Capítulo 3

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Como llegué al instituto más tarde lo habitual, terminé de escribir los informes alrededor de la una de la mañana y caí dormida apenas cerré los ojos en mi cama. ¿Quieren un dato curioso? Los Gardien no usamos pijama, dormimos con nuestro uniforme habitual porque nadie sabe en qué momento puede ocurrir una emergencia y definitivamente no podría esperar a que nos cambiásemos de ropa.

Me desperté al día siguiente a las 5:58 de la mañana y apagué la alarma que sonaría a las seis. Me duché rápido y bajé al comedor donde todos los estudiantes desayunábamos sin falta de seis a siete de la mañana. Habían diez mesas de diez asientos cada una, pero nunca se llenaban por la escasez de estudiantes; divisé a Michael en nuestro lugar de siempre.

-¿Qué dicen mis padres postizos?- le saludé apenas me senté.

-Que los tienes olvidados, me advirtieron que no me querían de vuelta a menos que te llevara conmigo- me respondió con una sonrisa que sobresaltaba sus facciones, con todo y sus ojos café y rizos castaños.

Michael era aprendiz de último año, de hecho era el mejor de su generación, su madre había sido la mejor amiga de la mía durante toda su vida, por lo tanto Michael y yo crecimos juntos. Cuando mi madre falleció, los padres de Michael se ofrecieron a criar de mí como su propia hija, sobre todo por las obligaciones de mi padre como Gardien, pero al final mi padre no quiso desprenderse de mí y me crio junto a él. Aun así, mis visitas al hogar de Michael fueron tan frecuentes que nos considerábamos hermanos, dentro del instituto éramos inseparables.

-No me culpes, no puedo evitar me quieran más a mí- me burlé mientras tomaba un par de huevos cocidos y una buena ración de jamón del centro de la mesa.

-Pero muestra un poco de arrepentimiento y acompáñame el próximo domingo a verlos.

-Ah, el domingo... prometí a los niños del orfanato que los visitaría de nuevo- mentí apresuradamente, el corazón me latía con irregularidad al recordar mi promesa con Chris. Michael me miró fijamente, sabía que mentía, pero no me lo reprochó.

Después del desayuno asistí a mi clase de lenguas extranjeras, practiqué mi latín durante una hora para luego reencontrarme con Michael en el gimnasio y entrenar toda la mañana. Como estábamos en los últimos cursos nuestra agenda era más flexible, no estábamos atados a un horario como los de primer curso y podíamos elegir en qué emplear nuestro tiempo mientras que rendiésemos buenos resultados.

Esa tarde, por ejemplo, practiqué tiro con arco, equitación y al final pasé un buen rato junto a Bonum, mi criatura no humana preferida en todo el mundo. Mi historia con Bonum era algo particular: Michael, un par de compañeros más y yo lo encontramos mientras patrullábamos en el bosque una noche, estaba recién nacido y yacía dormido junto al cuerpo inerte de su madre, que no se había ido de este mundo sin antes deshacerse del par de traficantes que los transportaban.

Bonum era una rara combinación entre un oso y un humano, que en realidad no había sido producto de la naturaleza sino de atroces experimentos de un médico algunas décadas atrás. Los osos-humanos se consideraban casi extintos y los que quedaban eran sumamente peligrosos, por esa razón mi equipo decidió asesinarlo casi de inmediato, pero yo (con catorce años y más imprudente que de costumbre) me opuse.

Michael me respaldó y logramos llevar al cachorro frente a las autoridades del instituto, les propuse que criásemos a ese cachorro como una defensa para la entrada del bosque, donde los aprendices de Gardien tenían tantos problemas impidiendo que criaturas no humanas peligrosas atacasen el instituto y aunque la idea era descabellada, logré convencerlos y poner a Bonum bajo mi responsabilidad.

Criarlo no fue fácil, Bonum tenía la complexión de un oso pero la inteligencia parecida a la de un humano, podía articular frases cortas, pero no podía comunicarse con facilidad. Además, era muy reservado con el resto del instituto y sólo mostraba apego hacia mí, a las semanas de comenzar a criarlo ya nos habíamos tomado mucho aprecio y comencé a entrenarlo en combate, los directivos casi se infartan cuando me vieron dándole un mazo y enseñándole a usarlo, incluso llamaron a mi padre para que me hiciese desistir de esa idea.

GardienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora