Capítulo 8

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Dos días después, me despedí de Calisto y Judith antes de subirme al carruaje que me llevaría a la mansión. Judith estaba llorando en el hombro de Calisto porque quería acompañarme y ver al abuelo y a sus tíos.

- No puedes acompañarme Judith, es muy peligroso.-

-¡No! Quiero ir contigo mami.- Su nariz goteaba y lágrimas caían por su rostro mientras hacía gestos con las manos en mi dirección.

Calisto le acarició la cabeza y la niña enterró el rostro en su hombro, empapándolo con sus lágrimas al ver que no la alzaba en mis brazos.

Debo admitir, que también quería llevarme a la niña conmigo, pero entendía que no era seguro que saliera del palacio del príncipe heredero. Alguien podría verla y eso complicaría mucho las cosas.

-Venga pequeña, si prometes portarte bien, le pediré al cocinero que te traiga helado de cerezas para merendar.- Dijo Calisto en un tono tranquilizador. Entonces, Judith levantó la cabeza y miró fijamente al príncipe heredero. Calisto le sostuvo la mirada mientras las comisuras de sus labios se elevaban casi imperceptiblemente. 

-¿Lo prometes?.- Calisto asintió, divertido por la repentina muestra de soberbia de Judith. - Pero quiero dos copas enteras.-

-De acuerdo.-

Llegados a un acuerdo, los dos pares de ojos rojos me miraron. Unos con amor y comprensión, y otros con expectativa retenida.

-Volveré pronto.- Dije, besé la cabeza de Judith y me subí al carruaje.

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Tardamos una hora en entrar en el territorio del ducado,  y otros veinte minutos en cruzar la valla que rodeaba la finca. Entonces, el carruaje por fin se detuvo y el cochero abrió la puerta para ayudarme a bajar, pero fue la mano de Reynlod la que me encontré cuando saqué la cabeza.

- Bienvenida a casa, Penélope.- Pronunció las palabras con un deje de nerviosismo, como si se avergonzara de todo lo que ha hecho. Acepté su mano, que seguía extendida en mi dirección y descendí las pequeñas escaleras.

En la entrada de la mansión, se encontraba el duque y Derrick, junto a un sé quito de sirvientes que no había visto nunca.

-Bienvenida a casa, hija. Espero que tu viaje haya sido agradable.- El duque estaba sonriendo, feliz de que estuviera aquí y haya cumplido nuestro acuerdo.

No respondí a su saludo, ni le devolví el gesto. La sonrisa del duque flanqueó, pero consiguió mantenerla hasta darse la vuelta para guiarme al comedor. Derrick, por otra parte, no me había mirado hasta que pasé por su lado, y me percaté de la mueca de asco en sus labios. 

Los nuevos sirvientes nos guiaron al comedor donde nos sirvieron la comida sin abrir la boca. No me molestaron ni me humillaron, como estaba acostumbrada. En cambio, me trataron como a cualquier otro miembro de la familia. 

Al acabar de comer, me despedí diciendo que el viaje en carruaje me había agotado y deseaba descansar en mi cuarto. Al abrir la puerta, me encontré con Emily, que me recibió con una sonrisa y algo de preocupación en los ojos.

- Señorita, por fin esta de vuelta.- Exclamo.

-Qué alegría verte Emily.- Dije mientras me dejaba caer en la cama.

Había sido agotador lidiar con los sirvientes del palacio, más que nada porque eran demasiados y no había ninguna cara conocida.

El resto del día me lo pasé en mi cuarto tomado té y leyendo mientras Emily me ponía al tanto de los últimos acontecimientos.

Después de que me llevaran al palacio del príncipe, los rumores de que estábamos en una relación volvieron a ser un tema candente en la sociedad, y al parecer la facción del segundo príncipe estaba más nerviosa que nunca ante la posibilidad de que el único duque del imperio, antes neutral, se inclinara por el bando del primer príncipe, y muchos de los nobles se estaban cambiando de bando. La emperatriz estaba furiosa al ver que no solo Calisto había vuelto del campo de batalla como un héroe, si no que encima se estaba quedando con todo el apoyo que había estado consiguiendo para su hijo en una cuestión de meses.

Por otra parte, desde que el duque descubrió que la servidumbre había participado en el el intento de envenenamiento, había cambiado por completo al personal, dejando como excepción a Emily porque era la única cercana a mí y a Pennel como respeto por todos los años que llevaba sirviendo a la familia Eckart. Y, sumándole a todo lo anterior, la noticia de que el duque había firmado el perimo para juzgar a Yvonne también había sido un shock para la sociedad.

- Y lo más sorprendente es que fuera el esclavo mismo el que la trajo al ducado. ¿Cómo se atreve? Ya le dije, señorita, que me daba mala espina.- Se quejó Emily. Y tenía toda la razón, tanto ella como Pennel me avisaron innumerables veces, pero estaba tan enfuscada en aumentar su favorabilidad que no me daba cuenta de sus intenciones.

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Después de cenar, me di un baño y me cambié para dormir. Era extraño, no había pasado ni un día desde que me había separado de Judith, pero ya la echaba de menos. Y también, aunque no me gustara admitirlo, a Calisto. Los dos siempre conseguían alegrarme el día de una forma u otra, y volver a el ducado no me ha traído buenos recuerdos. Judith siempre entraba en mi cuarto para darme un beso de buenas noches antes de que me pidiera que la llevara a la cama. A veces incluso, venía de la mano del príncipe heredero porque quería que la arropásemos ambos. Esos era los pequeños momentos que me hacían preguntarme si yo podría ser tan feliz en el futuro. Sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos y finalmente, me dormí.

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Hola, pido perdón por la tardanza. Acabo de iniciar el curso y nos están ahogando a tarea y exámenes. También es que cada vez que quería escribir no me salía nada y al final acabé dejándolo demasiado. Ahora que por fin tengo un finde libre he aprovechado para acabar este capítulo y empezar el siguiente. 

Muchas gracias por leer mi historia, me hace muy feliz :)))))

La niña de los ojos rojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora