Capítulo 1

890 69 1
                                    

El sonido del cristal haciéndose añicos resonó en las paredes del salón y los invitados cesaron sus conversaciones. Hasta ese momento, no me había dado cuenta de que me habían fallado las piernas y estaba tendida en el suelo tras desplomarme.

El barullo no se hizo esperar y pronto toda la sala estuvo rebosante de gritos de espanto y llamadas de auxilio.

-¡Princesa!- Calisto corrió hacia mí con desesperación visible en sus ojos rojos. Se arrodilló a mi lado y me acogió en sus brazos.

Dios, que cansada estaba. Cansada de todos mis intentos por sobrevivir que al final se volvieron inútiles. Yvonne había vuelto y mi fecha final era inminente. la fecha en la que el hombre que me estaba sosteniendo y animando a abrir los ojos me mataría. Calisto, el príncipe heredero y al que, extrañamente amaba.

-Abre tus ojos princesa...¿por favor? No, no los cierres, no...¡Princesa, por favor!...-

La voz de Calisto se fue desvaneciendo lentamente y cuando ya no pude oírle, perdí la consciencia.

Extrañamente no dolía como algunos podrían pensar tras beber veneno. en realidad, no sentía nada. como si estuviera levitando en un espacio infinito, sin luz ni sonido. supongo que eso es lo que se siente al morir.

De repente, un calor abrasador emergió de mi pecho y se repartió por mi cuerpo, llegando a todas mis extremidades. Este calor no era placentero. Ardía y dolía tanto que no pude evitar gritar y sollozar hasta que me quedé sin fuerzas. Espera, se supone que estaba muerta. ¿Cómo podría gritar si estoy muerta?.

Con un acopio de fuerzas que no se de donde saqué, abrí los ojos. Una luz resplandeciente me cegó y tuve que esperar hasta que mis pupilas se acostumbraran a la cantidad de luz de la habitación.

El cuarto me resultaba familiar. Era amplio, más amplio que el que tenía en la mansión del duque. Gruesas cortinas rojas adornaban los ventanales del fondo.

-Princesa...- una voz quebrada me distrajo. Giré la cabeza como pude aunque una fuerte jaqueca me invadió. Lo primero que vi fue un hermoso cabello dorado que reflejaba la luz que entraba por los ventanales.

Calisto estaba allí, sentado en una silla bastante incómoda al lado de la cama. Su rostro indicaba que no había dormido en los últimos días. Unas ojeras prominentes adornaban sus ojos rojos como rubíes llenos de alivio.

-Menos mal.- Dejó escapar un suspiro de alivio como si hasta entonces hubiera estado conteniendo el aire.

-¿qué...?- Hice un ademán de levantarme pero rápidamente me empujó de vuelta a la cama.

-No te muevas princesa, necesitas descansar. Supongo que tienes muchas preguntas, pero eso lo resolveremos cuando estés mejor.- Calisto se inclinó hacia mí y depositó un suave beso en mi frente mientras acariciaba mi cabeza.

Me sonrojé. No pude evitarlo, era la muestra más afectuosa que nunca nadie me hubiera dado desde mi madre y me tomó por sorpresa.

-Descansa princesa.- me dijo justo antes de desaparecer tras las puertas dobles de la habitación.

------------------------------------

La puerta se abrió lentamente, con cuidado para que no produjera ningún ruido que pudiera despertarme. Eso, claro, si estuviera dormida. desde que se había ido Calisto no había podido conciliar el sueño y le había dado infinitas vueltas en la cabeza a la razón por la que seguía con vida.

Definitivamente había bebido el veneno y este se había esparcido por mi cuerpo y no había antídoto conocido para él. Entonces, la única explicación lógica era la magia. Una magia lo suficientemente poderosa como para revivir a los muertos. Lo cual nos guía a Vinter. El marqués definitivamente estaba en mi fiesta de mayoría de edad y probablemente habría llegado a mí para salvarme usando su magia, pero eso lo pondría en evidencia frente a todos y no podría arriesgar que lo persiguieran, y a los niños. ¿Un mago imperial?, no, estos no eran lo suficientemente poderosos como para ser capaces de contrarrestar el veneno, y no había ninguno en la fiesta que pudiera haber llegado a tiempo.

Unos pequeños pasos, rápidos y ligeros se acercaron a la cama y cerré los ojos simulando dormitar. Oí un pequeño suspiro en frente de mí y entonces, unas pequeñas manos cálidas me acariciaron el rostro. Eran claramente las manos de un niño.

-Mami...- susurró.

Abrí los ojos lentamente y unos rojos me devolvieron la mirada. Era una niña de no más de 5 años. Pelo rubio como el oro y ojos rojos. Me observaba con detenimiento y un ápice de preocupación en el rostro.

Me incorporé exaltada, era la viva imagen de Calisto.

La niña de los ojos rojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora