TracyMi mente se ha pasado las dos últimas horas vagando en teorías de lo que podría pasar si algo de esto no sale bien.
Mónica parecía bastante disgustada con las respuestas que le estaba dando Dereck, pero él se veía muy seguro de cada una de ellas.
He estado pensando tanto, que incluso me llegó la loca idea de que Mónica quería que me quedara. Es decir, tu hijo es cineasta, tu esposo actor y cineasta retirado —¿qué puedo decir? La verdad es que he investigado unas cuantas cosas de la vida de Dereck—, entonces, puede que no tengas un jet privado —que lo dudo—, aunque es información que, sorprendentemente, no he buscado en internet. Pero ya me salí de la cuestión. El punto es que, de quererlo, de haber puesto los medios a la disposición, justo ahora yo estaría en mi casa.
¿Que no había vuelos antes de las nueve de la mañana? Lo dudo.
Escucho que alguien toca la puerta de mi habitación temporal, sacándome de mis pensamientos. Me cuesta un poco pararme de la cama, pero lo hago. Con los pies un tanto pesados llego hasta la puerta y la abro, encontrándome con la chica que nos llevó el desayuno esta mañana.
—Hola —saludo sonriendo un poco.
—Hola. La cena ya está casi servida, así que si gustas pasar...
—Claro, te sigo.
Cierro la puerta a mi espalda mientras voy detrás de ella. No me he dado una ducha porque lo único que queda en mi maleta es ese mono de pantalones cortos y en definitiva no quiero usarlo.
Caminamos hasta llegar al comedor. Debo tomarme un minuto para admirar la decoración. ¿Es que toda esta casa será como un parque de diversiones para los amantes del cine?
—Noto que observas mucho. —La voz de Dereck me hace dar un respingo. Coloco una mano en mi pecho y me giro hacia el sonido de su voz, dándome cuenta de que solo estamos él y yo.
La chica se ha ido.
—Me asustaste —lo acuso.
—Lo lamento. —Su disculpa parece genuina mientras se pone a mi lado, aunque hay una respetable distancia entre ambos—. He notado que eres muy observadora —repite.
Yo usaría la palabra «admirar» «muy admiradora», pero él no tiene por qué saberlo.
—No puedo evitarlo. Tu casa es...
—¿Parece un museo dedicado al cine? —Mira los cuadros que decoran las paredes—. Sí, es más o menos eso.
—Que tengas unos cuantos elementos que te recuerden lo que amas no significa que sea un museo. —No entiendo por qué exagera.
—Tengo una foto con Steven Spielberg que ocupa toda una pared en mi despacho —dice como si eso fuera un signo de locura.
Mejor no le digo que tengo una foto en ese mismo tamaño, pero de él. ¡Con fines inspirativos! Por supuesto. La tengo enmarcada en mi habitación porque no tengo una oficina, de lo contrario...
—Oye, si yo tuviera una foto con Spielberg me haría una camiseta y la llevara siempre, incluso me la tatuaría en la espalda y andaría en strapless. —No sé si es idea mía, pero si alzara un poco más la comisura del labio, estaría sonriendo—. Tu oficina es donde trabajas, lo normal es que tengas cosas que te inspiran.
Se queda mirándome, como si intentara determinar cuál de los dos es el que está loco.
—Oh, cariño, aquí estás. —La voz de la señora Hartwell me hace dar un paso a un lado—. Excelentes noticias, tu padre ya me pidió perdón.
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¡Yo me opongo!
RomanceDereck Hartwell es, en definitiva, uno de los mejores directores cinematográficos de la era. O por lo menos eso dicen sus cuatro estatuillas del Oscar a Mejor Director. Su cara sale en todos los periódicos, ha sido la portada en cientos de revistas...