3: Ike

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Los Broflovski siguieron consumiendo sus alimentos sin hablar más del tema, para Kyle eso significaba el arcoiris después de la tormenta. Lo peor ya había pasado y parecía mentira que hacía pena dos minutos casi se cagaba del susto.

— Bien. — comenzó Gerald.— Con respecto a lo que dijo Ike, menos mal que solo fue un golpe. Creí que te estarías masturbando o mirando pornografía, hijo.

— ¡Gerlad! ¡Por Dios!

Sheila miró con desaprobación a su esposo, provocando que este se encogiera de hombros. Ike casi escupe de la risa el bocado que apenas se había llevado a la boca y Kyle, por su parte, soltó los cubiertos para cubrir su sonrojado rostro.

— No, papá... Por favor, basta.

La pelirroja se levantó de su asiento y comenzó a recoger los platos, exceptuando el de Kyle que aún no terminaba y Ike que se negaba a comer las verduras. Para ella, hacer las tareas domésticas era su forma de calmarse cuando algo no le agradaba y esta era una de las ocasiones, si algo no toleraba era que su marido les hablara sobre sexo a sus hijos y menos cuando estaban en la mesa.

Después arreglaría cuentas con él, pero antes calmó a su hijo mayor con un abrazo y un beso bajo las palabras "no te preocupes amor, yo sé que no haces ese tipo de cosas."

Tratando de contener las carcajadas, Ike fingió un tono por demás infantil y meloso.

— ¿Que es masturbar, papi?

— Hijo, estoy orgulloso de que preguntes eso.

El Sr. Broflovski se acomodó mejor en su silla, a leguas se notaba que ansiaba hablar de ese tema con el mejor, pero antes de comenzar la lección sobre las maravillas de la masturbación masculina Sheila interrumpió dándole un golpe en la espalda al hombre.

— Gerald, te prohíbo que le hables al niño del tema. Es pequeño y no entendería, además por si no lo haz notado, Kyle está comiendo. — señaló.

— ¡Oh vamos, mujer! Algún día tendrá que saberlo, tiene siete años, no es un tonto.

— ¡Pero no ahora! Mi bebito no tiene la edad para escuchar tus depravaciones ¿No recuerdas lo que le dijiste a Kyle y a qué edad?

Sintiéndose ofendido, está vez fue Gerald el que se levantó de su silla plantándose frente a su esposa.

— Se lo dije para que no viviera en la ignorancia.

Sheila rodó los ojos y cruzó de brazos.

— No digas tonterías, se lo dijiste porque nos descubrió en la cama.

En medio de la discusión, Ike se las ingenió para salir del comedor sin ser detectado por sus padres, el pequeño había tirado las verduras para después tomar un bote de helado de la nevera y salir de allí. El infante era más inteligente y hábil de lo que parecía, y no por el hecho de hurtar golosinas, sino porque sabía cómo beneficiarse de cualquier situación, sin mencionar lo manipulador y algo maquiavélico que era en ocasiones. A sus 16 años Kyle era quien aprendía más de su hermanito, el niño poseía la malicia y el encanto que a él le faltaba y en ciertos momentos le hacía pensar su fuese más como Ike no se vería envuelto en tantos problemas o al menos no se alteraría cómo era su costumbre.

En tanto la discusión de sus padres se volvía cada vez más incómoda, ahora el tema eran sus relaciones sexuales y el pobre desempeño de cada uno en la cama. Lo peor no era eso, sino que se gritaban importandole poco que Kyle estuviese allí sentando en medio de su pelea.

Ya estaba lo bastante fastidiado como para seguir allí, suficiente tenía con sus propios problemas, así que comió deprisa para irse lo más rápido posible del lugar.

— He terminado.

Anunció el ojiverde alzando un poco la voz para hacerse oír entre los gritos de histeria de su madre. Al no obtener respuesta de ambas se levantó y caminó con las manos escondidas en sus bolsillos fuera del comedor.

De camino hacia su cuarto observó a Iker viendo la televisión mientras comía el bote de helado que había sustraído hacia poco. Aquel era el momento idóneo para hablar y disculparse, no podía agradecer el hecho que no le delatara puesto que el niño dió indicios de no tener la menor idea de lo que pasaba.

Sin dudarlo más, tomó asiento junto al infante en el sofá.

— ¿Que ves, Ike?

— ¿Eso importa? — respondió tajante sin mirarle.

— En realidad no, escucha, tengo que disculparme por todo esto que pasó. Sabes que no fue mi intención gritarte, en adelante prometo ya no hacerlo mientras que tú te comprometas a tocar antes de entrar a mi habitación.

Ike asintió, llevándose nuevamente una cucharada de helado a la boca.

Sin más que tratar optó por dejar a su hermano solo. Siguió con su camino deteniéndose para dar un último vistazo al pequeño, en otras circunstancias le habría dicho que no comiera helado o se enfermaría pero al ser una ocasión especial decidió no hacerlo.

— ¡Hey, Kyle! — frenó la voz del pequeño.

— Dime, Ike. — se giró observando a su hermanito recargado en el respaldo del sofá.

— Solo una observación... — suspiró.— No seas idiota, si vas a masturbarte procura ponerle seguro a la puerta y asegúrate de no gritar tan fuerte el nombre de tu amigo cuando lo hagas ¡Oh sí, Stanley! ¡Dame más, Stanley! — se mofó Ike imitándolo, haciendo igualmente una voz chillona.

Kyle no se quedó a escuchar lo demás, corrió de ahí lo más rápido que sus piernas le permitieron hasta llegar a su habitación y poner en práctica el consejo que le había dado su hermano. Si bien no era para satisfacerse por segunda vez, si lo era para meditar un poco de las cosas y protegerse de las burlas.

El sonido de la puerta de la habitación de Kyle le dió a Iker la señal para sacar su móvil. Miró hacia el comedor donde sus padres continuaban discutiendo y revisó que el mayor no hubiese salido de su cuarto, sin peligro alguno volvió a sentarse para escribir un mensaje.

Era noche del jueves, exactamente a las 8:00pm y el mensaje ya había sido visto y respondido.

Lo tengo, ahora cumple con tu parte. √√

¡Buen trabajo, Ike! √√

Satisfacción Solitaria. | StyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora