Capítulo 7

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Tracy

—¡Qué belleza!

La voz de Kim se escucha demasiado fuerte a través del altavoz de mi celular. Cruzo los dedos para que no haya nadie cerca que pueda escucharla.

—Ya lo sé.

La habitación es hermosa. No solo porque la cama sea bastante grande, sino por toda la distribución. Los colores en tonalidades crema y azul pastel hacen una combinación perfecta para darle calidez a la habitación, además de las cortinas y algunas decoraciones en las paredes que parecen dibujos de una cinta de rollo fotográfico.

—¿Y? —pregunta.

—¿Y qué? —Arrastro la maleta hasta los pies de la cama en la que estoy sentada.

—¡¿Que cómo es?! —grita, y me apresuro a bajar el audio. Mejor prevenir.

—Como tú y como yo: una persona normal.

—Sí, normal, más muchos millones, más una increíble fama y un gran talento.

—Tampoco necesitas idolatrarlo.

Dejo el celular sobre la cama y abro la maleta. Empiezo a revisar lo que he guardado en ella. Lo primer con lo que me encuentro es con mi perfume y el jabón líquido. Los hago a un lado para ver la ropa y decidir qué ponerme para la pequeña «reunión:. Mis opciones van de un simple vestido azul veraniego a un mono de pantalones cortos.

Me quedo con el vestido. El mono tiene mucho escote y apenas me cubre el trasero. Solo está en mi maleta porque dejé que Kim empacara.

—¡¿Me estás escuchando?!

La pequeña voz de Kim sale por el celular a duras penas; lo vuelvo a tomar para mostrarle mi cara y que se calme.

Ella ha sido mi mejor amiga desde hace cinco años, y ha sido la mejor/peor cosa que me ha pasado en la vida.

—Ahora sí, repite.

La escucho bufar, pero hace lo que le pido.

—Primero me quejé de que dijeras que yo soy la que está idolatrando a ya sabes quién, luego te pregunté cómo fueron las cosas al salir de la iglesia. ¿Cómo reaccionó y se portó contigo? Debes ver los noticiarios, lo están pasando en todos lados. ¡Eres una estrella!

—Si ser una estrella implica tener la ira de una supermodelo encima, entonces no quiero serlo, gracias.

—Pero también significa estar al lado de quien tú ya sabes.

—¿Qué te hace pensar que estoy a su lado?

—Oh, no lo sé —emplea ese tono de falsa sabiduría de cuándo va a decir cosas que considera obvias—. ¿Tal vez porque no me has llamado desde que se terminó todo? ¿O porque no me enviaste un mensaje de que ya ibas a abordar si han pasado horas desde que se supone tomarías tu avión? —Hace una aspiración profunda antes de soltar un pequeño grito—. ¿Dormiste con él?

—¿Qué? ¡No!

—Entonces al menos espero que le hayas entregado lo que fuiste a llevarle.

Me quedo callada. No la había llamado justo por esto, temía a esta pregunta. Y cuando respira hondo detrás de la línea, sé que se viene un sermón.

—Deja ver si entiendo. Fuiste a la boda de un director cinematográfico para impedirla.

—Sí.

Sé que su afirmación no necesita una respuesta, pero no quiero que mi voz se vuelva temblorosa por falta de uso, aunque sean solo unos segundos.

¡Yo me opongo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora