The Abyss | Creek

Quiero saber quién eres

Solo se había ido un momento al baño, solo un segundo, solo quería lavarse el raspón de su brazo que "accidentalmente" se había hecho al tropezar con el pie de alguien. 

Entonces, ¿cómo es que su mochila terminó con mierda de perro y mayonesa en el basurero del pasillo?

No era la primera vez que le pasaba algo así, al principio fue su sudadera deportiva, la siguiente su toalla, la última antes de esa había llegado a sus zapatos. Se le estaban agotando las excusas para con su madre quien de por sí ya estaba luchando financieramente para poder comprarle cosas, últimamente inventaba una torpeza que no tenía solo para que, a parte del problema en la escuela, tuviera que lidiar con los gritos de una cansada madre soltera en casa.

—Es lo que merecen las personas asquerosas como tú, porque eso es lo que sale de tu boca, solo mierda—Le dijo la persona que alguna vez fue su mejor amigo, pero que ahora lo mira con esa sonrisa espeluznante que le deja ver una ventana a sus más malvados pensamientos.

La devastadora escena se complementaba con una sinfónica de risas que le hacían coro a su humillación social, un show en el que él era un bufón sin sueldo y el otro, era el emperador de las burlas. No había escapatoria ya, siempre creyó en la santidad y ahora la confirmaba más... pues estaba viviendo en su rutina de odio las mieles del infierno, donde tus pecados se repetían una y otra y otra vez.

¿Alguna vez acabaría? ¿Alguien algún día vendría a salvarlo de ese bucle de dolor y desesperanza?

Tal vez el único que lo podría salvar de esa situación sería el mismo.

—¿Porque eres así conmigo Craig?—Preguntó a su abusador, el pelinegro no dejaba de reírse hasta que dijo esas palabras, el muchacho amedrentado se volteó y el de chullo se vio a sí mismo con los ojos vacíos, luego todo el mundo desapareció a su alrededor como polvo al viento y cuando menos se dio cuenta, su yo lastimado subió a unas escaleras de casilleros con palabras obscenas escritas con sangre de cerdo, al llegar a lo último posó una cuerda de cordones sucios y cayó con su peso, escuchando el tronar de su cuello.—Tú me hiciste hacer esto, Craig.

—¡Ah! —Jadeó al despertarse. —No, no otra vez, no otra vez—Se dijo con miedo abrazando sus piernas, cada vez que decía en voz alta fragmentos de su pasado las pesadillas volvían, revivían una y otra vez sus maldiciones, hasta en sus sueños se recordaba el asco de persona que era.

Le dolía el pecho, después de tener noches tan buenas donde su único consuelo era dormir, volver a repetir el mismo sufrimiento en su bunker metafórico lo hacía sentir tan desesperado. Se quedó ahí despierto un buen rato mirando el espejo en la oscuridad, quien le presentaba nuevamente a su viejo amigo: su conciencia.

Aquella sombra estaba hecha de lodo oscuro y moho negro, era su silueta tal calca de lapiz. Se acercaba como serpiente a su espalda y se subía a sus hombros con esas manos chorreantes de autodesprecio, esas que le llenaban el cuerpo con el viscoso sentimiento de culpa profunda.

—No mereces dormir bien ni siquiera, ¿cuántas noches crees que él sufrió, así como sufres tu? Yo diría que incluso más. —Le susurraba con esa voz ronca y acusadora, juzgándolo con su sonrisa maliciosa.

—Yo no quería que eso terminara así. —Intentó defenderse—nadie quiere eso, nadie quiere ser el autor de las decisiones de otros.

—Entonces, ¿cómo creías que eso iba a terminar? lo acosaste por cosas de las que no tenía ningún control, quiso ser valiente y tú le tuviste miedo a esa valentía. Querías verlo caer por osar dañar la paz que tenían entre los dos, lo odiaste solo por querer ser él. —La presión en el pecho... dolía, dolía asesinar con manos limpias.