El Tormento de Nathan

Capítulo 11.

Capítulo 11.

Ayuda inesperada.

Derek Cooper.

Iker R. –Señor, hemos llegado.

–Bien. Recuerda, no puedes hablar con nadie sobre lo ocurrido, ¿Entiendes?

–Lo entiendo, señor. No se preocupe por eso.

Le dirigí un asentimiento de cabeza y salió por la puerta del auto.

Había pasado una semana desde que me fui a arreglar el problema con los colombianos.

Y hoy por fin pudimos regresar a la isla. Iker había bajado para informar a los hombres sobre nuestro regreso y yo esperaba en el auto.

Baje al ver que Iker volvía.

–Señor, algo pasó mientras estábamos fuera –Habló con cautela.

Carajo. ¡Grayson, Nathan!

–¿Dónde están? –Intente entrar a la mansión.

–Todos están bien. Atraparon a un intruso.

Me guio dentro de la mansión hasta donde estaban.

–Derek, ¿Cuándo volviste? –Saludó Levy cuando entramos a mi despacho.

–¿Qué fue lo que pasó? ¿Dónde están Grayson y Nathan? –Ignoré su pregunta.

–Oh –Hizo un gesto pensativo –. Ellos deberían estar en la habitación de Nathan.

–Quédate aquí y explica a Iker lo que pasó. Vuelvo enseguida.

Salí del despacho sin esperar respuesta. Subí por las escaleras hasta quedar fuera de la habitación que buscaba.

–Esta ruta debería ser de ayuda.

Le escuché susurrar.

¿Rutas?

–Si, señor. Aunque tal vez la carretera 16 podría funcionar.

–Podría funcionar si la policía y los italianos no tuvieran a Derek en la mira.

¿De qué hablaban? No pensaba quedarme con la duda, así que entré.

–¿Qué ruta? ¿De qué hablan?

–Derek...

Levante una ceja en su dirección.

–Papá –Corrigió.

–Nathan... –Salude.

–Derek, ¿Cuándo volviste?

Dejo de lado el mapa táctil que había en la mesita e intentó pararse con ayuda de Grayson.

–Acabo de llegar.

Me fije en su pie derecho, ¿Estaba cojeando?

–¿Qué le pasó a tu pie? –Apreté la mandíbula.

–¿Eso? Nada, un simple accidente.

–Señor... –Susurró y bajó la vista.

–¿Qué lo causó? –Mire a mi hijo.

–Eh... –Dudó en hablar –Fue ...

–El intruso.

–¿El intruso?

–Parece ser alguien de la mafia italiana.

–¿Los italianos? –Apreté los nudillos.

–Su manera de pelear era como la de ellos. Levy lo confirmó por el arma que llevaba.