Capítulo 9

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Dereck

—Muy bien, que conste que mi mente está trabajando al máximo para entender lo que pasa aquí.

Enrys no pierde momento en empezar a hablar y como no dudo que Tracy se distraerá un poco observando el despacho, sé que tenemos algo de tiempo para hablar.

—Vaya. Estás perdiendo el toque, que decepción.

—Ah, no, eso sí lo sé. Ella llegó y se opuso a tu boda porque la contrataron, nunca la habías visto, eso lo sé por cómo te encontré riendo cuando llegué, tu reacción en la boda y asocio lo de contratarla porque la locura de oponerse a una boda no se le ocurriría a nadie con un mínimo de sentido común, lo que se traduce en que fue idea de Mónica. No por el tema del sentido común, sino porque solo estabas «confío en el plan de mamá, gracias», además de que no había manera de que lograra colarse en la iglesia sin ayuda. Ahora están trabajando en darle sentido a su supuesto matrimonio de dos años. ¿Me equivoco?

—Tan certero como siempre. —Asiento.

—Lo que no entiendo es la fluidez con la que te salió decir que era tu esposa y por qué no has perdido los estribos con ella.

—No soy un ogro.

—No, pero todo te irrita. Yo te estoy irritando en este momento al pedirte explicaciones, eso te molesta, en especial porque sabes que es parte del trabajo y debes decirme todo lo que necesito saber.

Le doy un trago a mi copa casi vacía. Por este tipo de cosas es que siempre tenemos algún conflicto. Me conoce demasiado bien, y sí, ahora mismo estoy intentando concentrarme para no soltar una maldición.

—Mamá la contrató para que se opusiera a la boda, sin decirme, claro, y luego se encargó de hacerme ver que, ya que todo este desastre estaba hecho, podía sacar algún beneficio de él.

—Eso no fue lo que te pregunté.

Hago una mueca antes de tomar el último sorbo.

—No lo sé —admito—. Ella me irrita en ocasiones, ya sé que llevamos menos de veinticuatro horas en esto, pero son dieciséis horas más de lo que me dedico a conocer a una persona. Otras veces no me molesta tanto, como cuando mira cada cuadro de películas como si quisiera meterse en ellas. Pero en lo que se refiere a la fluidez con la que salió nuestro «estado civil» supongo que es porque he empezado a trabajar en ese papel. Crear el personaje de esposo y todo eso.

—Entre el «todo eso» está que ella tiene una vibra muy bonita y te hace sentir a gusto.

—No te hagas ideas extrañas —le advierto.

Él levanta las manos como si quisiera mostrar su inocencia.

—¿Se estará quedando aquí?

—Dice que lo decidirá luego de esta noche. No me parece lógico que estando supuestamente casados ella se quede en un hotel, pero si no quiere quedarse no puedo evitarlo.

—Lógico. —Asiente y se pasa una mano por el cuello—. No has cambiado.

—¿En qué sentido?

—Hermano, el respeto y todo eso sabes que te lo tengo ¿verdad?

—¿Ajá?

—Relación ficticia o no, la chica queda fuera de mi jurisdicción. En relaciones que no tengan que ver con este trabajo o la amistad, digo.

—¿Y?

—Que casi se me salen los ojos viendo las piernas de esa chica. El vestido le sienta muy bien en el pecho y tú pareces hacerte el ciego. O no sé si es que de verdad ya no te fijas en nada de eso.

¡Yo me opongo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora