Capítulo 6

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-Ya veo por qué es tu festival preferido- admitió Chris mientras buscábamos asiento en una de las tantas mesas con manteles naranjas que se colocaron por toda la plaza.

El festival de otoño de Rockeville era colorido y lleno de alegría, los ciudadanos se reunían en el pueblo para bailar al ritmo de una enorme banda conformada por voluntarios. Se ponían mesas donde cada familia llevaba alimentos y bebidas para compartir con todos, amigos o desconocidos.

La plaza se llenaba de lazos amarillos y naranjas que los niños utilizaban para jugar mientras corrían de un lado a otro, mientras los adultos reían, bebían y se abrazaban continuamente. Me gustaba ese festival porque de ser una pintura definitivamente la nombraría como un reino que es feliz.

Chris y yo encontramos lugar en una mesa donde dos familias se reunían, además de un par de ancianos que conocíamos bien del asilo. También los niños de los orfanatos asistían y algunos incluso se detenían a saludarnos con abrazos rápidos pero efusivos antes de retomar sus juegos de atraparse. En cuanto tomamos asiento, coloqué una botella de vino que cargaba en mi mochila.

-Me hubieses explicado y habría traído algo también yo- me reprochó Chris cerca de mi oído, la música nos obligaba a acercarnos para poder escuchar qué decíamos.

-No te preocupes, esa botella es suficiente por ambos y es cortesía del instituto- le respondí cómplice.

-Louise Benedette, ¿robaste al instituto?- me preguntó mientras se reía fuertemente.

-¡Por supuesto que no! Una de las cocineras me la dio cuando se lo pedí con una de mis sonrisas encantadoras.

Chris rio de nuevo y su risa se escuchaba aun a pesar de la música, había algo en la forma en que reía que me deleitaba, tal vez porque sonaba musical o por la forma en que su pecho subía y bajaba cuando lo hacía. No, era esa costumbre que Chris tenía de mirarme a los ojos justo después de reír, eso era lo que me cortaba el aliento.

-Louise, ¿los Gardien saben bailar?- me preguntó mientras observábamos a las parejas dar vueltas al centro de la plaza mientras un vals tranquilo las guiaba.

-Pobre de nosotros si no, es una asignatura obligatoria en segundo curso- me reí, en el instituto se aseguraban de que fuésemos tan expertos en etiqueta, protocolo y acervo cultural como cualquier noble.

-Pruébalo- me retó con una sonrisa mientras se ponía de pie y extendía su mano hacia mí.

Me quedé en silencio por unos segundos, por más que Chris y yo fuésemos amigos, él seguía siendo el príncipe y bailar con él no era apropiado en lo absoluto. Pero pronto los ojos de Chris perdían su aire retador para tornarse decepcionados, en ese momento no era ningún príncipe, era un chico común que me invitaba a bailar en un festival, tan simple con eso. Tomé su mano y lo dejé guiarme hacia el centro de la plaza.

-Los Gardien sabemos bailar, ¿pero tú?- fue mi turno de retarlo.

Chris sonrió mientras me tomaba de la cintura con una mano y me acercaba más a sí mismo, pronto comenzó a liderarnos mientras nos desplazábamos por toda la pista. Bailar con Chris era muy diferente de cuando practicaba con mis compañeros o cuando bailaba con Michael en los bailes del instituto, no debía cuidar mis pies para no cometer errores o mantenerme concentrada; junto a Chris sentía que no sólo la música flotaba entre nosotros, sino que yo misma me inmaterializaba.

Él me miraba a los ojos mientras nos guiaba con gracia, sin un solo error. Ya no quedaba nada de nuestras sonrisas retadoras del principio, tan sólo nos sosteníamos la mirada como si pudiésemos ver más allá de lo que nuestros ojos permitían; sentía que mi corazón se comprimía a cada instante y quería pensar que el baile tenía la culpa de que me faltara el aliento.

Bailamos una, dos, tres piezas hasta que el atardecer cubría completamente el cielo, la música paró para que todos hicieran el tradicional brindis del comienzo del otoño y nos vimos obligados a salir de nuestra burbuja que habíamos creado mientras bailábamos. Tomamos dos copas que reposaban en nuestra mesa y brindamos junto a los demás mientras dirigíamos la mirada al cielo, que nos regalaba tonos naranja y rosa.

Sin poderlo evitar desvié la mirada para observar a Chris a mi lado, pero descubrí que también él me observaba fijamente... y que ninguno apartó la mirada. Entendí entonces que el príncipe Christopher me inspiraba respeto, orgullo y lealtad, que le servía incondicionalmente como Gardien; pero el hombre frente a mí era algo diferente, era Chris, solamente Chris... y le quería.

***

-Bueno, cuéntame- ordenó Michael mientras practicábamos combate cuerpo a cuerpo.

-¿Qué cosa?- respondí mientras esquivaba uno de sus golpes.

-Sobre el hombre al que ves cada domingo desde hace tres meses- lo dijo con naturalidad, pero me dejó pasmada, lo que le dio la oportunidad de derribarme.

-Auch- me quejé antes de incorporarme. -No sé de qué hablas.

-Louise, Louise, te conozco desde que naciste, ¡literalmente estaba fuera de la sala del hospital! ¿De verdad piensas que me puedes ocultar algo?- sonrió mientras comenzaba a quitarse las vendas de las manos y dejarlas en una banca.

-¿Y por qué, según tú, estoy viendo a alguien?- me defendí ocultando mi nerviosismo mientras me quitaba las vendas también.

-Hace tres meses que no visitas a mis padres, cada domingo desapareces misteriosamente y vuelves hasta entrada la noche, además de que tu cara te delata.

-¿Mi cara?

-Tienes una sonrisa idiota todo el tiempo- añadió rápidamente y se rio a carcajadas cuando lo recriminé con la mirada.

-No tengo ninguna sonrisa idiota y los domingos he estado en el pueblo como siempre, puedes preguntarle a las directoras del orfanato o a cualquiera de por ahí si me ha visto.

-No hace falta, mi madre lo ha hecho por mí y han confirmado tu coartada.

-¿Cómo dices?- pregunté sin poder esconder mi preocupación.

-Le han dicho que efectivamente has frecuentado el pueblo de vez en cuando, siempre acompañada de un hombre más o menos de mi estatura, pero pelinegro... ah, y dicen que hacen una pareja encantadora.

Me quedé helada, de suerte que le estaba dando la espalda a Michael o habría visto mi cara de espanto al saber que estaba averiguando sobre Chris, por supuesto que la única que conocía su identidad era yo, pero faltaba poco para que Michael se enterara si le conocía y ataba cabos como yo lo hice.

-No es lo que parece- murmuré apenas.

-Ah, qué frase tan convincente- se burló mientras me miraba con sus hoyuelos marcados por su sonrisa.

-Sólo somos amigos- me defendí, pero sentía el ardor en mis mejillas. Cielos, contrólate, Louise, ¡de verdad sólo son amigos!

-Bueno, bueno, ¿cuándo conoceré a este amigo tuyo? ¿Este domingo tal vez?

-¿Qué? ¡No!- me alarmé y subí la voz involuntariamente, Michael me miró serio, sin nada de burla en su semblante.

-¿Está todo bien, Louise?- preguntó con voz grave, con esa actitud protectora que mantenía conmigo.

-Sí, sí, no hay ningún problema... es sólo que en verdad somos amigos, sería muy raro que fueras a conocerlo, lo podría malinterpretar- me excusé rápidamente.

Michael me miró pensativo, debatiéndose entre creerme o no. Para mi suerte una compañera se nos acercó para pedirme ayuda con el examen de literatura que tendríamos al día siguiente, lo que me sirvió para escabullirme de esa situación.

-Louise- me detuvo antes de retirarme. -Prométeme que me dirás si algo va mal.

-¿Cuándo no lo he hecho?- le sonreí agradecida. -Y tú prométeme que lo dejarás estar.

Michael sonrió levemente y levantó las manos en rendición, me retiré junto a mi compañera sin darle más vueltas al asunto. De camino a la biblioteca me preguntaba muy seriamente si lo que me preocupaba era que Michael descubriera la identidad de Chris o si lo que temía era que su suposición sobre Chris y yo fuese verdad...no sabía cuál opción me asustaba más.

GardienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora