Capítulo 3.

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Capítulo 3.

El arte de huir.

Derek Cooper.

–¿Me estás diciendo que no hay nada que hacer?

Intente comprender las palabras de Levy sobre la condición del hombre que tenía como rehén.

– Es justo lo que dije, Derek. El daño es irreparable, sus heridas eran profundas. Él no volverá a ver jamás. Claro que... si le consigues un donador de ojos, podría hacer la cirugía, aunque tampoco hay garantía de que funcione.

– Un donador... –Por un momento pensé en esa idea, pero otro pensamiento me hizo retractarme–. No, no hace falta. Me sirve más así, no intentará escapar y si lo intenta, no podrá.

Iker R.: Señor, es hora –Anunció al entrar en la oficina.

– ¿Ya está todo listo?

– Si, señor.

–¿Qué hay del hombre?

–Está despierto y fue llevado a uno de los coches.

–No lo quiero en uno de los coches.

Levy me dio una mirada de extrañeza.

–Llévenlo a mi coche. Levy y yo nos haremos cargo.

–Ah, ¿sí? –Me dirigió una cara de ¿de qué hablas?

–Si.

–Digo, sí. Lo haremos.

Iker nos vio con confusión, pero no dijo nada. Claro, ¿cómo podría? Aquí soy el jefe.

El hombre sólo pudo responder:

–De acuerdo, señor. Como usted ordene.

Observe cómo daba las instrucciones mediante un auricular y segundos después se dirigió a nosotros nuevamente:

–¿Vamos?

–Claro. Nuevo hogar, ¡allá vamos!

Tras el accidente en la isla de México muchas de las autoridades estaban investigando. Por lo que no me quedó de otra más que buscar una nueva isla en la cual ocultarnos por un tiempo.

Estaba más que claro quién rebosaba de emoción por este nuevo cambio. Levy fue el primero en salir de la oficina rumbo a los autos mientras Iker y yo lo seguíamos pasos detrás.

Al llegar a los autos pude ver a Nathan dentro de mi auto. Tal como lo había pedido.

–¿De verdad lo llevaremos con nosotros? –Cuestionó mi hermano cuando llegué a su lado.

–Sí. Debo vigilarlo de cerca. Vamos.

Ambos entramos al Bentley rojo. Levy en el asiento del copiloto y yo en la parte de atrás, justo a la derecha de Nathan.

Por su parte, Iker no tardó en entrar en la parte del piloto y comenzar a arreglar todo con los demás sobre la ruta que seguiríamos.

Una vez dentro del auto, mis ojos se dirigieron al castaño a mi lado. Su tranquilidad era la misma desde que había llegado a este lugar. Mis ojos se centraron en sus manos y mi ceño se frunció al notar que estas estaban sujetas por unas esposas.

–¿Dónde están las llaves de las esposas? –Me dirigí a Iker.

–Aquí tiene, señor –Se detuvo un segundo, observó unos papeles y los tomó –. Oh, los resultados de lo que me pidió –Me dio un sobre y las llaves que le pedí.

Sonreí satisfecho.

–Buen trabajo.

–¿Me quitaras las esposas? –Su tranquila voz llamó mi atención.

–Si no intentas escapar, tal vez lo haga.

–¿Al menos podrías quitarme la venda?

Su pregunta me dejó petrificado. Vacile levemente y una pregunta viajó por mi mente, ¿sabrá la verdad?

–No por ahora –Después le preguntaré a Levy.

Él bufó derrotado y sonreí al ver como recargaba su cabeza en el asiento.

– ¿Al menos puedes decirme a dónde nos dirigimos?

–Otra isla –Conteste mientras sacaba los papeles que contenían la información de Nathan y otros más.

–Hmn, ¿Eres fan de ellas acaso?

Supuse que, en su investigación sobre mí, notó que mis escondites usualmente se encontraban en islas.

–Algo así. Son buenas para esconderme de los bastardos policías y sus investigadores. Llamémosle "El arte de huir de esos malditos" –Murmure con molestia recordando el accidente.

Él no dijo nada y yo seguí mirando los papeles.

Un tal James, un tal Liam... Tome una pluma y marque a este tipo que, por alguna razón, me daba mala espina.

Otro bastardo llamado James... Grayson... ¿Qué hace este aquí? Me detengo al escuchar la voz de Nathan.

– ¿A parte de mí, tienes a alguien más bajo tu poder?

–No. Eres el único –Al menos el único que por ahora me sirve.

–¿Qué hiciste con los cuerpos de los heridos?

–Los deje en el lugar, ¿Que esperabas que hiciera? –Me gire para mirarle.

¿Cómo puede preocuparse por ellos? Aun cuando lo traicionaron.

–Escucha. He sido amable contigo, pero no creas que por ello he olvidado que fuiste tú quien los guio hasta mi –Recordé la información de Nathan que acaba de ver.

–Lo volvería a hacer de ser necesario. Es mi trabajo atrapar a gente como tú...

Rei sin gracia. ¿Enserio?

–¿Gente como yo? ¿Y cómo es la gente como yo?

– ...

Su silencio hizo que mi cara ardiera y mi mandíbula se apretara.

–¿Acaso traidores como tu gente? Tal vez. Pero no somos hipócritas que se creen buenos, cuando en realidad no son más que mierda. Si no, mira. Sigues en mi poder, ¿Y dónde está "tu gente"?

Tome con fuerza su mandíbula y me acerque a su oído.

–No están aquí y no lo estarán. Ya no te necesitan... –Me molesté–. No necesitan a un maldito invidente como tú.

Él vaciló ante mis palabras.

–¿Qué?

Mi pecho se oprimió al escuchar su quebradiza voz en esa pregunta.

Genial, Derek.

Tu tercera interacción con él y ya la has cagado.

El Tormento de NathanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora