial por matrimonio.

Prefiero que sigan peleados, pues juntos son una amenaza.



ODIO ARDIENTE, historia de un matrimonio [Alastor x tú] Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora