8: Cartman

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Tras escuchar aquel nombre, de inmediato, Kyle se incorporó con lentitud, deshaciendo el agarre con el cual aún retenía a su hermano. Con rapidez, se encaminó hacia la salida de la habitación; cruzó el pasillo con dirección a las escaleras y una vez hubo bajado, Ike se interpuso en su andar en medio de jalones que casi le hacen tropezar.

— ¡Por favor, Kyle! ¡No hagas nada estúpido, por favor! — sollozó, restregando su rostro en el abdomen del chico.

Aquello logró empeorar la situación: el pelirrojo había interpretado esas palabras como un intento de protección hacia Cartman, cosa que provocó acrecentar su enojo a tal punto de quitar al pequeño de su camino con brusquedad, haciéndole caer y golpearse con la mesita baja de la sala.

— ¡No te entrometas! ¡Te irá peor si lo haces!

Sentenció y sin más salió del recinto, dando un portazo detrás de sí.

Estaba que echaba humo. No había ser en la tierra que le importara en ese momento; a la mierda con la gente, con Cartman, los sujetos que le veían pasar y cuchicheaban, sobre todo a la mierda con Ike, él podría irse al infierno una y mil veces más.

Su mente era un caos, limitándose a solo escuchar la voz en su cabeza que exigía venganza y el odio que impulsaba su andar. Disfrutaba tan solo el imaginar los distintos escenarios donde, dando rienda suelta a su ira, molía a golpes al culón hasta dejarlo al borde de la inconsciencia o mejor aún, hasta matarlo.

Tan absorto estaba en sus pensamientos que no se percató que ya se encontraba de pie frente a la puerta de la casa de la familia Cartman. Su camino había sido breve a pesar de sus pasos lentos y las múltiples interrupciones por parte de su hermano.
Dejando de lado la decencia, los modales y el respeto, Kyle comenzó a tocar el timbre y la puerta aleatoriamente con una impaciencia desmedida. No pararía hasta ser atendido, así fuera el gordo o la madre de este. Nada le evitaría hacerse justicia por su propia mano.

— ¡Ya voy! ¡Mierda! ¿Qué no pueden esperar un minuto, ojetes?

Gritó de repente una voz que al instante reconoció como la de Eric Cartman aproximándose.

De inmediato se detuvo, preparándose para lo que vendría después. No tardó ni dos segundos cuando la puerta de abrió, asomándose por esta un robusto chico aún en pijama y con restos de comida en la comisura de sus labios.

— ¿Qué mierda quier...? ¡Aaahhhh!

Sin dejarlo continuar, Kyle ya había soltado una serie de golpes al rostro del castaño hasta dejarlo tendido en el suelo. Los ojos confundidos de Eric se posaron en las orbes esmeralda que le fulminaban.

La sola sensación de un tibio líquido recorrer el labio superior le hizo reaccionar llevando su mano hasta ese lugar notando un tinte escarlata en sus dedos.

— ¡Hijo de puta, me rompiste la nariz! — gritó, tratando de contener el flujo de la sangre.

Sin prestar atención a los reclamos del chico, Kyle cerro la puerta de la residencia y acto seguido, se colocó en cuclillas, tomando al castaño del cuello del pijama acortando la distancia entre ambos.

— ¡Hey, tranquilo Kahl!

— ¡No me digas que me tranquilice! ¡Tu, gordo hijo de perra te vas a arrepentir de lo que hiciste! — vociferó, sacudiéndolo con fuerza.

— ¿De qué carajos me hablas?

En respuesta, Kyle volvió a golpear a Cartman, esta vez acertando cerca de la boca.

— No me vengas con eso, sabes a lo que me refiero, Ike ya lo confesó todo. — dijo, atrayéndolo más hasta quedar con las frentes unidas.

Para sorpresa del pelirrojo el gesto de pánico reflejado en la regordeta cara de su víctima desapareció apenas mencionó aquello.
En completa tranquilidad, Cartman llevó sus manos hacia las que le apresaban deshaciendo el agarre

— De acuerdo. — empezó con un tono dulce y amigable, haciendo a un lado al ahora desconcertado Kyle para después levantarse con dificultad y torpeza. — ahora que sabes la verdad y ya que te tomaste la molestia de casi derrumbar mi puerta e irrumpir en mi casa sin ser bienvenido, creo que te debo una explicación, siéntate por favor... — dijo, señalando el pequeño sofá.

Los ojos de Kyle viajaban del castaño hacia el asiento.

— Eres un idiota Cartman ¿Crees que vengo a escucharte?

El castaño llevó sus manos detrás de su espalda, paseándose con lentitud alrededor de Kyle.

— Ese es tu mayor defecto. — interrumpió. — jamás quieres escuchar. Siempre crees tener la razón y no ves los extremos del problema.

Incómodo como para rebatir aquello, el pelirrojo obedeció tomando asiento en el lugar antes señalado, ocasionando que una socarrona sonrisa apareciera en el rostro de Cartman y su andar fuera aún más altanero.

— Déjame decirte — comenzó.— que tienes suerte que mi mamá haya salido por el desayuno, de estar aquí habría llamado a la policía o a tu judía y gorda madre.

Kyle se cruzó de brazos y hastiado rodó los ojos.

— No empieces con eso. Si vas a decir algo con respecto a ese vídeo será mejor que lo hagas rápido, antes que te pateé el culo. — amenazó, deslizándose hasta el borde del sofá.

Bastaba sólo con que el castaño dijera algo fuera de lugar para incorporarse y hacerle ver su suerte.

— Si claro, pero de haber cerrado esa sucia boca judía que tienes ya habría comenzado a contarte lo que sucedió, así que no vuelvas a interrumpirme, si es que tienes prisa.

Kyle le miró desafiante y haciéndole un gesto con la mano le invitó a que continuara con su relato.

— Bien, empezaré diciendo que todo lo hice por joderte. — al notar que el pelirrojo abría la boca, Cartman subió el tono de voz. — ¡Porque desde hace más o menos tres meses supe que tenías sentimientos del tipo amoroso por Stan!

Satisfacción Solitaria. | StyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora