Capítulo 1

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El verano estaba en su apogeo, el sol irradiaba alto por todo Rockeville y si cerrabas los ojos podías escuchar a las aves silbar en un intercambio mágico de mensajes. Era domingo y ese día conocí a Chris.

Me desperté antes que la alarma como de costumbre, apenas abrí los ojos me puse de pie, tendí mis sábanas blancas y me preparé para salir de mi rústica habitación del instituto. Al ser domingo, el único día libre que gozábamos los aprendices de Gardien, los pasillos estaban casi desiertos y no tardé mucho en alcanzar la salida para dirigirme al pueblo.

Déjenme les explico, en ese instituto estudiábamos un grupo muy selecto de jóvenes que se preparaban para convertirse en Gardien, los máximos protectores de Rockeville. No éramos guardias ni militares, éramos personas entrenadas en las artes, ciencias y combate para proteger a la familia real y al reino.

Nos dividíamos en tres tipos: los Gardien nobles que protegen a la familia de golpes de Estado y traiciones a la familia real, para lo cual contraen matrimonio con aristócratas; los Gardien del exterior, que protegen al reino de criaturas no humanas desconocidas y fungen como centinelas; y los Gardien reales, posicionados dentro del palacio, encargados de proteger a la familia real y brindar su consejo sobre el porvenir de Rockeville, en resumen, los más influyentes de todos los Gardien.

Ahí estaría yo, claro, algún tiempo después. Por lo pronto tenía diecinueve años y estudiaba mi penúltimo año en el instituto, debía pasar numerosas pruebas hasta que consideraran que era apta para convertirme en Gardien real, pero me dejaré de falsa modestia y se los diré con sinceridad: era asombrosa.

Ese domingo, como casi siempre, aprovechaba mi tiempo libre para visitar el pueblo a unos minutos del instituto, recorría el orfanato, el asilo y conversaba con los habitantes en busca de algo que necesitaran y que yo pudiese gestionar directamente con los directivos del instituto. No se confundan, no era ninguna alma caritativa, lo que pasa es que desde hacía años había tomado la decisión de dedicar mi vida a Rockeville: a sus habitantes, a sus niños, ancianos y toda persona que necesitara de mí. ¿La razón? Los amaba.

Ese día pasé la mañana jugando con los niños en el orfanato que me llenaban de abrazos fuertes, después me pasé por el asilo para visitar a ancianos que me recibían con sonrisas y que mientras tomábamos una taza de té en la sala de estar me contaban las mismas historias de siempre.

Atardecía cuando me decidí a volver al instituto, repasaba todas las cosas que escribiría en mi informe para los directivos a fin de que resolvieran unos cuantos problemas que se estaban presentando en el pueblo, cuando vi a un chico de cabello negro con los brazos extendidos frente a un trío de lyries.

Me acerqué rápidamente, las lyries eran criaturas no humanas que ayudaban al desarrollo de la flora en Rockeville, medían escasos treinta centímetros y estaban cubiertas de escamas plateadas, por lo general se dedicaban a su rutina mientras volaban en sus pares de alas de mariposa, pero se sabía bien que podían ser peligrosas si se les molestaba.

-Aprendiz de Gardien, ¿puedo ayudarles?- me presenté mientras les mostraba mi collar de zafiro, lo que nos autenticaba como estudiantes del instituto.

-No lo creo, este hombre ha saboteado nuestro trabajo de todo un día, si deseas ayudar apártate, Gardien- habló una de las lyries con su voz que parecía serpentear.

-La ley demanda primero un juicio, pero podemos resolverlo entre nosotros, ¿me dicen qué ha pasado?

-Volvíamos de recolectar los capullos fallidos para curarlos cuando este hombre ha pisoteado el trabajo de todo un día- explicó una segunda lyrie, que se veía mucho más calmada que su compañera.

-No ha sido a propósito, me he tropezado con el cesto. Pedí disculpas, pero insisten en que no puedo hacer nada para enmendarlo- intervino el joven al que vi por primera vez desde que me había acercado.

Era alto, de cabello negro pero cejas castañas claras y unos ojos de un genuino azul que se miraban turbados por toda la situación. Su voz era varonil, pero me conmovió por lo preocupada que se escuchaba, parecía sincero y decidí creerle.

-Entonces no se trata de un sabotaje, sino de un accidente. Son capullos fallidos que iban a ser curados de cualquier manera, no hay daños irremediables, ¿podemos dejarlo pasar?- propuse mirando a las lyries.

-Nos negamos, apártate, Gardien- repitió la primera lyrie, más furiosa que antes.

Dirigí mi mano a mi muslo, donde guardaba una de mis dagas debajo del vestido, y la coloqué entre las lyries y nosotros, con la otra mano apartaba al joven y lo colocaba a mi espalda en caso de que las lyries decidieran atacarnos a ambos.

-Si de justicia se trata, solicitemos un juicio. No permitiré que lastimen a un ciudadano de Rockeville- advertí con semblante serio.

-¿Nos amenazas con tu arma?

-En absoluto, si nos retiramos y olvidamos esto.

Las lyries apretaron los dientes y se miraron entre ellas, aunque fueran tres no significaban gran amenaza para una aprendiz de Gardien y lo sabían. Resoplaron, recogieron el cesto de capullos y se marcharon desplegando sus alas de mariposa; yo guardé la daga devuelta en mi muslo y me giré hacia el joven.

-Fuera de peligro- le sonreí. Él me miraba sorprendido con sus bonitos ojos azules y ahora que había pasado la urgencia del momento, me percaté de que era en realidad muy atractivo.

-Vaya... muchas gracias, no sé qué decir- me respondió mientras se colocaba una mano en el cuello para disminuir la tensión.

-Podrías explicarme cómo es que te tropezaste con el cesto en primer lugar.

El joven apretó los ojos y sonrió apenado, lo que me hizo también a mí reprimir una sonrisa. Me explicó que era la primera vez que venía al pueblo y se encontraba tan exhorto mirando cada detalle que no se fijó por donde pisaba hasta que el trío de lyries casi le daban una paliza.

-¿No eres de Rockeville entonces?- pregunté cuando terminó.

-Sí, claro que lo soy- sonrió como si eso le hiciera gracia. -Lo que pasa es que nunca había venido al pueblo por mi cuenta, verás... tengo... padres estrictos que no me permiten salir a menudo, hoy vi una oportunidad y decidí venir.

-Un fugitivo- sonreí con una ceja enarcada.

-No por mucho, creo que por hoy fue suficiente- me respondió con una risa ligera.

-Y dime...

-Oh, Chris...tian- se presentó con un breve tartamudeo que me indicó que mentía.

-Bueno, Chris...tian- le imité, lo que le provocó otra sonrisa grande. -¿Puedes volver a casa solo sin que esas lyries te intercepten?

-Realmente espero que sí.

Me reí ante su respuesta y me puse en marcha frente a él.

-Te acompaño, así puedo dormir tranquila, Chris...tian- propuse mientras le imitaba una vez más, lo que me ganó una fuerte risa de su parte y que girara los ojos.

-Dejémoslo en Chris... y gracias, ¿cómo debo llamarte? ¿Gardien?

-Aún no- me reí. -Mi nombre es Louise.


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¡Hola! Muchas gracias por llegar hasta aquí, espero que el primer capítulo te haya gustado, soy de la idea de que cuando leemos un libro nos convertimos en parte del mundo de los personajes y esos personajes entran a su vez en el nuestro, gracias por permitirle a Louise y Chris ser parte de ti.

Esta es la primera novela que comparto, así que estoy que me muero de miedo, pero estoy intentando ser valiente. Tus comentarios me ayudarían mucho.

Gracias de nuevo por acompañarme, nos espera un largo viaje juntos.

GardienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora