Capítulo 7

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El corazón se me detuvo un momento cuando llegué al puente y no encontré a Chris, en unos segundos decenas de escenarios posibles vinieron a mi mente hasta que escuché su voz que me llamaba desde la plaza, venía caminando hacia mí con su usual sonrisa jovial. Cerré los ojos e inhalé con fuerza para calmar mi frecuencia cardiaca, estaba paranoica últimamente respecto a la seguridad de Chris, sobre todo ahora que Michael me había hecho ver que su presencia no pasaba desapercibida en el pueblo aunque no conociesen su identidad.

-Hola- me saludó algo inquieto, vestía unos pantalones negros con una camisa blanca a botones cuyas mangas se había doblado hasta los codos, tal vez lo atractivo que se veía me hubiese distraído más si no hubiese deparado en que llevaba un ramo de flores en las manos.

-Hola- le saludé también nerviosa, ¿por qué llevaba flores? El corazón empezó a latirme con fuerza y sentí que se me oprimía el pecho, ¿a quién le estaba llevando flores?

-Am... son para ti, creí que sería un buen juego de palabras- Chris extendió el ramo y casi tuvo que colocarlo en mis manos porque yo me quedé helada de la impresión. Cuando lo vi cargando flores me imaginé muchas posibilidades, pero no que me las fuera a regalar a mí.

-Lirios- murmuré mientras sonreía. Se refería a aquella ocasión en que lo rescaté de un trío de Lyries que pretendían hacerlo tiras, que fue en realidad la primera vez que nos vimos. De pronto me percaté de que miraba las flores como embobada, fijamente, contemplando cada detalle de sus pétalos blancos y una sonrisa tonta se posaba en mis labios sin poderla suprimir. -Ah... muchas gracias, no debiste... en realidad no tengo nada para darte- comencé a tartamudear, pero Chris rio.

-Louise, me has dado mucho más de lo que imaginas en estos meses- dijo con seriedad. -De hecho, hoy quiero compensarte un poco, si no tienes inconveniente.

-¿Compensarme?

-Deja que yo guíe esta vez- pidió con un poco de antelación en sus ojos.

-¿Vas a guiarme... por Rockeville? ¿A mí?- repetí confusa.

-A que puedo mostrarte algo que no hayas visto antes- me retó.

-Chris, Chris, tienes aspiraciones demasiado grandes- le sonreí también. -De acuerdo, guíame hoy, pero primero debes acompañarme a resolver un asunto pendiente.

Chris me acompañó por el pueblo a varios lugares: a una tienda de juguetes, otra de deportes, una librería y por último una pequeña boutique de ropa para adolescentes. Compramos tanto que apenas podíamos sostener las bolsas y las cajas sin tropezarnos.

-No sabía que disfrutabas ir de compras- advirtió mientras intentaba que una caja de zapatos no se cayera de la torre que se formaba en sus brazos.

-No son para mí, iremos al orfanato a entregarlos- respondí mientras me echaba al hombro el saco donde había metido todo lo que no podía estropearse si se amontonaba, de tal manera que los lirios que Chris me regaló descasaban sin peligro en mi otra mano; cada vez que los veía una sonrisa surcaba mis labios y me hizo recordar la burla de Michael sobre que tenía una sonrisa idiota últimamente.

-¿Te encargaron todo esto?

-¿Qué? Ah, no, es una especie de tradición entre los niños y yo- comencé a explicarle. -En el instituto hacen esta especie de premiación cada semestre, condecoran a los diez mejores estudiantes, ya sabes, medalla y dinero que puedes utilizar como te plazca. Pues van varios años que lo gasto en el orfanato, dicen los niños que son los únicos en el reino que tienen dos Navidades en vez de una.

-¿Entonces les das todo? ¿Por qué?- me preguntó muy interesado.

-Dos razones. La primera es que siendo objetivos, no necesito de este dinero: el instituto me provee de alimento, comida, vestido y lo que necesito, mi padre vive literalmente en el Palacio, así que tampoco tiene sentido que se lo dé.

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