Capítulo 1

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Dereck

—Déjalo ya. —Le quito la corbata a mi madre de las manos y tomo una copa del minibar de la habitación.

—Debes salir bien, habrá millones de fotógrafos.

—Realmente no me importa quién asista. —Doy un trago, y entonces me detengo con el vaso no muy lejos de mis labios—. No debo preocuparme por eso, ¿verdad?

—Por supuesto que no.

—Entonces importa bien poco cómo me vea. —Inclino la copa hasta consumir todo el líquido, sintiendo que me quema la garganta a su paso.

—Mastica —dice mi madre poniendo un chicle en mi mano libre.

—¿Por qué? —cuestiono, pero meto la tableta a mi boca.

—Porque —me retira la copa, como si no fuera capaz de hacer las cosas por mí cuenta, pero acepto que lo haga porque sé que es su manera de intentar controlar sus nervios—... en caso de que la loca de Antje intente poner una demanda...

—Cuando la ponga —la corrijo porque sabemos cómo terminará todo esto.

—Intentará alegar que estabas borracho y que no estabas en tus mejores sentidos, que eras manipulable. Solo basta con que respire un poco de alcohol en cinco kilómetros a la redonda e intentará echarte abajo.

Decido no admitir ni negar nada. Nuestra posición no es la mejor y, aunque las medidas que tomamos son arriesgadas, toda esta situación, en parte, nos supera.

—¡Cinco minutos! —avisa una de las asistentes de la organizadora de bodas asomándose por la puerta de la habitación en la que estamos.

El término «quedan cinco minutos», no es con exactitud eso, es más bien un «ya vamos cortos de tiempo, pero te puedes retrasar solo un poco más si lo necesitas». Yo lo necesito. De hecho, necesito salir de este lugar, tomar mi auto, conducir hasta el aeropuerto y tomar el primer vuelo que salga. Pero no puedo hacer eso y solo me queda rezar para que el plan de mi madre funcione. Plan que, por supuesto, no conozco.

Paso la mano por mi rostro y me pongo de pie acercándome al espejo de cuerpo completo, cediendo con la corbata y anudándomela como corresponde mientras miro mi reflejo.

—Así no es como imaginé el día de tu boda —murmura mamá y consigo atrapar su mirada a través del espejo.

—Si todo sale bien, no lo será.

Finalmente, luego de una charla mental y un intercambio de palabras con mi madre, salimos de la habitación.

Nos separamos cuando ella toma un desvío hacia los asientos y yo sigo mi camino hasta el altar. Con uno de los dos que se avergüence en público es suficiente.

Tomo mi lugar al frente de este circo, un tanto alejado el sacerdote y cerca de mi padrino.

—Pensaba que te escaparías —susurra Enrys—. Ya había preparado el discurso, me arruinaste el plan.

—Confío más en el plan de mamá, muchas gracias.

El sacerdote carraspea en nuestra dirección. Sé que no nos escucha porque hablamos en susurros, porque la música de fondo está un poco fuerte y porque estamos a una distancia suficiente de él, pero solo no quiere que hablemos, así que me quedo mirando la puerta de entrada, como todos los que están cerca de mí.

Enrys me da un leve apretón en el hombro, como si intentara decirme que, sin importar lo que pase, cuento con su apoyo.

La marcha nupcial empieza a sonar y cuando la novia entra todos exclaman un «aw» que hace que el estómago se me revuelva. Tengo ganas de vomitar.

¡Yo me opongo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora