18. La casa Ledesma Gascón

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Bueno venga, como motivo del día del orgullo, doble ración 🫶🏼🏳️‍🌈🌙

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Quizás era la peor idea del mundo, quizás era la mejor que había tenido en su vida, pero había sido un impulso que simplemente sintió que debía seguir. Era la primera vez que sentía que quería pasar un día junto a alguien y sabía que no se habría perdonado haberse callado aquella oferta de comer junto a su familia.

Sus padres vivían en Avilés, a media hora en coche, y durante todo aquel camino, Amelia calló mientras dejó que Luisita cantara llenando el ambiente con su voz. Era relajante para las dos, porque Amelia había descubierto que la voz de la rubia podía ser tan placentera como tranquilizadora, y para Luisita, cantar era otra forma de distraerse y alejar los nervios. Porque aunque la ojimiel no lo viera, Luisita estaba muy, muy nerviosa.

Pero estaba acostumbrada a compromisos y apariciones públicas, así que la rubia sabía controlar sus nervios llevándolos por dentro. Aunque eso no significaba que no los sufriera.

Y ahora estaban en frente a la puerta de los padres de una chica que sólo había besado una vez, pero que ocupaba su mente todo el tiempo. Se llenó los pulmones de aire y los sostuvo mientras Amelia tocaba el timbre, esperando que abrieran.

Se escuchó una voz femenina y Luisita pudo ver cómo automáticamente, una sonrisa se dibujaba en su cara cuando una mujer apareció tras la puerta. El pelo claro y corto, distinto a aquellos rizos que a Luisita tanto le gustaban, pero con la misma sonrisa que su hija.

– Amelia cariño. – dijo mientras tiraba de su hija para rodearla con sus brazos. – Felicidades.

Una punzada atravesó todo su cuerpo al escuchar aquello.

Joder, era su cumpleaños. ¿Por qué no la había avisado?

Aunque ahora tenía mucho más sentido aquella invitación. Seguía siendo pronto para incluirla en planes familiares, pero si fuera su cumpleaños, Luisita también habría querido que Amelia estuviera en su día especial.

Tan sólo si la hubiera avisado... Le habría preparado algo especial y le habría comprado un gran regalo, porque Luisita era así. Ella era de las que gastaban demasiado dinero en sus amigos, en consentirlos y darles todos los caprichos que quisieran para sentirse bien a su lado. Porque en su mundo, la amistad se basaba en eso.

Pero Amelia no era así.

Amelia quizás habría visto excesivo cualquiera de los regalos que habría elegido.

Amelia sólo la quería a su lado, nada más.

– Gracias, mamá.

Se separó de aquel abrazo y finalmente, la madre de Amelia reparó en ella por primera vez y era evidente que acababa de verla porque en cuanto lo hizo, su mirada cambió completamente indicando que acababa de reconocerla.

– Te presento a...

– Eres Lu Morrigan. – le dijo a Luisita interrumpiendo a Amelia, para volverse de nuevo a su hija. – ¿Es Lu Morrigan?

Amelia se quedó callada algo confusa porque, sinceramente, a la ojimiel se le olvidaba a veces aquella otra cara de la rubia. Porque para ella no era Lu Morrigan. Amelia ni si quiera conocía a Lu Morrigan. Lu Morrigan era una cantante de la que había escuchado hablar mucho últimamente, pero no era esa chica con la que compartía día a día su jornada laboral.

Al ver que se había quedado sin reaccionar, Luisita prefirió tomar la iniciativa y adelantarse.

– Sí, lo soy. – respondió con la sonrisa más dulce que tenía. – Pero prefiero Luisita, por favor.

Si muriéramos mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora