Capítulo 4

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Calisto maldijo entre dientes mientras se acercaba a la puerta. Enfadado, la abrió de un tirón y le dedicó una mirada feroz al hombre al otro lado del umbral.

Era Cedrick, el ayudante de Calisto que conocí cuando venía a cerciorarme de que el príncipe seguía respirando.

Su rostro no mostró señal de miedo incluso después de la mirada de Calisto. En cambio, tenía una apacible sonrisa.

-Su alteza, la cena está lista.-

-Cedrick.- masculló.

-¿Sí su alteza?-

-Muerete.-

Y dió un portazo. Volvió corriendo a mi lado, pero el momento ya había pasado.

Él también lo sabía, pero no parecía molesto. En cambio, sujetó mis manos y me miró a los ojos.

- Sé qué todavía estás débil y deberías volver al ducado ahora que estás consciente, pero ¿te gustaría quedarte a cenar?-

Cedrick abrió la puerta.

-¿Le gustaría quedarse para siempre?-

Parecía más una súplica que un ofrecimiento. Sus ojos me decían que aceptara, y siendo sincera no quería volver nunca más al ducado. No después de los últimos acontecimientos.

Calisto me miraba expectante.

- Vale, me quedaré.- Dije.

Una sonrisa satisfecha apareció en su rostro y acto seguido se llevó mis manos a su boca, depósito un beso en cada una y me sonrió.

- Perfecto.-

Un rato después, llamaron a unas sirvientas para ayudarme a vestirme. Trabajaron silenciosamente para no despertar a Judith que seguía dormida en la cama y me prepararon un baño.

Me maquillaron consiguiendo quitar las ojeras y me pusieron un vestido. Era extraño cómo de bien me quedaba el vestido, como si ya hubiera estado preparado antes siquiera de mi fiesta de mayoría de edad. Tendría que preguntarle más tarde a Calisto sobre esto.

Una sirvienta llamada Livia me guio por los pasillos del palacio del príncipe hasta el salón donde estaba la cena. Calisto ya estaba sentado en la mesa revisando unos papeles.

Alzó la cabeza al oír el sonido de la puerta y se quedó embobado mirándome. Me observaba tan intensamente que me sentí incómoda, aunque me esforcé por no sonrojarme otra vez.

Calisto sonrió y me indicó que me sentara a su lado extendiendo su mano a modo de invitación.

-¿Cómo te encuentras?, ¿te han tratado bien las criadas?- Eso último lo dijo mirando a Livia, frunciendo el ceño.

-Estoy mucho mejor gracias. Y me han tratado de maravilla.-

Centró toda su atención en mí y las comisuras de sus labios se elevaron para formar una sonrisa.

-Me alegra oír eso. Supongo que tendrás hambre. Adelante, recupera fuerzas.-

La comida era variada y de muy buena calidad, bastante mejor que la del ducado. Hasta ese momento, no me había dado cuenta del hambre que tenía. Empecé a comer y no me detuve hasta que noté la mirada de Calisto sobre mí. Me observaba comer como si fuera la obra más interesante del mundo. Aparté la mirada y escondí mi rostro detrás de la copa de vino.

-Para.-

-¿Parar qué, Princesa?.-

-Para de mirarme, me pone nerviosa.- Sus ojos brillaron con burla.

-¿Te pone nerviosa que te observe? ¿Por qué? No pareces nerviosa cuando estás delante de un gran público.-

-¡Eso es diferente! Ellos no me miran... así.- Intenté controlar mi expresión para que no notara lo nerviosa que estaba.

-¿Así como, princesa? Tienes que decírmelo para que pueda ponerle remedio a la fuente de tu incomodidad.- Ahora estaba segura. Se estaba burlando de mí.

-...Ya sabes cómo...-

-No, no lo sé. Dímelo.-

Dudé unos segundos más antes de contestar. -Como si no existiera nada más.- Me arrepentí en cuanto lo dije de mi elección de palabras. Calisto me miró sorprendido por un momento antes de echarse a reír.

Sus carcajadas resonaron por todo el salón y eso solo hizo que mi cara se pusiera más y más roja.

-¿De qué te ríes ahora?, tu fuiste el que me pidió que te lo dijera.- aparté la mirada, visiblemente molesta cuando Calisto paró de reírse volvió a centrarse en mí.

-Es que Princesa, de todas las respuestas que me había imaginado, no había pensado que la tuya fuera- Cogió mi mentón y giró mi cabeza para que estuviéramos a escasos centímetros.- tan acertada.-

Ahí estaba, otra vez tenía esos ojos intensos mirándome. Por un momento creí que podían engullirme por completo. Su mano se posó suavemente en mi mejilla y comenzó a acariciarla lenta y delicadamente.

Al final no pude resistirme y me aparté. Estoy convencida de que si no lo hubiera hecho habríamos acabado besándonos en frente de todo el personal del salón.

Calisto estaba decepcionado, se le notaba en el rostro. Pero la emoción solo duró unos segundos antes de que la enmascarara con una sonrisa. Se acercó a mi oído y susurró:

-Tranquila, tendremos mucho tiempo para disfrutar el uno del otro en el futuro.- Y me besó la mejilla. Se levantó tan rápido de la silla que no me dio tiempo a reprocharle antes de que extendiera su mano en mi dirección.

-El cielo está precioso esta noche Princesa, ¿no crees?-

Tomé su mano y nos dirigimos al balcón. En efecto, era una noche preciosa. Las estrellas brillaban a su alrededor iluminando la tierra creando hermosas figuras. Y en el centro, como protagonista principal, la luna brillaba de un extraño color rojo que me recordó mucho a los ojos de cierto principe. Y cierta niña también.

- Sí... La verdad es q es hermosa.- dije dándome la vuelta.

Me encontré con Calisto anonadado, mirándome. Y fue entonces cuando me percaté de la sonrisa en mi rostro y de que nunca me había visto sonreír genuinamente.

Si antes creía que me miraba atentamente, ahora no tenía ninguna duda.




La niña de los ojos rojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora