La mudanza

208 6 0
                                    

Hola, mi nombre es Montserrat y esta es la historia de cómo acabó mi vida, o por lo menos mi vida humana. Eran las 6:30 de la mañana y el sonido del despertador eran como las trompetas del apocalipsis retumbando en mis oídos, estire mi brazo para poder apagar la alarma que sonaba desde mi celular y luego abrí los ojos, era una habitación casi vacía, habían un par de cajas y bolsas de ropa tiradas por el suelo. Esa había sido mi primera noche en esa casa, era una casa grande con ventanales gigantescos con estilo francés, era acogedora para una familia nuclear, pero viviendo a solas con mi hermana se sentía vacía, helada y triste. Salí de mi cuarto y bajé las grandes escaleras de roble ornamentadas con un estilo barroco muy peculiar, el crujir de las tablas bajo mis pies era escalofriante, jamás había estado en una casa tan vieja y mucho menos vivido en una de ellas. Me dirigí a la cocina para preparar el desayuno, unas simples tostadas con huevo, pimienta y tomate picado, Al terminar las tostadas llamé a mi hermana para que bajara a comer conmigo
-¡Fernanda, ya está el desayuno listo!- grite al pie de las escaleras, pero no escuché respuesta, así que decidí subir al segundo piso, me encaminé a la puerta de su habitación, di un par de toques ligeros a la puerta y luego entre, ahí estaba ella, acostada en su cama y tapada hasta las orejas
-Fernanda, oye ya está listo el desayuno-
-No quiero levantarme, hace mucho frío aquí-contestó, tapándose la cabeza con las sábanas
-Lo sé hermanita, pero mañana ya vendrán a dejar la leña que compramos-
al ser una casa vieja y tan grande lo único de calefacción que había eran un par de chimeneas antiguas hechas de ladrillo que se encontraban en la primera planta, había que hacer fuego todos los días y preocuparse de mantener la llama viva en todo momento.

Nos encontrábamos las dos sentadas en un gran mesón de madera nativa tomando desayuno, arropadas completamente para tratar de aliviar el frío que te calaba los huesos. Al terminar de desayunar cada una se dirigió a su habitación para organizar y ordenar nuestras cosas, habían docenas de cajas de ropa, recuerdos y tesoros que llevamos con nosotras al sur, para poder recordar todos los momentos especiales que tuvimos y también a los seres queridos que dejábamos en la capital, para mi la más dolorosa despedida fue la de mi mejor amiga Paloma, aún puedo sentir el aroma de su piel al abrazarme por última vez. siempre tuve una atracción diferente a las mujeres, en especial a ella, mi primer amor, lástima que nunca pude declararme y ahora ese amor se mudó conmigo al frío e inhóspito sur de Chile. Desempacando me encontré con el regalo de despedida que me dio Paloma, era una cámara Honewell Pentax, este tipo de cámaras necesitan de un cuarto oscuro para poder revelar las imágenes y esa es una de las razones de por qué escogí esta casa para vivir, en su sótano se encuentra un cuarto de estos, perfecto para mi y mis futuras obras de arte. La fotografía es uno de mis mayores hobbies, Paloma sabía eso y por la misma razón me regaló la vieja cámara de su abuelo que ahora tengo en mis manos.
-No dejaré que nada te pase pequeña-
le dije a la cámara mientras la abraza con fuerza contra mi pecho.

Ya eran las 21:45 y después de un largo día ordenando y organizando las cosas de la nueva casa pude descansar en el gran sillón que teníamos en el salón, el cansancio me consumió por completa y en menos de 3 minutos quedé inconsciente.

Desperté en la absoluta oscuridad del salón, las gotas de lluvia chocaban contra los grandes ventanales y el frío me había destrozado el ánimo de seguir viviendo, me incorpore en el sillón y prendí la lámpara de pie que se encontraba junto a mi,  tomé mi celular y quise entretenerme en redes sociales, pero la señal no llegaba en ese lugar, después de un largo rato intentando contactar con el mundo exterior me di por vencida y deje el celular a un lado.
Un gran sonido de timbre retumbó por toda la casona, me dio un susto casi mortal, me levanté de un brinco y escuché como Fernanda bajaba la escalera rápidamente
-¿Que fue eso Monse?- me preguntó con cara de susto
-Supongo que es el timbre de la casa-
-¿Tenemos timbre?-
-Créeme que yo tampoco lo sabía hermana-
-Abre la puerta y fíjate quien es ,porfa, yo tengo que seguir ordenando mi cuarto- dijo mientras subía las escaleras de dos en dos.
Caminé hacia la puerta con un ligero sentimiento de intriga y al abrir la gran puerta me percaté de que bajo la lluvia esperaba una joven chica de pelo negro y piel pálida.
-Hola, mi nombre es Bernardita Danús, mucho gusto-

Luces rojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora