Capítulo 8.

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Capítulo 8.

Verdades a medias. Parte 2.

Nathan.

Me encontraba en una incómoda silla atado de manos y pies gracias al idiota de ese criminal.

–¿Era realmente necesario?

–Si.

–No es como pueda huir, soy ciego, ¿Recuerdas?

–No me importa, no pienso arriesgarme.

–Derek...

Hablo el chico, había olvidado que también estaba aquí.

–No sé por qué hacemos esto.

–Ya te lo dije, para aclarar la estupidez. Tú estupidez.

–¿Perdón? ¿Mi estupidez? No hay nada que aclarar, él es un traidor. Desde un inicio respondía a alguien y es obvio que no era a mí.

–...Señor –El tono de su voz parecía pedirme permiso para hablar.

–Te lo dije, lo que sea que pienses, es pura estupidez.

–No hables por él. Habla –Me dirigí al niño.

No le creía del todo, pero de alguna manera sentía que había algo más detrás de todo esto

–Ese día seguí el plan tal como lo habíamos acordado –Comenzó a hablar del día en que todo sucedió –Cuatro grupos, el mío era el cuarto. Nos adentramos por la entrada sur, todo iba bien. No había enemigos por ningún lugar. Avanzamos seguros, debíamos encontrarnos con el grupo dos, solo unos metros después.

Comenzaba a entender lo extraño en todo eso.

–Cuando llegamos al punto de encuentro sabíamos que algo estaba mal. Intenté comunicarme con Liam, pero no hubo respuesta alguna.

Todo empezaba a tener sentido. La línea de Liam funcionaba después de la última comunicación de Grayson.

–Estaba lleno de explosivos. Estaban por todo el lugar, ellos trataron de enviarme por otra ruta. Intenté llevarlos a un lugar seguro –Su voz se tornó extraña–. Luego intente hablar con usted, advertir sobre lo que pasaba. Ya era tarde. Intente salir de ahí, intente hacer algo. De verdad lo intente, señor... –Sentí sus manos en mi regazo–. Tiene que creerme, por favor...

Suspire con cansancio.

–Yo... pensé que moriría sin poder decirle esto. Yo no fui, juro por mi vida que no hice eso.

–¿Cómo puedo creerte? ¿Por qué debería creerte?

–Porque de haber estado de mi lado, jamás habría salido lastimado. ¿No lo entiendes?

Lo entendía, pero no quería aceptarlo. Eran mis hombres y alguien me había traicionado.

–La única entrada que estaba intacta era la entrada norte, ¿sabes quién estaba a cargo de ese grupo?

Lo sabía.

–¿Te refresco la memoria? Su nombre empieza con L... Y termina con iam D'angelo.

No dije nada.

–Curiosamente la persona en la que más confiabas fue la que te traicionó. Le conociste en la secundaria ¿o me equivoco? –Habla tranquilo.

Parece que se había encargado de investigar acerca de todo el pelotón.

–¿A qué quieres llegar?

–Información. Solo quiero información y me encargaré de hacerlos sufrir en tu nombre.

–Olvídalo.

No haría eso, ni siquiera porque me traicionaron.

–¡Derek!

Ahí estaba ese chico, llamándolo de nuevo por su nombre ¿Por qué no le llamaba padre como cualquier chico de su edad haría?

–Ya te lo he dicho. Soy tu papá, maldito mocoso.

–¡Auch! Duele, duele. ¡Lo siento, papá! –Se quejó.

Ellos parecían llevarse bien. ¿Por qué?

–¿Por qué?

–¿Eh? ¿Por qué, qué señor?

–Tú estabas conmigo y no con él. Suponiendo que en verdad estabas de mi lado.

–¡Claro que lo estaba, mi señor! No lo estaba, ¡Lo estoy! –Sentí sus pasos acercarse a mí–. Aun lo estoy, mi señor –Afirmó con una pizca de emoción.

–Que asco. Eres como ellos.

–¿Entonces? –Insistí.

–Trabajo –Contestó el padre–. Él en sus asuntos y yo en los míos.

–Era una misión, en realidad solo sería un topo al inicio.

–¿Y qué pasó?

–Tú –Respondió esa voz nuevamente por él.

–¿Qué?

–Tú fuiste lo que pasó. Enamoraste a mi hijo o una estupidez así.

–¡Derek!

–¿Derek? No sé quién es Derek. Que yo sepa, soy tu padre, mocoso.

–Sus ideales, mi señor. Admiraba su manera de hacer las cosas, nada era imposible para usted. Hacía que todos creyeran en sí mismos a pesar de que la situación no era tan favorable.

La admiración en sus palabras era increíble.

–Luego... me llevó con usted. Pude mejorar y quise quedarme.

–¿Y se lo permitiste? –Me dirigí a ese criminal.

–¿No es obvio? El mocoso hace lo que sea por conseguir lo que quiere. Mientras no arruinara mi negocio, todo estaba bien.

Una duda se instaló en mi ser.

–¿Sabías lo de mi investigación?

–Lo sabía. Pero no por él.

No por él. Fui muy duro con mis palabras hacia el niño.

–No soy idiota, Nathan. Aunque debo admitir que no estuviste tan lejos de poder llegar a mí.

–Se que lo habría logrado –No mentía–. Si hubiera querido llegar a ti de verdad, lo habría hecho.

Confesé y al parecer él lo entendió.

–¿Lo sabías?

Sabía a lo que se refería con esa pregunta.

–Lo sospechaba. Tenía que cerciorarme de quien estaba de mi lado. Ahora lo sé.

–Usted, ¿de verdad lo sospechaba, señor? ¿En verdad fue el señor Liam?

–No es cien por ciento seguro.

–Pero todo apunta a él.

–Sí –Coincidí.

Al parecer mis sospechas eran ciertas. Ahora solo debía averiguar ¿Por qué? ¿Por qué me traicionaron?

Y estoy seguro de que este criminal me ayudará a lograrlo. 

El Tormento de NathanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora