Capítulo 14

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Capítulo 14.

Culpa tuya. Parte 2.


Derek Cooper.

–¿A dónde me llevas?

–Ya te lo dije, a tu nueva habitación.

–¿Le paso algo a la antigua?

–No es segura.

Conteste mientras le dirigía a la parte izquierda de la mansión.

–Alto. ¿No es segura? Si lo dices por lo que pasó con el italiano...

–No es por eso. Eso esta arreglado.

Recordé el cuerpo inerte de ese hombre. A pesar de mis incansables intentos por hacer que hablara, nunca lo hizo y ayer finalmente me cansé de él y decidí que era el momento de dejarlo descansar.

Aleje esos pensamientos y me centre en el rubio.

–¿Entonces?

–Solo...

Mierda. No sabía ni qué decir.

¿Qué excusa debería poner? ¿Qué esa bruja podría entrar en su habitación cuando quisiera y que eso me molestaba? ¿Qué odiaba la idea de verle platicar con animosidad junto esa tipa?

–Necesitas respirar aires nuevos.

– Aires nuevos, ¿Es broma? –Se cruzo de brazos –. ¿Desde cuándo tu habitación es "aires nuevos"?

–Tu...

–¿Qué cómo sé que nos dirigimos a tu habitación?

–Ya lo sabías –Hice un puchero–. ¿Te lo dijo Levy?

–Por dios, sí que eres bruto.

–¿Eh?

–Eres el único que duerme en esta parte de la mansión. Y al juzgar por cómo contestaste, estoy seguro de que tienes otras razones para llevarme allá. Así que dime, ¿Por qué quieres que me mude a tu habitación?

Suspire resignado.

En el poco tiempo que llevaba de conocerlo me había dado cuenta de que no se le puede ocultar nada. Sus preguntas eran directas y de no ser por el problema de sus ojos, él ya habría podido alejarse de mí lado.

– ¿No podías esperar a que llegáramos para hacer tus preguntas?

–Podría, pero como dicen por ahí "la curiosidad mata al gato".

Sonreí. Acerque mi rostro a su oído y susurre lentamente:

–También dicen que el gato murió sabiendo, ¿Aun así quieres saberlo?

Guardó silencio por unos segundos para después suspirar y contestar.

–Déjate de rodeos y habla.

–Tu habitación está en remodelación –Solté sin más.

–La verdad, quiero la verdad.

Sabía que no me creería.

–La verdad es que, hagas lo que hagas, te quedarás conmigo. Así que basta de habladurías y vamos, es tarde y necesitas descansar.

Lo tome del brazo y lo jale mientras caminamos unos pasos más.

– No iré a ningún lado contigo, hasta que me digas la verdad.

–No me dejas otra opción.

Me acerque a él y lo tome de las piernas cargándolo hasta mi hombro.

–¡¿Qué haces?! ¡Bájame!

Reí ante la escena. Él nunca hacía demasiado ruido y verlo así, era satisfactorio.

– Lo haré cuando lleguemos a nuestra habitación.

En lo que restaba del camino, Nathan pataleo y rasguño como podía mi espalda a través de la tela de la camiseta.

Cuando por fin llegamos a la habitación, abrí la puerta y me dirigí directo a la cómoda cama. Sujete a Nathan con fuerza y lo deposite de un solo movimiento en ella.

Me posicioné encima de él y tomé sus manos mientras hablaba cerca de su rostro.

–¿Alguna vez te dijeron que la espalda de alguien solo se rasguña en el sexo?

–Déjate de estupideces.

– ¿No querías que te dijera porque te traje hasta aquí?

– Dímelo cuando me sueltes, maldita sea.

Se removió debajo mío.

– Espera, Nathan –Solté con dificultad.

Sujeté con más fuerza sus manos, pero él seguía moviéndose.

– Deja de moverte así.

–Dejaré de hacerlo cuando me sueltes.

– Mierda, Nathan.

Sus jodidos movimientos habían logrado despertar algo en mi entrepierna. Suspire tratando de tranquilizarme, pero él ya se había dado cuenta de eso, ya que había dejado de moverse.

En lugar de alejarme de él, me acerque a sus labios peligrosamente.

– Te lo advertí, ahora hazte cargo.

– Deja tu estupidez, Derek. Suelta ya.

–No.

Me negaba a soltarlo y dejarlo ir.

Él era mío y nadie, ni él, cambiaría eso.

– Vamos, es culpa tuya. Asume la responsabilidad.

–Pura mierda.

Fruncí el ceño ante esas palabras. Sonreí cuando una idea vino a mi mente.

– ¿Quién te enseñó a decir esas palabras?

– Eso no te importa.

– Eres un chico muy malo, Nathan. Creo que tendré que lavar tu sucia boca.

Antes de dejarle decir algo más, corte por completo con la distancia que había entre ambos y pegue mis labios a los suyos con rapidez.

Él se quedó en shock al inicio. Moví mis labios con lentitud y cuando él pareció entrar en razón, siguió el beso con ferocidad. Cerré mis ojos y solté un leve gemido cuando mordió y succiono mi labio inferior.

Ansiaba esto, lo ansiaba desde el maldito momento en que lo vi por primera vez. Desde el día en que acepté que Grayson trabajara con él.

El beso se tornó más profundo, nuestras respiraciones eran agitadas, sus manos rozaban mi cabello. Mi lengua comenzó a entrar en su boca con timidez, pero cuando Nathan me dejó entrar, fue como estar en el mismo cielo, nuestras lenguas jugueteaban al unísono.

Mierda, se sentía tan bien.

Desafortunadamente la falta de aire pudo más que mi deseo de seguir besándolo y nos tuvimos que separar por esta.

Nuestras respiraciones eran agitadas. Mi vista se centró en él, tenía la cabeza agachada.

–Nathan...

No dijo nada, pero tras unos segundos, se levantó de la cama y sin siquiera dirigirme ni una palabra, entró en el baño, cerrando la puerta tras de él.

–Mierda.

Suspire tratando de recuperar el aliento. 

El Tormento de NathanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora