El tiempo apremia

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El tiempo parecía haberse vuelto cada vez más tortuoso mientras nuestro camino parecía no tener fin y, sin embargo, las islas a nuestro alrededor y los remolinos de ecto energía daban la impresión de estar estáticos.

Mientras más avanzábamos a nuestro destino, más lento parecía el tiempo.

Por muy preocupado que me hubiera encontrado por Daniela con respecto a las heridas en su espalda, ella pareció haberlas ignorado, no pude objetar más sobre su tratamiento porque, vamos, ambos nos encontrábamos sumergidos en esta borroscosa situación con Nicolae, y para ella se volvió más apremiante dirigirse a nuestro destino.

Intentando recordarme a mí mismo que contamos con una exelente capacidad de curación, había seguido a Daniela mientras lideraba el camino y sostenía entre sus brazos al niño.

Dejando escapar un pesado suspiro, me dediqué a observar el rostro de la halfa menor, quien no mostraba ni un apice de dolor o disgusto, si no más bien de determinación.

Ah, Daniela, con tan bello rostro de mármol que cautiva a quien quiera, esas facciones tan sutilmente delineada sobre la piel nívea sólo pueden ser enmarcadas por las luces de la energía a nuestro alrededor. Y su cabello, ese cabello de finas hebras de escarcha ondeaban a su alrededor en su forma fantasma. Todo proveniente de ella desprendía las caricias del frío hielo que suavizaba el calor excesivo de mi núcleo encendido.

Su propio ser era el mero llamado a las diosas griegas y no podía evitar el verla como la mismísima Atenea, tan llena de carácter mientras brinda a los más valientes guerreros de la fuerza de su propio brazo.

Sonreí, sabiendo que ella tenía todas las cualidades de una gran líder, cosa que quería demostrarle y, si me lo hubiera permitido, ser parte de aquellos que la siguieran con fervor, pero, para mi desgracia, todo había sido arruinado como siempre por mí, por aquel estado de auto sabotaje que me había acompañado desde antes de la universidad.

Tan ensimismado en mi propio ego había dejado pasar todas y cada una de las señales de su atracción y, cuando por fin ella había cedido a sus emociones, sólo armé una guerra en mi interior, una que terminó por herirla en una máquina de extracción y encendiendo el fuego del dolor y la ira en su mirada, con aquel tanque volcado con mi experimento también se rompió todo mi mundo, aquel en el que me consideraba un hombre enamorado de una mujer casada y anhelante de ser el padre de Daniela, con aquel clon disolviéndose en mis manos también veía disolverse todo lo que creí que era y no lo soporté.

Pasaron días hasta que pude reponerme y rearmar la imagen que tenía de mi mismo, que tonto había sido, hasta ese momento por fin lo veía, pero el daño ya estaba hecho y lo único que me quedaba era mantenerme al margen de la situación y fingir con todas mis fuerzas que seguía siendo el mismo villano ante los ojos de la joven, ya no tenía deseos de atacarla, ni de herir a aquellos que amaba, entonces continuaría mi camino siendo el solitario hombre que cargaba con una multitud de errores.

—Ya llegamos —la voz de Daniela me devolvió a la realidad, mientras nos acercábamos a una isla con una enorme torre de piedra en el centro.

Entrando por lo que parecía un ventanal abierto me perdí por poco tiempo observando el lugar, antes de que una voz serena pero firme nos sorprendiera.

—Sabía que tarde o temprano vendrían aquí —el fantasma de túnica morada bajó de lo más alto de la torre— sólo que no sabía cuánto tiempo les tomaría —esa última frase resaltó cuando su cuerpo cambió al de un anciano.

—Necesitamos ayudar a Nick, unos fantasmas lo están buscando y queremos saber por qué —se adelantó Daniela antes de que yo pudiera decir algo, se le notaba sumamente cómoda al dirigirse al fantasma primigenio.

Viejos enemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora