Tracy
—¡Y para completar lo gritas frente a todo el mundo! —exclama la señora Hartwell.
Lleva unos quince minutos gritando y repitiéndome lo insensata que he sido. Dereck, por su parte, se mantiene con los brazos cruzados sobre el pecho y el cuerpo apoyado en una pared sin quitarme los ojos de encima.
—De acuerdo, tal vez exageré un poco —trato de conciliar.
—¿Un poco? ¿No pudiste elegir un mejor momento que justo en el que preguntaban quién se opone?
—Bueno, ¿y cuándo es buen momento para interrumpir una boda?
—Llevo quince minutos escuchándote gritar, mamá, y todavía no termino de entender quién es esta mujer, de dónde la conoces, y por qué está aquí —habla Dereck.
Mónica, la madre de Dereck, se lleva los dedos a las sienes y se masajea un poco.
—Contraté a Tracy para que irrumpiera en la boda y así no tuvieras que casarte.
—Hola —saludo con una pequeña sonrisa y un gesto de la mano, pero no me corresponde.
De acuerdo, puede que esté enojado. Tal vez no quería que interrumpieran su felicidad. Vaya, después de todo tal vez la mujer del altar tuviera razón con el asunto de la mancillación.
¿Esa es una palabra real?
—¿Y por qué no me explicaste nada y me lanzaste a los tiburones? —La voz de Dereck hace que vuelva a centrarme en lo que tengo enfrente.
Y vaya cosa que tengo enfrente.
—Porque no sabes actuar. —Mónica habla como si fuera la trigésima vez que tiene esa conversación.
—¡Soy peor improvisando! —Dereck eleva un poco la voz, pero se corrige al instante—. ¿Y estos papeles? —pregunta con calma mostrando la supuesta acta de matrimonio.
—Tal vez los falsifiqué.
—¿Los fal...?
El hombre aprieta las manos en puños, arrugando el papel, y mira al techo mientras su madre busca alguna bebida en la zona del minibar.
Las cosas como que se están poniendo un tanto serias y creo que no debería estar aquí.
—Bueno —murmuro levantándome y alargando la última vocal—, creo que ya debo irme.
—Si sales ahora, los paparazzi te comerán viva —dice Dereck sin mirarme y tomando alguna bebida que su madre le tiende.
—Claro. —Vuelvo a sentarme y dejo las manos sobre mis muslos. Esto es incómodo, pero al menos no ha volcado en mí todo el enojo que seguro siente. Cualquier otra persona en esta situación se habría vuelto loco.
—Deja ver si entendí —le habla Dereck a su madre en tono calmado—. Tú la contrataste —me señala, e ignoro el hecho de que hable como si no estuviera.
—Sí.
—¿Se supone que es actriz?
—No puedes negar que hice un buen papel —interrumpo, pero de nuevo no voltea a mirarme.
Tampoco es que quiera que lo haga.
—Lo que me estás diciendo es que contrataste a esta mujer ¿para irrumpir en la boda?
La señora Hartwell abre la boca, pero yo me adelanto.
—Y al parecer no quería que entrara cuando preguntaran quién se opone, pero tampoco es como que me hayan dado muchas directrices.
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¡Yo me opongo!
RomanceDereck Hartwell es, en definitiva, uno de los mejores directores cinematográficos de la era. O por lo menos eso dicen sus cuatro estatuillas del Oscar a Mejor Director. Su cara sale en todos los periódicos, ha sido la portada en cientos de revistas...